Cuando abro la página de mi banco para ver cuánto dinero tengo, aparece una pregunta: “¿Qué harías realidad con 8.000 euros?”. No lo sé, pero qué fórmula tan alambicada. ¿Por qué no me pregunta “¿Qué harías con 8.000 euros?”?
Busco un signo de los tiempos en esa expresión. ¿Una época bizantina, una época de juegos de espejos, envuelta en humo, donde nada es lo que parece? Por supuesto, si aparece la noción de realidad es para invocar por contraste la de sueño. ¿Qué sueños harías realidad? La fantasía en este caso concreto es la disposición inmediata de dinero, pero está claro que nos estamos moviendo en un esquema mental que contempla, al menos, dos naturalezas.
O quizá es que hacer a secas les pareciese un verbo muy burdo. Una zafia transacción. A veces los bancos son muy cursis y se entregan a los circunloquios del eufemismo, como si aceptasen la tesis de Freud de la equivalencia simbólica entre el dinero y las heces. Pero, otra vez por contraste, aflora también la virtualidad, que nos acompaña ya siempre.
Sospecho que hacer realidad se ha convertido ya en un sintagma. ¿Hacer algo no era ya hacerlo realidad? Voy a hacer realidad un pisto con huevo, voy a hacer realidad caca, voy a hacer realidad la cama en cuanto me levante, voy a hacer realidad que comprendas de una vez por todas mis argumentos, voy a hacer realidad de tripas corazón, ¡siempre haces realidad lo que te da la gana! (Curiosamente, entre voy a hacer realidad unos zarajos fritos en manteca y voy a hacer realidad un suflé de ruibarbo con muselina de huevos de ruiseñor, la segunda expresión suena más adecuada, como si expusiera con mayor claridad unas ciertas relaciones entre la materia y el espíritu.)
¿Que la frase de los años sesenta fuese qué puedes hacer tú por tu país y la versión actual sea haz América grande otra vez tiene algo que ver? ¿Dice algo de Kennedy y de Trump, o de quién o de qué dice algo? ¿Es la frase de mi banco una infiltración, una derivación de esto? ¿Qué harías realidad tú en un ataque preventivo de la URSS?
¡Pero todo es real! Todo es ya real, o todo está ya real. A la fuerza tiene que haber un inmenso y riquísimo tapiz de realidad al que accedemos de vez en cuando, mediante el arte, mediante el dolor o un gran éxtasis, o mediante la suerte, porque si no no se explica que cosas tan minúsculas como una secuencia de signos sobre un papel, un perro dormido en un cuadro o el detalle de una perla que brilla en virtud de un trazo, un fragmento musical, el timbre de una viola, la sospecha repentina de que nuestro marido es un desconocido, o de que conocemos a esa desconocida, la comprensión súbita de un problema que nos ha burlado durante años, una bolsa como de líquido que se nos rompe en el estómago al girar una esquina nunca hollada, todas esas raras revelaciones nos pongan en contacto o abran por un momento la mirilla de la intuición, si es que la realidad misma no es precisamente esa mirilla, ese conducto estrecho, de esa amplitud inabarcable y luminosa de la que recibimos un vislumbre en algunos momentos de nuestra vida, ni se explica que yendo esta tan sobrada de momentos aburridos, tan romos, hayamos comprendido en esas raras ocasiones que hay un armazón levantado y que si lo hemos levantado nosotros hemos debido de hacerlo sonámbulos.
No saber por qué estamos de este lado lo determina todo.
[Imagen: El hortelano, de Arcimboldo]
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).