La película más reciente del miniaturista Wes Anderson podría prescindir de su argumento: tres hermanos que viajan a la India para confrontar a su madre, refugiada en un monasterio, y por ello ausente en el funeral del padre. Que lo mejor de la película sean las viñetas de convivencia entre hermanos y no la progresión de la historia subraya la carencia o virtud, que, en cualquier caso, ya es el sello de las películas del director. Ya sea en Rushmore, Los Tenenbaums, una familia de genios y La vida acuática con Steve Zissou, el retrato de personajes que podrían estar emparentados con los niños superdotados e hipersensibles de los cuentos de Salinger, da cuenta de un mundo que existe antes y afuera de la historia narrada a cuadro. Padres excéntricos y desentendidos e hijos que habitan mundos rebosantes de nostalgia, pero delimitados por manías que les sirven de ancla, hacen de estas películas álbumes de fotografías y recortes que siempre compensan las fallas de encuadernación. ~
es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.