Inversión de la fortuna

En una coyuntura de amenazas existenciales a la democracia occidental, tanto europeos como británicos se beneficiarían de estar unidos.
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A partir del referéndum que llevó al Brexit en 2016, era impensable que estando en Londres uno se sintiera en una isla de estabilidad frente a una Unión Europea confusa y desconcertada. Pero así es hoy. Por un lado, con la victoria clara del Partido Laborista de Keir Starmer en la elección del 4 de julio, Reino Unido ha dejado atrás la incompetencia caótica de los últimos años de dominio conservador. Ahora tiene un gobierno sólido, moderado y progresista. Por otro lado, hay una crisis de liderazgo evidente en la Unión Europea. Y la posibilidad de que empeore parece más probable que la de que mejore.

En Francia Emmanuel Macron está pagando el precio de su propia arrogancia y de su ruptura con el sistema de partidos de la Quinta República para crear En Marche!, su movimiento personalista. Después de la victoria de Rassemblement National (RN), el partido ultraderechista de Marine Le Pen, en las elecciones europeas de junio, la apuesta de Macron de convocar a una elección parlamentaria adelantada le salió mal. Por más que los franceses votaran tácticamente contra el RN, ni Macron controla el nuevo parlamento ni hay un camino fácil para formar gobierno. En el mejor de los casos Francia va a quedar a la deriva hasta la elección presidencial de 2027, cuando Le Pen tenga una opción real de victoria.

Las perspectivas de Alemania no son mucho mejores. En las elecciones regionales en Turingia y Sajonia del 1 de septiembre, la ultraderechista Alternative für Deutschland y la Alianza Sahra Wagenknecht, de ultraizquierda, lograron, conjuntamente, más del 40% del voto. Las dos comparten hostilidad ante la inmigración y simpatía por Vladímir Putin. Estos dos länder, que formaban parte de la antigua Alemania oriental, no son necesariamente representativos del electorado en el resto del país. Felizmente los gobiernos regionales no tienen competencias de política exterior. Lo preocupante es la debilidad de la coalición gobernante de Olaf Scholz y la dificultad que podrían tener los demócratas cristianos, si ganan la elección nacional el año que viene, de encontrar socios de coalición razonables.

En Italia, Giorgia Meloni ha resultado ser más moderada y menos euroescéptica de lo que muchos pensaban. Pero eso podría cambiar si, por ejemplo, Le Pen gana o Trump vuelve en Estados Unidos. Con Pedro Sánchez viviendo de mes en mes, y dependiente de la ayuda económica europea, España tiene poco peso en Bruselas. El gobierno polaco de Donald Tusk está enfrascado en sus luchas por desmontar el daño institucional infligido por su antecesor de la derecha populista. Y la presidencia de turno del Consejo de la Unión, en manos de Hungría, se dedica a actuar contra las doctrinas establecidas del bloque.

Este vacío de liderazgo democrático se produce cuando las circunstancias en Europa son las más difíciles en mucho tiempo. Hay tres problemas grandes. El asalto de Putin contra Ucrania es un desafío frontal a la UE, que ya es víctima de una guerra híbrida de Rusia contra la cual tiene que defenderse. La economía europea está perdiendo terreno frente a Estados Unidos y Asia. En tercer lugar, Europa no logra administrar la inmigración de una forma que satisfaga a la vez su necesidad demográfica de trabajadores adicionales por un lado y por otro la preocupación de la población por cambios bruscos en su vida tradicional.

Frente a estos desafíos la respuesta de “más Europa” suena como una declaración de fe cada vez más hueca. No hay un demos europeo. Los europeos miran a sus gobiernos para que los protejan y los hagan más prósperos. Pero liderazgos nacionales débiles pueden resultar en “más Europa” por defecto, con poder pasando a la Comisión Europea. Eso solo aumentará el sentimiento de alienación del público de una clase política lejana. Mientras, la demanda de una Europa de Estados nacionales avanza frente al impulso federalista.

Eso coincide con la postura tradicional británica. Los problemas de fondo de la UE se sufren igualmente en Reino Unido. ¿Esto llevaría a una vuelta al redil? No tan rápido. Starmer está empezando a poner en práctica su promesa de acercar al país a sus antiguos socios. En sus primeras semanas en Downing Street se ha reunido varias veces tanto con Macron como con Scholz, con quien anunció un proyecto de tratado de cooperación anglo-alemán. Pero a la vez Starmer ha reiterado tres líneas rojas: no quiere volver a la UE, ni a la unión aduanera ni al libre movimiento de personas, ni siquiera con un esquema acotado para los jóvenes como está planteando la Comisión Europea.

Estas líneas rojas limitan drásticamente el alcance de cualquier acercamiento a poco más que mayor cooperación en defensa y seguridad (querida por todos) y algunas medidas técnicas modestas, como acuerdos sanitarios. La cautela de Starmer está motivada en parte por el deseo de evitar dar munición a Reform, el partido de derecha populista de Nigel Farage que es el rival más cercano a Labour en 98 escaños parlamentarios. Pero como señala Charles Grant, del Centre for European Reform –un think tank británico–, este imperativo contradice otro: la prioridad número uno de Starmer de incrementar el crecimiento económico. Para eso, dice Grant, lo mejor sería la propuesta de Theresa May de volver a la unión aduanera para el comercio de bienes (para esto la Comisión probablemente exigiría el libre movimiento).

En una coyuntura de amenazas existenciales a la democracia occidental, tanto europeos como británicos se beneficiarían de estar unidos. Aproximadamente dos tercios de los británicos ya piensan que el Brexit fue un error. Pero pocos quieren otro referéndum. Más bien, hay un deseo de tirar para adelante después de un episodio nacional tan doloroso y divisivo. Eso podría cambiar si Starmer se siente más fuerte, o más necesitado de un nuevo acuerdo. Pero requeriría también un liderazgo más estratégico y visionario dentro de la UE. Tristemente, eso parece muy remoto. ~

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Michael Reid es escritor y periodista. Su libro más reciente es “Spain: the trials and triumphs of a modern European country” (Yale University Press), que publicará en español Espasa en febrero de 2024.


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