Porque cruzamos levemente cantando
por Cañón de Lobos
como si fuera la tierra de Canaán
aquel lugar certero de los sueños
entre los sucios charcos y las piedras
para implorar ayuda bajo el sudor ajeno
Porque nos fuimos lentos por donde vuelan
las hojas tocadas por raíces y la seca plegaria de los cerdos
zumbando con suaves movimientos de culebras
sin dar la cara a los hombres y a los niños
a la súbita imaginación de quien asalta el cielo
tumbados bajo nubes y largos ríos frescos
trazando un nuevo mapa quemándose en las manos
de los barrios
de los botes podridos de las calles
de húmedos billares donde los jóvenes
usan los trajes gastados de sus padres
y los padres empeñan el salario
mientras su sangre discurre entre los vasos
Y porque íbamos cansados de estar solos
confiando en el ácido olor de nuestros cuerpos
en el vaticinio de un sol sobre los potros
cruzando a golpe la frontera
el silogismo de los sueños y del miedo
caímos
como cayó el césar de su roca
en el oído de la víbora
de lo visible a lo invisible
en un lugar tan fuera de la vida
contemplando el abismo
la tiniebla
tan lejos de las aguas de un Jordán
resucitado en piedra, tan cerca
de la carne en los balnearios
donde germinan los mares mudos de la voz serena
sin huerto de luz para nosotros
sin campo abierto para esconder el eco
acaso una cruz de palo para los siglos sin futuro
un temblor entre las bocas que repiten:
“Ya bájalo, ya bájalo”
vendrá otro Barrabás
como canto de gallo en el amparo de la aurora
vendrá gastándose en el tiempo
jalando lámparas de parafina
una carreta de agua
una vaca
los guijarros de una época perdida en el idioma de los perros
Aquí, por Cañón de Lobos, habrá una soga larga blanquísima
de un lado al otro del barranco
para colgar la suerte de la Historia
en claros gritos defendida Y sin embargo
viajeros solos tan dentro de nosotros
caíamos precipitadamente al corazón abierto de la niebla
si corazón
es lo que tiene adentro nuestra lengua
Y nos dijimos ciegos
indestructiblemente ciegos
ineludiblemente amigos
palpándonos a solas
buscando el hueco
la luz
el solo milagro de los hombres
que van como los vientos
buscando una palabra para anidar
su muerte
su mundo en la zozobra
y la pregunta siempre al aire:
¿Existe aquí el cielo?
Algo quedó entonces
en nuestros ojos y los ojos de los ojos
de los otros, algo
como un silencio adentro
que hizo más grande nuestro viaje
más frágil
nuestro aturdimiento
algo como un dios
atado a nuestros labios
levemente cantando
su propia tierra seca
de un imposible mundo
consumido
en la mirada sola
en el sudor ajeno
en el aullido siempre
de los otros ~
(1962) es poeta. Su último libro es Un leve aullido bajo la arena (Ediciones Monte Carmelo, 2023).