“Es muy fácil abrir una editorial, pero es difícil sostenerla”. Entrevista a Víctor Malumián

El gestor de la Feria de Editores Independientes de Argentina, que convocó a más de 25 mil personas en agosto pasado, habla del panorama de la industria editorial en ese país.
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Más de 330 editoriales, 24,600 visitantes 75,163 libros vendidos y 53 autores invitados dan cuenta de las dimensiones que, de un tiempo a esta parte, tomó la FED (Feria de Editoriales Independientes) en la Argentina. Ahí donde el país atraviesa una de las recesiones más complejas de los últimos años, mientras las ventas de libros caen estrepitosamente y el salario corre una carrera contra la inflación, este reducto de la cultura logró salir indemne de los 4 días que duró su edición 2024, celebrada en agosto pasado. Casi ganador. “Quedamos un 7% abajo de las ventas del año pasado, es un milagro considerando la caída de ventas en librerías”, comenta Víctor Malumián, editor, escritor y mentor de este fenómeno junto a Hernán López Winne, con quien también comparte la gestión de Ediciones Godot.

La primera vez que pensaron que reunir a editoriales pequeñas para ofrecer novedades por fuera del “mainstream” literario podía ser una buena idea, fue en 2013. Consiguieron sede en el bar comunitario de la radio La Tribu y lograron convocar a 15 sellos. A partir de ahí el boca a boca empezó a correr entre los lectores especializados, fanáticos del nicho y ajenos a los best sellers de ocasión. De a poco, la FED fue creciendo: pasaron al Centro Cultural Konex, luego al Parque de la Estación, y por último al Complejo Art Media, sobre la popular avenida Corrientes, donde acaba de realizarse.

¿Cuál es el secreto? “La unión de las editoriales hace a la fuerza. La FED es un evento, no solo una transacción comercial de libros. Es una actividad gratuita, paseás, te encontrás con gente interesante, charlás con editores, ves entrevistas en vivo y posiblemente te compres un libro” arriesga Malumián. “Hoy vas a comer un tostado con un café con leche y te sale lo mismo que un libro barato. Entonces, en una salida de sábado o domingo, muchos reemplazan eso. El público de la FED tiene al libro en muy alta estima, prefieren resignar otros consumos para comprarlo”.

Llama la atención el contraste entre el éxito de la FED y la caída de ventas de la Feria Internacional del Libro, que se celebró en abril y mayo. ¿Comparten público?

Según una de las últimas encuestas, menos de la mitad de la gente que vino a la FED fue a la Feria Internacional del Libro. Yo creo que la Feria grande hay que cuidarla, porque es única en Latinoamérica, pero son públicos diferentes. La FED interpela a un grupo de personas que son lectores más duros, que les interesa determinado nivel de conversación con los editores, y que valoran poder pasear por una feria que tiene muy cuidado el tema de la exhibición de los libros. Valoran también las rarezas, las editoriales que vienen especialmente de otros países y que tal vez después no tienen gran circulación en las librerías argentinas. En esta edición tuvimos 60 editoriales extranjeras que vinieron de México, Colombia, Ecuador, Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay, más 30 de las provincias argentinas.

¿Cómo se define una editorial “independiente”?

Bueno, hay una serie de variables, no es una categoría estanca. El primer punto es que la fidelidad a un tipo de catálogo no cambia según la moda; no responde a una lógica de mercado. Otro punto son los tiempos: en general, las editoriales independientes se rigen por el tiempo del libro, no del rendimiento económico. El libro no sale hasta que no esté terminado, si la traducción o la corrección llevan más tiempo, se tolera. Son catálogos donde si vos desactivás a determinado editor, se nota: allí se repiten sus obsesiones, sus gustos personales. Otro tema son los cuidados: el nivel de diseño, de cuidado por la maqueta, por las correcciones. Hay algo de la puesta estética que también forma parte de la independencia y de dedicarle el tiempo que cada libro necesita para eso. Por último, está la autonomía del consejo editor. A grandes rasgos diría que hay una tensión respecto de cómo se financia la editorial y  que para mí, con eso, se cierra una lógica bastante clara de qué es ser independiente y qué no. Después, claro, todo esto tiene agujeros y uno le puede entrar por mil lados.

¿Los mismos parámetros operan con las editoriales independientes de otros países?

En Latinoamérica sí, es muy parecido el ambiente. Los tamaños están muy restringidos por el tamaño del mercado en general. Las editoriales independientes argentinas tienen más chances de crecer que las uruguayas, por ejemplo, porque su mercado local es más grande. Ahora, si te comparás con Estados Unidos o México, ya la cosa cambia.

En la FED hubo gran cantidad de sellos, sin embargo, es muy común que las editoriales independientes no subsistan por demasiado tiempo…

Es cierto: muchas editoriales independientes quedan en el camino. Es muy fácil abrir una, pero es difícil sostenerla. Aun así, lo que veo es que los mayores booms de editoriales independientes que hoy leemos en el país, fueron coincidentes con grandes crisis económicas argentinas: Eloísa Cartonera, Eterna Cadencia, Caja Negra, Godot… todas nacieron en 2001 o en 2008. Hoy el gran tema es la rentabilidad. Cada vez se marca más la diferencia entre las editoriales que pueden exportar y tienen armada la estructura legal para hacerlo, y las que solo pueden vivir del comercio interno de Argentina, que está en una de las peores recesiones que ha atravesado el país.

¿Y qué sucede con el precio del papel?

Ese punto es más discutible, porque si bien los presupuestos el año pasado explotaron por los aires, ahora, lentamente, se están volviendo a acomodar. No sabemos si está ligado a que hay varias editoriales que están empezando a imprimir en China, y varias imprentas que están empezando a traer papel. Pero todo indicaría que puede llegar a ser un poco más rentable editar. Digamos; con la crisis global del papel pasa algo similar a lo que ocurre cuando hay una crisis económica en otro país. En esos casos, a la Argentina le pega, pero por su situación más endeble, le pega peor. Bueno, con el papel pasa lo mismo: acá hay dos productoras de papel que se usan para los libros, no hay una competencia para que cada vez entreguen mejor papel o mejor precio. Operan como los proveedores de internet o telefonía celular: esos pocos jugadores no batallan entre ellos para dar un mejor servicio a un menor costo.

¿Cómo ves entonces la industria editorial independiente en el país, en términos generales?

Lo que veo es que hay un malestar rondando hace tiempo en el rubro, en todos los actores de la cadena del libro, porque piensan que su porcentaje es chico. Al autor le parece que el 10% está mal; al editor le parece que el 30% está mal; al distribuidor le parece que el 20% está mal; a la librería le parece que el 40% está mal. Y cada uno tiene sus razones. En lo personal, creo que más que los porcentajes, el problema es el tamaño de la torta: cuando un autor o autora vende un montón de ejemplares, el 10% termina siendo un montón de plata. Ahora, si todos los autores venden 400 o 200 libros al año, el dinero que ingresa no compensa el esfuerzo que pusieron para generar ese libro. Y así te podés trasladar a cada uno de los eslabones. El problema que estamos viendo, en definitiva, es que hay una pérdida de rentabilidad enorme: por eso lo que se ve es que muchas de las personas que se dedican a esto, no necesitan o no pueden vivir de esto. O bien tienen otros trabajos, o bien tienen ingresos de otro lado.

En cuanto al ecosistema literario, ¿observás que hay escritores que publican primeras novelas en editoriales independientes y luego migran a otras más grandes?

Por un lado, es cierto que migran de las pequeñas editoriales a las grandes. Si uno mira los 10 autores de mayor proyección actual, pasó eso: 9 u 8  publicaron sus primeros libros de manera independiente. Pero creo que los grandes tres factores que hacían, hace un tiempo, que un autor se fuera de una editorial independiente, hoy no están tan marcados. ¿Cuáles son esos tres factores? El primero era pensar que la multinacional iba a dar una exposición que la independiente no podía dar. Bueno, hoy hay fenómenos de editoriales independientes donde un título vendió 40 mil o 50 mil ejemplares en un año. La prensa y la logística funcionan bien en ese aspecto. El segundo tema era que solo una multinacional podía publicar a un autor en España. De nuevo: hoy se puede decir con bastante certeza que a una independiente ya no le cuesta publicar en España y es más: por cómo se lee a los autores argentinos allá, a veces una multinacional hace una tirada de 600 ejemplares y una independiente de 700 (excepto los autores que ya hayan pasado una barrera muy grande). El tercer punto es donde, a mi entender, aún se mantiene el problema, y tiene que ver con los adelantos. Me parece que en determinada gama de autores que tienen volúmenes de venta bajos o medianos quizás las editoriales independientes puedan intentar competir o acercarse a una grande. Pero en autores que han despegado en determinado volumen, las multinacionales pueden hacer unas ofertas que las independientes no pueden equiparar. Y así pierden a esos autores, y por ende, pierden caja. Así, se genera un círculo vicioso que es difícil de romper. ~

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nació en Buenos Aires, Argentina. Es licenciada en Letras, escribe ficción (Los años que vive un gato, Sueños a 90 centavos, Desmadres) y trabaja como periodista. Ha colaborado en diversos medios (Radar, Rolling Stone, Anfibia) y actualmente se desempeña como editora en el diario La Nación.


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