Siendo un niño, a Hans Magnus Enzensberger le tocaron los bombardeos aliados sobre Alemania. “Cuando los supervivientes salían de los sótanos, veían en el cielo una tormenta de fuego sobre los tejados. Había algo sublime en ese espectáculo”. Caos, estruendo y muerte. Pero él veía el fuego, poderoso e inmenso. El joven poeta observaba, fascinado, la destrucción: “Pude pasear por la ciudad en ruinas, observar a los hombres y contemplar las entrañas de las casas medio derrumbadas, que revelaban sus secretos más íntimos” (Un puñado de anécdotas, Anagrama, 2021). El mundo por la mirada se le reveló como guerra y fuego. El fuego sublime y el interior de las casas.
Enzensberger pasados los años se convertiría en escritor. Sus primeros libros fueron de poesía: Defensa de los lobos (1957) y Lengua del país (1960). La suya necesariamente fue una generación de escritores comprometidos. Luego de la destrucción física y moral de Alemania, era imposible que no lo fuera. Formó parte del “Grupo 47”, un conjunto de escritores preocupados por dar un nuevo sentido, en primer lugar, a la lengua alemana, prostituida luego de utilizarse como la lengua de la tortura y la muerte; y en segundo lugar, a una Alemania contrita y con deseos de ser tomada de nuevo en cuenta.
En los años sesenta, Enzensberger escribía poesía y ensayo. Sostuvo una agitada vida política y cultural desde el periodismo y la literatura. Como bien apunta Pura López Colomé en el epílogo de los recientemente publicados Poemas selectos (FCE, 2024), Enzensberger ocupó el lugar que Bertold Brecht había dejado vacío. Poetas comprometidos con la sociedad y con el lenguaje. Poetas políticos. “El tema de las relaciones entre la poesía y la política siempre ha sido mal mirado en Alemania, ha producido incluso polémicas sangrientas” (“Poesía y política”, en Detalles, 1962).
Traductor de Vallejo y de Cernuda, Enzensberger como poeta simpatizó con la revolución. Vivió en Cuba algunos años, los suficientes para ver su transformación en dictadura. Años después publicaría El hundimiento del Titanic, conjunto de poemas en los que el Titanic es Cuba y el iceberg la revolución. Poemas de desencanto, no solo de Cuba sino de la revolución y de la izquierda. Enzensberger no renació en la derecha. Implacable crítico de la violencia, la xenofobia, el fanatismo y las ideologías en Occidente, fue asimismo un crítico feroz de las dictaduras y las imposturas ideológicas.
Realiza Pura López Colomé una espléndida y rigurosa selección de poemas de Enzensberger, y una magnífica –por pulcra, elegante y precisa– traducción de sus poemas. Una colección en la que se puede ver la evolución en su poesía, desde una visión crítica y de combate a una más escéptica, contemplativa y sabia. Despojado de velos ideológicos, se sorprende con las actitudes simples de la gente y con paisajes cotidianos. Descubre, libre de sentimientos de culpa, la maravilla de estar vivo, de despertar en medio de cosas y costumbres que funcionan. Tocan la puerta y no es la policía secreta sino el cartero. No hay pecados sino errores. La Historia no tiene sentido si se le ve desde el mirador del Tiempo.
Pura López Colomé concede más espacio a los poemas escépticos de su última etapa que a la etapa del poeta social. Notable la serie, que cierra el volumen, dedicada a la observación de las nubes. Imponentes y vanas. Poderosas por los rayos y las tormentas que provocan y al mismo tiempo ligeras, casi etéreas. Poemas de un poeta socrático, que ama la infinita variedad de la naturaleza, que nos incluye. Podría decirse que es un poeta de ideas paradójicas. Un poeta en solitaria lucha contra la entropía. Un poeta crítico dotado de un gran sentido del humor, como en “Si se presentará la ocasión”:
Elige entre los errores
que se te han concedido,
pero elige bien.
¿No estaría mal
hacer el bien
en mal momento
o no estaría bien
hacer el mal
en buen momento?
Un paso en falso
nunca estará bien.
El buen error,
si se deja pasar,
acaso nunca vuelva. ~