“‘El águila y el gusano’ es el país en que vivimos.” Entrevista a Guita Schyfter

Una plática con la directora acerca de "El águila y el gusano", su película basada en la novela de Hugo Hiriart, que llega a cines este 28 de noviembre.
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Para investigar la desaparición de la amante del político para el que trabaja, un periodista debe cooperar con un personaje del bajo mundo que colecciona arte conceptual. La dueña de un spa recibe la misteriosa visita de un sujeto, que busca un importante cuadro de un célebre pintor. La principal especialista en la obra del susodicho entra en tratos con un falsificador. Las búsquedas de estos personajes confluyen en El águila y el gusano, la más reciente película de la costarricense nacionalizada mexicana Guita Schyfter.

El águila y el gusano es una adaptación de la novela homónima de Hugo Hiriart, esposo de la directora y cómplice creador desde hace décadas. Es un vasto fresco que, en clave cómica, retrata las complicidades, vanidades y absurdos que se entretejen en un país que no es México, pero no deja de ser muy parecido. Hablé con Guita Schyfter a días del estreno en cines de El águila y el gusano, este 28 de noviembre.

¿De dónde vino tu interés por adaptar El águila y el gusano al cine?

Después de que hice Huérfanos (2014), quise tomar un pequeño curso de guion, pero estaban agotadas las inscripciones y lo único que quedaba era comedia. Como a mí nunca se me había ocurrido hacer una comedia, me fui a tomar ese curso. En algún momento, el maestro dijo “miren, la comedia es el arte de estar enojado”. Eso me llamó muchísimo la atención. Yo estaba leyendo El águila y el gusano, el libro de Hugo, y pensé, “Hugo está enojadísimo con lo que está pasando en México.”

Cuando regresé del curso, me propuse adaptar esa novela con las recetas que nos dieron. Pero es difícilísimo adaptar una novela de Hugo, porque está llena de digresiones y de personajes y de una imaginación exaltada, que es muy diferente a como yo trabajo, yo necesito tener una historia clara. Hice una primera adaptación, a ver si se podía encontrar un eje, una trama, se la enseñé a Hugo y le gustó.

Yo he trabajado con Hugo durante todos mis proyectos de cine. Él siempre accedía y me escribía los guiones y los trabajábamos juntos. Pero cuando estaba tomando ese curso, pensé, “a lo mejor ha llegado el momento en que yo haga algo, que sea la voz de Hugo”. Era como una retribución, un agradecimiento a esa colaboración de años.

No puedes traducir un poema de un idioma al otro sin que intervenga la mano del que está traduciendo. Algo así siento que pasó. Yo no estoy dando mis puntos de vista: lo que ahí está sucediendo es lo que pasa en el libro; y trabajé con Hugo lo que está pincelado en el libro pero que yo pedía desarrollar, como lo del arte conceptual, que es para mí es fascinante.

Supongo que hay un dilema, a la hora de escribir diálogos, entre hacerlos naturalistas, que suene como el modo de hablar de la gente de un cierto lugar y momento, o hacerlos menos naturales, pero que obedezca a su propio universo narrativo. Este segundo caso es el de El águila y el gusano. ¿Tuviste dudas en cuanto a preservar ese tono de la novela?

Ya ahora lo tengo muy confundido, ya no sé qué es de la novela y qué es del guión que hicimos. Pero sí sé que absolutamente todos los diálogos son de Hugo y los trabajé con él. Soy incapaz de escribir un diálogo, pero creo que soy muy buena oyendo. Entonces, yo puedo oír los diálogos y saber si les creo, si no les creo, si está interesante. Creo que cuando oyes los diálogos de El águila y el gusano, crees todo lo que dicen los personajes. La gente lo está oyendo y le parece que así habla la gente, y no: la gente no habla así, ni construye las frases así. Eso es lo que a mí parece fabuloso de los diálogos de Hugo, que pueden decir las cosas más desorbitadas y uno las lee y las cree como si fueran naturalistas, como dices. Cuando nos reunimos para leer el guión con los actores, yo les dije, “para mí lo más importante es que leamos y que entiendan qué es lo que está diciendo aquí en estos diálogos”. Ese fue todo el ensayo que tuvimos, ir leyendo los diálogos y si había algo que no entendíamos, hablar de eso, hasta que se hizo muy natural decir los diálogos como estaban escritos en la novela.

¿Quiénes son los actores? ¿Por qué los elegiste?

Fue una película que tardamos muchísimo en hacer. Fue un proceso largo y difícil, algunos actores se iban y otros no podían. Pero cuando dimos el claquetazo, de ahí en adelante todo fue muy gozoso.

Yo muchas veces trabajo con los mismos actores. Desde el principio, cuando estábamos haciendo la adaptación, sabía que Dolores Heredia iba a ser Calixta. También quería a Angelica Aragón, a quien admiro de hace 50 años, que se puede convertir en cualquier personaje que uno quiera. Con Germán Jaramillo, que es Valdivieso, el político, ya habíamos trabajado en Huérfanos. Quería que muchos de los que participaron en Novia que te vea (1993), mi primera película, estuvieran, aunque fueran papeles pequeños. Ahí está Claudette Maillé, que ha estado en todas mis películas, digo que ella es mi amuleto.

Después vino la pandemia, pasó mucho tiempo y muchos de los actores que originalmente estaban en la película ya no podían estar porque se habían ido a hacer otros proyectos, y entonces tuve que llamar a gente con la que no había trabajado, pero que para mí sorprendente. Es el caso del chileno Marcelo Alonso, que es Campuzano, el periodista desencantado.

La película es, entre otras cosas, una farsa sobre el poder. Estamos en épocas donde el poder político se toma a sí mismo muy en serio, está negado a la autocrítica y, desde luego, a reírse de sí mismo. ¿Cómo crees que se inserte esta película en este presente?

Yo creo que El águila y el gusano es el país en que vivimos. Un compendio de todo lo que Hugo ha pensado sobre la política, las relaciones humanas y sobre la sociedad. Creo que quiso retratar los tiempos que nos tocó vivir. Él escribió el libro con un conocimiento del alma humana que es muy impresionante.  Es la mirada que Hugo tiene sobre México, aunque yo quité cualquier referencia a México. Pero tal vez está retratando América Latina: ¿a poco el presidente de Argentina, que tiene sesiones espiritistas con sus perros, no puede ser un personaje de Hugo?

El cine siempre refleja las sociedades donde se está haciendo, y mucho del cine de ahora está concentrado en la miseria, en la inmigración, en el abuso de las autoridades, en el abuso de todo tipo. Yo lo llamo el folklore de la miseria, que es lo que les gusta en los festivales internacionales. En esta película, los temas que se tocan son todos exactamente iguales, pero de otra manera, más estilizada, más elegante.

El personaje de Valdivieso me parece interesante. Empieza siendo un político verboso y termina en prisión convertido en una especie de profeta.

A Hugo le interesan muchísimo los temas de religión. Él mismo es un hombre muy religioso. Todos estos personajes son invento de Hugo, ninguno está tomado de la realidad, aunque se parezca a la realidad un poco. Yo creo que él quería ir a jugar, o indagar, en qué es lo que le sucede a alguien a quien le cae la gracia de Dios y cambia su vida completamente; Hugo escogió que el político fuera el que daba esa vuelco.

El águila y el gusano no es una obra de juventud. Es una cosa mucho más pensada y en el tono en el que Hugo escribe, un tono satírico. Creo que lo de él es mucho más agudo que lo mío, porque en la novela el final es muy desolador y yo no quería eso, no quería pensar que así van a terminar las cosas. Por eso, en la película cada personaje encuentra una especie de salida a su mundo.

¿Es difícil hacer cine en México?

Yo creo que es muy difícil hacer cine en cualquier lado, porque el cine es dinero, entonces necesita cierta cantidad para hacer cine. No solo es difícil conseguir el dinero, sino que es difícilísimo difundir la película y exhibirla.

El cine no lo hace una persona: lo hace un grupo de gente. Es el trabajo de todos, con tanto entusiasmo e ilusión. Entonces, estoy feliz de que El águila y el gusano podrá verse en cines. ~

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es editor digital de Letras Libres.


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