Cinco sonetos

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I

Ansiamos descendencia de los más bellos seres

para que nunca muera la rosa de lo hermoso.

Así, cuando marchite su madurez el tiempo,

su heredero más joven lo guarde en la memoria.

Mas tú, comprometido con tus ojos brillantes,

nutriste con tu esencia la llama de tu luz,

trayendo el hambre donde yacía la abundancia,

tú mismo tu enemigo, muy cruel con tu dulzura.

Tú, que eres hoy el fresco adorno de este mundo

y de la primavera radiante único heraldo,

sepultas en tu propio capullo tu poder,

y, tierna mezquindad, derrochas en ahorros.

Apiádate del mundo o sé todo insaciable,

y devoren el mundo la sepultura y tú.

LXV

Si no hay bronce ni roca ni tierra o mar ilímite

que supere a la triste muerte en poderío,

¿cómo puede lo bello enfrentar esta furia

cuya fuerza no dista de ser la de la flor?

¿Cómo podría el hálito de miel de los veranos

soportar el asedio ruinoso de los días

si no es del todo sólida la piedra inexpugnable,

si no hay puertas de acero que al Tiempo no sucumban?

¡Oh, reflexión terrible! ¿En dónde ocultaré

la joya más preciada del Tiempo y de su cofre?

¿Qué mano poderosa detendrá su pie ágil?

¿O quién podrá impedirle que usurpe la belleza?

¡Oh, nadie puede!, a menos que se dé este milagro:

que pueda hacer brillar mi amor en tinta negra.

CV

No dejen que mi amor se llame idolatría,

ni que mi amado sea mostrado como un ídolo,

pues todas mis canciones y alabanzas son

de uno, para uno, aún y para siempre.

Hoy mi amor es gentil, será gentil mañana,

todavía constante en pródiga excelencia;

por tanto, confinado mi verso a la constancia,

deja fuera lo otro expresando una cosa.

Bello, gentil y cierto es todo mi argumento;

bello, gentil y cierto cambian a otras palabras,

y en ese cambio está gastada mi invención,

los tres temas en uno, ganando alcances pródigos.

Bello, gentil y cierto han vivido apartados.

Esos tres que, hasta ahora, no habían sido uno.

CVI

Cuando leo en la crónica del tiempo disipado

algunas descripciones de criaturas hermosas,

y a la Belleza embellecer las viejas rimas

loando damas muertas y apuestos caballeros,

aprecio que, en honor de la dulce Belleza,

de manos, pies y labios, del ojo y de la ceja,

su pluma antigua pudo habernos expresado

incluso una belleza como la que posees.

Así, sus alabanzas son meras profecías
     de nuestro tiempo, y todas ya te prefiguraban,
     y puesto que miraban con ojos adivinos,
     no tenían la pericia para cantar tus méritos.
     Nosotros, que podemos contemplar estos días,
     te miramos absortos, y mudos te alabamos.
     CXXX
     Los ojos de mi amante nunca serán el sol,
     el coral es más rojo que el rojo de sus labios.
     Si la nieve es blancura, ¿por qué su pecho es pardo?
     Si el pelo fuera alambres, tendría alambres negros.
     He visto rosas rojas y blancas de Damasco,
     pero no he visto rosas tales en sus mejillas,
     y en algunos perfumes hay mucho más deleite
     que en el fétido aliento que escapa de mi amante.
     Adoro oír su hablar pero, lo sé muy bien,
     la música posee un sonido más dulce.
     Concedo no haber visto a una diosa partir:
     mi amante toca tierra al caminar. Con todo,
     yo juro por el cielo que mi amor es tan único
     como el que ella desmiente por comparar en falso. ~

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