Prólogo
Asclepíades: Al padre de los dioses
Contra el planeta entero arroja tu furia:
tormenta, rayos, lluvia, nieve, granizo,
calor, tinieblas.
Estremece la tierra cuanto quieras.
Exponme a todos los peligros.
Cederé si me matas.
Pero si me conservas la existencia
no dejaré de amar a las mujeres.
Hacia ellas me impulsa el mismo dios,
Eros,
que te domina incluso a ti,
Padre Zeus.
1. Rufino: La vida breve
Dura poco la edad de los placeres.
El resto de tu vida lo ocupa la vejez
y en seguida viene la muerte.
2. Estratón: Resentimiento
Las muchachas altivas y de cuerpo perfecto,
que nos miran con gran desprecio,
son fruto de la higuera en la más alta peña:
se las comen los buitres y los cuervos.
3. Arquíloco: Allá arriba
Melisa, higuera de las peñas,
tu hermosura alimenta los cuervos.
A todos quieres, tú, la más deseable,
la que ofrece deleite y da sufrimiento.
4. Meleagro: Dones
Eros le dio a Melisa la hermosura,
Afrodita la magia de su lecho,
su encanto lo heredó de las Tres Gracias.
5. Posidipo: Contumacia
Mucho antes de que saque los pies del fuego
ya me incita otra hoguera.
Nunca dejo de amar.
El deseo me trae más lágrimas
y el dolor del amor renuevo.
6. Asclepíades: No te importe después
Ayer tuve a Melisa entre mis brazos.
Una cadena atada a su cintura
llevaba escrito en letras de oro:
Ámame.
No te importe después
que otros me tengan.
7. Argentario: Como la abeja
Melisa es
como la abeja —amiga de las flores:
cuando te ama destila miel.
Cuando habla de lo que hace con tus rivales
te clava el aguijón
—como la abeja.
8. Macedonio el Cónsul: Melisa
Tu nombre evoca toda la dulzura
—pero eres más amarga que la muerte.
9. Posidipo: Nadie
”Catulo, es vergonzoso —escribe Manlio—
que sigas en Verona cuando aquí en Roma
calienta cualquier joven a la moda
su cuerpo en aquel lecho que abandonaste.”
No es ninguna vergüenza, Manlio,
sino más bien una desgracia.
— Catulo, LXVIII
No trates de ablandarme con tus lágrimas,
Melisa. Bien lo sé:
si estás conmigo
suspiras que me amas como a nadie.
Pero cuando otro te posee le juras:
—Te quiero como a nadie en este mundo.
10. Filodemo el Epicúreo: Abismo
Cada vez que me acuesto con Melisa
siento que toco el fondo del abismo
y echo a perder mi vida.
Ya no estoy en edad,
hago el ridículo,
todo es terrible y todos me condenan.
Pero de nada sirve esta conciencia:
Cuando clava la flecha del deseo
Eros destruye en ti todos los miedos.
11. Rufino: Objeción
De ti amo todo
—menos tu mal gusto
que te lleva a aceptar a quienes detesto.
12. Nicarco: Sensatez
A esta edad lo sensato
no es buscarse una amante
sino un sepulcro.
13. Filomeno el Epicúreo: No hay salida
Pena y vergüenza da el amor de un viejo.
Los años que reclaman
los generales al soldado fuerte
se los pide a su amigo una muchacha.
— Ovidio, Amores, IX
Todos me exigen:
—Rompe con Melisa.
Ya no sigas cubriéndote de oprobio.
Es vergonzoso:
Me quedé sin fuerza
para escapar
porque la cruel muchacha,
siempre que me repite:
—No te convengo—
se vuelve aún más hermosa y más deseable.
14. Asclepíades: La flecha de fuego
Larga noche de invierno:
El sol se ha puesto
y en vano espero ante tu puerta.
Melisa, no es amor
sino la flecha
de fuego que clavó en su furia Eros.
15. Pablo Silenciario: Habla Melisa
—Cuando hago el amor con Pedro
me imagino que estoy con Carlos.
Cuando me toma Carlos pienso en Alberto
y si me tiene Alberto vuelve el deseo
de acostarme otra vez con Pedro.
Reniego siempre del que está en mis brazos.
Por tanto ellos
me aman con más ardor que a ninguna otra.
Mujer, si tú me juzgas una gran puta,
un mal ejemplo, un monstruo
(aunque muy hermosa),
desde luego lo acepto y estoy de acuerdo.
Pero entonces, amiga, por favor quédate
con la horrible miseria de que te ame
tan sólo un hombre en vez de tres o cuatro. –