Streakers: el desnudo como protesta

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Niegan ser exhibicionistas, pues no intentan provocar ningún tipo de respuesta sexual. Tampoco son nudistas, porque dicen que lo suyo no se ciñe a espacios delimitados ni es una forma de naturismo. Aparecen desnudos en acontecimientos multitudinarios, corren en medio de partidos de fútbol, saltan medidas de seguridad millonarias, se dejan atrapar por las autoridades, asumen querellas judiciales y reciben casi siempre golpes y fracturas. Son los cruzados simpáticos del puritanismo, se hacen llamar streakers (“corredores desnudos”) y las agencias de publicidad ya han descubierto en ellos un filón. Sin embargo aseguran que no lo hacen por dinero, sino para divertir al público. El desempleado de Liverpool Mark Roberts, reconocido por el Libro Guiness como el más prolífico con 273 intervenciones en diez años, apela al humor universal más elemental con su declaración de principios: “La vida se está volviendo demasiado seria a estas alturas. Quiero recordarle a la gente que todavía podemos reírnos. Y no me importa de dónde seas. Cuando me veas sin ropa, te vas a reír”.
     Roberts hizo noticia al exhibirse durante la trigésimo octava final de la Super Bowl, el acontecimiento televisado con más audiencia del mundo. Justo antes del comienzo del tercer tiempo, saltó al terreno de juego del Reliant Stadium en Houston. Llevaba sólo medio balón de fútbol a modo de taparrabos y anunciaba en su torso la página de un casino en Internet. En la espalda tenía escritas las palabras “Super Bowel” (súper intestino). El trasero de Roberts, sin embargo, quedó eclipsado ese día por el cubre pezón metálico que Janet Jackson enseñó a los noventa millones de espectadores norteamericanos de la cbs. El destete de la cantante fue lo que provocó la indignación de los más conservadores, que en cambio no se pronunciaron sobre la hazaña de Roberts de eludir unas medidas de seguridad antiterroristas de un millón seiscientos mil dólares. La gracia le costó al inglés, eso sí, una acusación por infracción criminal e intoxicación pública.
     ¿Qué lleva a una persona a poner en riesgo su vida a cambio de unas cuantas risas fáciles? ¿Qué es el streaking y de dónde procede? Los seguidores de esta práctica singular afirman con ironía ser herederos de una tradición que empieza con Adán y Eva, continúa con los juegos olímpicos de la antigua Grecia y llega hasta Lady Godiva, de quien se dice cabalgaba melena al viento como su madre la alumbró. Pero el verdadero origen está en los Estados Unidos, donde nació como desafío a la escrupulosidad protestante. Algunos estudiantes universitarios de Carolina del Sur pusieron de moda en 1974 celebrar todo tipo de actos retozando desnudos por los campus en nombre de la libertad sexual. La costumbre se extendió por universidades, eventos deportivos y hasta manifestaciones políticas. Lejos de ser un aire pasajero, el streaking engrosó sus filas y hazañas cada año, sobre todo en los países anglosajones. Entre los casos más famosos figuran Robert Opel, que apareció detrás del actor David Niven en la ceremonia de los Oscar de 1974, Melissa Johnson, que asaltó por primera vez el verde de Wimbledon en la final masculina de 1996, o Brynn Richard Reed, el intrépido que se paseó junto a la ventanilla del Rolls Royce de Isabel de Inglaterra durante la conmemoración de su jubileo. En todos los casos, la prensa relata las peripecias con guasa y benevolencia. De Reed, por ejemplo, Time Magazine llegó a decir que probablemente le había hecho a la reina el mejor regalo de todos: “La oportunidad de avergonzarse por alguien distinto a sus propios hijos”.
     La connivencia popular es precisamente la mejor defensa de los streakers a la hora de solventar demandas judiciales. El inagotable Mark Roberts fue declarado inocente en el único juicio que ha enfrentado hasta ahora. Acusado de ocasionar perjuicio público por enseñarse en una competición atlética en Manchester, lo condenaron a pagar sólo una multa de cuatrocientas libras por falta de pruebas: en las imágenes no se veía al público enfadado, sino animando y aplaudiendo. Y este clamor masivo es también lo que excita a los espontáneos una vez desnudos y en el punto de mira: “Puedes tener el mejor sexo del mundo, puedes pasártelo como nunca con tus colegas o con tu novia, pero nada se acercará nunca a esa sensación. Después de todo, no te aclaman sesenta mil personas cuando estás haciendo el amor o bebiendo cerveza”, recuerda Roberts de la primera vez que se mostró en un campo de fútbol, en Hong Kong, bastante borracho. Y es que el alcohol y la ilegalidad del acto, aseveran los psicólogos, es lo que provocan al streaker, además de una cuestión de poder: “Puedo hacer esto y nadie puede pararme”.
     Por último, el dinero también entró en este juego exhibicionista, cuando las empresas publicitarias descubrieron que el streaking es una forma barata de difusión. Baste el ejemplo de Mark Roberts en la Super Bowl: los anunciantes ordinarios de la gala pagaron a la cbs una media de 2,25 millones de dólares por cada comercial de treinta segundos, mientras que el casino online que publicitó Roberts en la pancarta de su pecho imberbe, apenas los gastos de viaje y legales de la travesura. A pesar de todo, los streakers insisten en que no lo hacen por motivos pecuniarios. En una de las múltiples páginas que tienen en Internet, declaran solemnemente: “En un tiempo en que los medios nos enseñan a creer en la belleza perfecta del ser humano, el streaking es un recordatorio de lo que es normal para la mayoría de nosotros. Deja con un palmo de narices (u otros apéndices) a las leyes de comportamiento pasadas de moda en la más pura tradición anarquista de ostentar autoridad”. –

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(Huelva, España, 1978) es periodista y editora afincada en México. Imparte clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana.


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