La brecha abierta entre Estados Unidos y Europa en los últimos años tiene que cerrarse. En esto coinciden casi todos, incluso los ideólogos más radicales de ambos lados del Atlántico. El mundo no soporta ya más polarizaciones: bastan y sobran las provocadas por el fanatismo integrista, el cual debe enfrentarse desde un solo bando. Esas dos fuerzas de Occidente deben bailar juntas el baile de la democracia, conciliando diferencias y apostando por sus intereses comunes, que son, en el fondo, los intereses de todos nosotros: la paz, la estabilidad, el desarrollo. Esa conciliación se alcanzará después de un ejercicio de autocrítica de ambas partes: Estados Unidos debe entender que no va solo, que no puede ir solo, por la autopista mundial, y Europa debe transitar por esa vía con un afán de cooperación y participación activa.
En este número de Letras Libres, el pensador francés Pascal Bruckner propone salvaguardar la democracia universal mediante un entendimiento trasatlántico que incluya la reconciliación de Europa con la historia y la reconciliación de Estados Unidos con el mundo; Philip H. Gordon y Timothy Garton Ash cruzan cartas en las que la idea de un nuevo pacto trasciende los férreos intereses particulares, y Barbara Probst Solomon apela al ejercicio de la memoria para no repetir los errores del pasado y para entender el “estira y afloja” entre ambos protagonistas. Nuestro futuro depende, en gran medida, de su acoplamiento sobre la pista del mundo. –
Sobre “El petróleo y el pueblo”, de Carlos Elizondo Mayer-Serra (núm. 172)
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