Señor director:
Después de casi dos años de esperar asiduamente la impresión mensual de Letras Libres, he caído en una cuenta que me hizo llamarme y llamarle a cuentas. El número 46 de la revista, correspondiente al mes de octubre, me interesó especialmente. Preguntas que me han estado ocupando desde hace unos años esperaban descanso en sus páginas. Migraciones, exilios, horizontes, errancia, desplazamiento, búsqueda, movimiento, sobrevivencia, esperanza, utopía…
Recorrí todas las letras… libres ciertamente, pero incompletas. No me hallé en ellas, y aun peor, tampoco hallé a la mitad de la población del mundo.
Ni un solo artículo que hablara de mujeres, ni una sola letra escrita por una mujer.
Y no es que necesariamente una mujer tenga que hablar de mujeres, los hombres también podrían, pero entonces, ¿dónde están las 304,931 mujeres mexicanas trabajadoras temporales en eu que reportó CONAPO en 1997? ¿Las 113,000 mexicanas que devolvió la patrulla fronteriza de 1998 al 2000? ¿Qué pasa con los 3.6 millones de mexicanas que viven en Estados Unidos y de las cuales 31% se encuentra en situación de pobreza según la misma fuente? ¿Y las 6.6 millones de mujeres refugiadas en el mundo? ¿Las 522,390 solicitantes de asilo? ¿Las 254,485,000 mujeres refugiadas repatriadas? ¿Los casi tres millones de mujeres desplazadas internas? Acaso sólo su mirada nos reproche tal silencio desde las fotografías de Sebastião Salgado.
Recorrí el directorio de la revista: en el consejo editorial once hombres, notables sin duda… hombres. No contenta con eso y aprovechando mis horas de ocio, indagué más y encontré que de las 39 personas que hacen posible la aparición de la revista, sólo hay siete mujeres: una en el equipo de redacción, la editora de internet, la editora internacional, la responsable de facturación, la directora comercial, la directora de arte y la encargada de la captura, por supuesto. Entonces entendí la omisión, pero en estas letras libres me quedó una sensación de libertad minusválida.
Juan Villoro, en un texto bellísimo de este mismo número, retoma las palabras del escritor sudafricano Breyten Breytenbach y dice que la refutación de las fronteras representa un acto de resistencia, una necesidad convertida en programa. Si esto es cierto y si quisiéramos aprender a ver completo y en libertad, habrá que refutar esta primer frontera, la más difícil: la frontera que hace invisible a las otras. ~
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