Manuel Padorno, en donde germina la poesía

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Para Josefina Betancor

Se alongaba a la ventana. Abría los postigos salitrosos por las mareas de la bahía de Las Canteras y se hacía a la luz, al abismo claro del día sin más útiles que los tanteos, los asomos con vistas a un desvío, que era lo que buscaba: "Desde mi casa al mar debe de haber/ cierto misterio, mas ahora mismo/ que mido la distancia, sin hallarla,/ ésa que hoy tiene, sin que se conozca/ aquel sentido, tanto como un día/ fue la caleta un asa transparente,/ toda la playa azul vaso de luz/ que llevarme a los labios y beber/ la claridad universal, aquí,/ líquida luz al fin, bebida mía/ sobre la misma raya del desvío." (Desvío hacia otro silencio, 1995).
     La caleta, Punta Brava, la casa terrera en la orilla. Respiraba y se dejaba mecer, con la escritura, por el rumor de los bosques invisibles del Atlántico. Ése era su taller, y su oficio indecible: "Sólo estoy preparado para cosas/ que la gente no ve, ni da importancia." (Para mayor gloria, 1997). Y eso se producía en el por afuera del mundo conocido, que iniciaron los europeos al descubrir las Islas Canarias; en el declive por nombrar de una poesía que alienta el imaginario de una respiración canaria, fijo este respirar y al mismo tiempo a la deriva entre continentes tangibles y a la vez inaccesibles: el poema que Manuel Padorno escribía desde su primer libro: A la sombra del mar (1963).
     Esto lo hacía único y referencia ineludible. Fundador, tenaz y desobediente, de una expresión universal y contemporánea de la poesía canaria. Autodidacta y aprendiz de los sentidos a fuerza de desviarlos, de entrar y salir por las islas inaugurando un paisaje que habitaba mediante el diálogo. Con los poetas mayores de la América latina. Con la misma pintura, en la que también se volcó desde 1969 con las series Nómada urbano, concluida en 1985, y Nómada marítimo.
     Manuel Padorno falleció el pasado 22 de mayo en Madrid momentos antes de celebrar una lectura de sus poemas. Había nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1933. Su padre, que trabajaba en la Compañía Transmediterránea y hacía la ruta entre el puerto canario y el de Barcelona, lo trajo a esta ciudad en la que residió entre 1941 y 1943 y en la que nació otro extraordinario y más escondido poeta canario: Eugenio Padorno. Manuel Padorno estuvo el pasado mes de diciembre en Barcelona reconociendo ese lugar, esa casa que sigue como entonces. La pude ver, hace años, con Eugenio Padorno, en la ciudadela marítima de La Barceloneta. No había palabras, bajo la ropa blanca tendida de pared a pared, y entre las gaviotas y los remolinos de luz, que nombraran en voz alta la calle, la calle de la Atlántida, ni su despojado desemboque en el mar Mediterráneo, el que dialoga con el Atlántico. Era, casi, como estar en la playa de Las Canteras por la mañana de espaldas a las casas, bermejas, añiles, celestes y amarillas, que se asoman al paseo marítimo, con las imágenes del habla creciendo en una terraza a la sombra del mar después de una noche en esa cosmópolis de tránsitos y varaderos que es Las Palmas de Gran Canaria, en un garito portuario con mucho humo, mucho whisky, y el sonido limpio de un taco de billar punteando una conversación apasionada, como todo lo que emprendía Manuel Padorno.
     A la sombra del mar hemos crecido todos. A los niños canarios cuántas veces nos decían: "¡No te alongues, que te caes!" "¡Vete con fundamento!" Manuel Padorno fue, con mucho, un experto en el arte difícil de alongarse, de acercarse a una luz diferente, a otro silencio en el que atisbar el mundo. Experto en mandarse a mudar y estar por ahí afuera, en donde germina la poesía.
     Se instaló en los 50 en Madrid, donde fundó con Josefina Betancor y el poeta canario Luis Feria la colección "Poesía para todos", en la que aparecieron libros de Barral, González, Brines, Crespo, Gil de Biedma y Valente. Mantuvo amistad con Manuel Millares y los pintores del grupo El Paso. No fue ésta su única aventura editorial, ya que, en la década de 1970, con su proverbial generosidad, abrió el Taller de Ediciones JB.
     Regresó definitivamente a Las Palmas en 1985. "Entonces fui a la isla a ver distinto." Su oficio de poeta —decía en Hacia otra realidad (2000)— consistía en operar con una epifanía de lo invisible atravesado por una palabra atlántica universal, cosmogónica. "Quisiera escribir del otro lado/ con mayor claridad. Con más sentido./ Penetrar es difícil".
     Lo hizo y lo cumplió con creces. Presencia, reflejo de nube pasajera sobre el mar, proyección de luz sobre el solar de las islas. Manuel Padorno ha dejado inaugurada una palabra atlántica ineludible. Como dice en su "Testamento del agua": "Del otro lado, sí, pasé la raya/ siempre. Estuve aquí, estoy afuera/ contemplando la luz: la llama llena."

***

Bibliografía básica de Manuel Padorno:
El nómada sale (Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1990), El hombre que llega al exterior (Pre-Textos, 1990), Éxtasis (Pre-Textos, 1993), La Guía. Antología poética personal (1963-1994) (Del Bronce, 1996), Para mayor gloria (Pre-Textos, 1997), Hacia otra realidad (Tusquets, 2000). ~

Para Josefina Betancor

Se alongaba a la ventana. Abría los postigos salitrosos por las mareas de la bahía de Las Canteras y se hacía a la luz, al abismo claro del día sin más útiles que los tanteos, los asomos con vistas a un desvío, que era lo que buscaba: "Desde mi casa al mar debe de haber/ cierto misterio, mas ahora mismo/ que mido la distancia, sin hallarla,/ ésa que hoy tiene, sin que se conozca/ aquel sentido, tanto como un día/ fue la caleta un asa transparente,/ toda la playa azul vaso de luz/ que llevarme a los labios y beber/ la claridad universal, aquí,/ líquida luz al fin, bebida mía/ sobre la misma raya del desvío." (Desvío hacia otro silencio, 1995).
     La caleta, Punta Brava, la casa terrera en la orilla. Respiraba y se dejaba mecer, con la escritura, por el rumor de los bosques invisibles del Atlántico. Ése era su taller, y su oficio indecible: "Sólo estoy preparado para cosas/ que la gente no ve, ni da importancia." (Para mayor gloria, 1997). Y eso se producía en el por afuera del mundo conocido, que iniciaron los europeos al descubrir las Islas Canarias; en el declive por nombrar de una poesía que alienta el imaginario de una respiración canaria, fijo este respirar y al mismo tiempo a la deriva entre continentes tangibles y a la vez inaccesibles: el poema que Manuel Padorno escribía desde su primer libro: A la sombra del mar (1963).
     Esto lo hacía único y referencia ineludible. Fundador, tenaz y desobediente, de una expresión universal y contemporánea de la poesía canaria. Autodidacta y aprendiz de los sentidos a fuerza de desviarlos, de entrar y salir por las islas inaugurando un paisaje que habitaba mediante el diálogo. Con los poetas mayores de la América latina. Con la misma pintura, en la que también se volcó desde 1969 con las series Nómada urbano, concluida en 1985, y Nómada marítimo.
     Manuel Padorno falleció el pasado 22 de mayo en Madrid momentos antes de celebrar una lectura de sus poemas. Había nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1933. Su padre, que trabajaba en la Compañía Transmediterránea y hacía la ruta entre el puerto canario y el de Barcelona, lo trajo a esta ciudad en la que residió entre 1941 y 1943 y en la que nació otro extraordinario y más escondido poeta canario: Eugenio Padorno. Manuel Padorno estuvo el pasado mes de diciembre en Barcelona reconociendo ese lugar, esa casa que sigue como entonces. La pude ver, hace años, con Eugenio Padorno, en la ciudadela marítima de La Barceloneta. No había palabras, bajo la ropa blanca tendida de pared a pared, y entre las gaviotas y los remolinos de luz, que nombraran en voz alta la calle, la calle de la Atlántida, ni su despojado desemboque en el mar Mediterráneo, el que dialoga con el Atlántico. Era, casi, como estar en la playa de Las Canteras por la mañana de espaldas a las casas, bermejas, añiles, celestes y amarillas, que se asoman al paseo marítimo, con las imágenes del habla creciendo en una terraza a la sombra del mar después de una noche en esa cosmópolis de tránsitos y varaderos que es Las Palmas de Gran Canaria, en un garito portuario con mucho humo, mucho whisky, y el sonido limpio de un taco de billar punteando una conversación apasionada, como todo lo que emprendía Manuel Padorno.
     A la sombra del mar hemos crecido todos. A los niños canarios cuántas veces nos decían: "¡No te alongues, que te caes!" "¡Vete con fundamento!" Manuel Padorno fue, con mucho, un experto en el arte difícil de alongarse, de acercarse a una luz diferente, a otro silencio en el que atisbar el mundo. Experto en mandarse a mudar y estar por ahí afuera, en donde germina la poesía.
     Se instaló en los 50 en Madrid, donde fundó con Josefina Betancor y el poeta canario Luis Feria la colección "Poesía para todos", en la que aparecieron libros de Barral, González, Brines, Crespo, Gil de Biedma y Valente. Mantuvo amistad con Manuel Millares y los pintores del grupo El Paso. No fue ésta su única aventura editorial, ya que, en la década de 1970, con su proverbial generosidad, abrió el Taller de Ediciones JB.
     Regresó definitivamente a Las Palmas en 1985. "Entonces fui a la isla a ver distinto." Su oficio de poeta —decía en Hacia otra realidad (2000)— consistía en operar con una epifanía de lo invisible atravesado por una palabra atlántica universal, cosmogónica. "Quisiera escribir del otro lado/ con mayor claridad. Con más sentido./ Penetrar es difícil".
     Lo hizo y lo cumplió con creces. Presencia, reflejo de nube pasajera sobre el mar, proyección de luz sobre el solar de las islas. Manuel Padorno ha dejado inaugurada una palabra atlántica ineludible. Como dice en su "Testamento del agua": "Del otro lado, sí, pasé la raya/ siempre. Estuve aquí, estoy afuera/ contemplando la luz: la llama llena."
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     Bibliografía básica de Manuel Padorno:
     El nómada sale (Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1990), El hombre que llega al exterior (Pre-Textos, 1990), Éxtasis (Pre-Textos, 1993), La Guía. Antología poética personal (1963-1994) (Del Bronce, 1996), Para mayor gloria (Pre-Textos, 1997), Hacia otra realidad (Tusquets, 2000). ~

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