Dos poemas

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El color de los atardeceres
      
      
     Atardecer naranja
     con sus nubes raídas
     y su sol que alumbra todas las palabras.
     Una gasolinera exhibe un dinosaurio
     (aquí hubo dinosaurios)
     y una pradera inacabable.
      
     ¿Dónde aprendí todo eso?
      
     Descartemos las nubes, son siempre
     las mismas. Descartemos el sol,
     presa fácil de todas las metáforas.
     Nos queda la naranja.
      
     Algunos dicen que vino de la India
     donde era alimento de los dioses.
     Otros, que vino de Persia o de Arabia
     igual que el nombre y su color.
      
     Virgilio la llamó "áurea mala"
     y la dejó caer en una égloga.
     Colón la tuvo entre sus dedos. Por ella
     descubrió que el mundo era redondo
     y que viajando hacia el Poniente
     llegaría (como el sol) hacia el Levante.
      
     Ahora estamos solos. Yo y la naranja.
      
     Cuesta siglos decir atardecer naranja.
      
      
      
      
     Para llegar a Missoula
      
      
     Hace algunos años
     leí un poema de Bly sobre Missoula.
      
     Todavía lo recuerdo.
                    Hablaba de un tren
     (tal vez la vieja ruta del Pacífico)
     en una mañana de invierno. Los durmientes
     habían dejado atrás las sombras
     y el cristal
            surcado por la nieve
     dejaba entrever el perfil de las montañas.
     Era necesaria la nieve para llegar a Missoula,
     para cruzar "la puerta del infierno"
     como antiguamente la llamaban los colonos.
      
     Nosotros llegamos una tarde de verano
     en automóvil. Y hacía mucho sol.
     ¿Por qué nos perseguía el frío del poema?
      
     Para llegar a Missoula
     era necesario un tren
     y una ventana escarchada y algo de nieve. –

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