Dos escenas. La primera viene de la primera plana de The New York Times: el asesinato de cuatro niños palestinos durante un ataque de fuerzas militares israelíes, mientras jugaban en el muelle de una playa de Gaza cercana al hotel donde se hospeda gran parte de la prensa internacional que cubre el conflicto. Un primer tiro impactó una estructura donde jugaban escondidas. Los niños escaparon corriendo pero otro tiro los golpeó a todos.
La segunda corresponde al programa infantil Los pioneros del mañana de la televisora Al-Aqsa controlada por Hamas, donde el conejo Assud envenena todas las tardes de viernes a los niños palestinos. El personaje entró al programa luego que el abejorro Nahoul muriera de una enfermedad curable, pues el cerco israelí le impidió recibir tratamiento médico. Este a su vez había tomado el lugar del ratón Farfur, quien acompañado de una pequeña niña llamada Saraa incitaba al odio contra los judíos, antes de ser asesinado a golpes en un interrogatorio a manos de un agente israelí.
Con una expresión fría, Saraa afirmaba en esa emisión que la rata había muerto como un mártir, defendiendo su tierra, a manos de los judíos a quienes señala como asesinos de niños inocentes. Lo más significativo son las reacciones de los pequeños que llaman al programa y en quienes el odio se ha incubado.
Durante los últimos días, los periodistas de bando han llenado las redes sociales de imágenes terribles en las que los niños palestinos son protagonistas de una masacre, sin un solo paquete de información que las acompañe explicando lo que sucede en Gaza. Acaso “para encontrar un puesto en el bando de los buenos y compasivos” o simplemente como demagogos que en el fondo se regodean en una tragedia.
Las crónicas no permiten la menor esperanza. Todos sabemos cómo empezó: tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados, un joven palestino a continuación calcinado y abandonado en un bosque. Luego, todos los demás. En las calles de Jerusalén, grupos de ultranacionalistas judíos cuyas filas están colmadas de jóvenes, salen a cantar consignas de "muerte a los árabes", mientras que al otro lado del muro Hamas capitanea un movimiento extremista y lleno de odio.
El frágil proceso de paz fue envenenado nuevamente porque aquí solo parece tener valor la justicia retributiva de “vida por vida”. Un sector de la prensa lleva el marcador de ambos lados, la suma de los niños muertos para alimentar prejuicios, sinrazones, porque como escribe Héctor Abad, éstos son el paradigma de la inocencia y ayudan a la indignación; como si las vidas de los judíos asesinados no fuesen idénticas en valor a las de los palestinos. Ya lo decía Arnoldo Kraus sobre los crímenes que provocaron este estallido: “Las caras de los tres jóvenes israelíes asesinados son idénticas a las del joven palestino masacrado. Los nombres difieren”.
Según Shlomo Ben Ami, exministro israelí de Asuntos Exteriores, debe entenderse que las imágenes que salen al mundo son resultado de un conflicto asimétrico, por lo que hay una sola salida de la tragedia de Gaza: usar el desastre actual como punto de partida para impulsar un plan de paz.*
*Este texto fue modificado el 30 de julio de 2014 para mayor claridad en su parte final.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).