Primeras frases

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Cuando era más joven y más vulnerable, un amigo escritor me dio un consejo al que no he dejado de dar vueltas desde entonces.
     “Siempre que vayas a empezar un artículo o una novela, recuerda que es fundamental que la primera frase atrape al lector”, me dijo.
     Eso fue lo único que dijo, pero me quedó muy grabado. Desde aquel día, han sido innumerables las veces que me he acordado, al empezar un artículo o un relato o una novela, de aquel interesante consejo.
     Aunque fue un consejo bien dado, también es cierto, si lo pensamos bien, que hay primeras frases famosas de libros famosos que no destacan precisamente por ser llamativas o brillantes y, sin embargo, han tenido una fortuna inmensa. Por ejemplo: “Durante mucho tiempo, me acosté temprano”. Esta primera frase de En busca del tiempo perdido es sencilla y nada aparatosa. Es un misterio su inmenso éxito, aunque tal vez éste resida precisamente en su absoluta sencillez. Una sencillez que quizás sea tan sólo aparente, pues con esa pequeña frase mágica, que tardó una infinidad de años en encontrar, Marcel Proust encontró —tal como ha escrito Jorge Edwards— el tono preciso, la voz narrativa original, única en la novela contemporánea. Y es que tal vez todas las ideas literarias de Proust se reordenaron y fecundaron a partir de esa primera frase tan sencilla pero tan difícil de encontrar.
     La de Proust es una de las frases más parodiadas del mundo. No creo que él, al escribirla, hubiera podido llegar a imaginarlo. De entre las parodias de esa frase, me encanta la de Georges Perec: “Durante mucho tiempo, me acosté por escrito”.
     Jordi Puntí acaba de parodiarla con gracia en la primera frase de su libro de relatos Piel de armadillo: “Durante mucho tiempo me he ido a dormir muy tarde por la noche. Desde la pasada madrugada, sin embargo, he decidido que ir a dormir tarde es peligroso, más peligroso de lo que pueda parecer a primera vista”.
     Durante mucho tiempo, he intentado escribir un artículo sobre las primeras frases célebres de libros famosos. Creo que estoy en camino de conseguirlo. Pienso ahora en el comienzo de Pedro Páramo de Juan Rulfo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Otra frase más bien sencilla y nada aparatosa o llamativa y que sin embargo ha hecho una inmensa fortuna y pone en entredicho la valía real del consejo que me diera mi amigo escritor en los días en que yo era más joven y más vulnerable.
     Claro que también es cierto que…

Claro que también es cierto que hay comienzos bien brillantes y que incluso condensan en esa primera frase la novela entera. Es el caso indiscutible, por ejemplo, de Lolita de Nabokov: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas […] Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar…”
     El lector puede añadir aquí las primeras frases de artículos, relatos o novelas que no ha podido jamás olvidar. Personalmente, leí a los quince años la primera frase de La metamorfosis de Franz Kafka, y el impacto en mi alma de lector fue memorable. Aunque por motivos distintos —en este caso porque nunca he llegado a entenderla—, otra primera frase leída en esa época me dejó también un recuerdo memorable; me refiero al comienzo de una novela de Pavese, traducida en Argentina, editorial Losada: “Le llamaban Pedro porque tocaba la guitarra”. Todavía hoy estoy esperando que alguien me explique esa frase.
     En el mundo de los lectores de primeras frases hay de todo. Por ejemplo, Borges habla de un tipo de lector que antes no existía, es el lector de ficciones policiacas. Puede ser un persa, un malayo, un niño, una persona a la que le dicen, por ejemplo, que el Quijote es una novela policiaca y, como tal, se apresta a recorrerla. Lee: “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”, y ya ese lector está lleno de sospechas, porque el lector de novelas policiacas lee con una suspicacia especial: ¿Por qué no quiso acordarse Cervantes del nombre de ese lugar? Porque sin duda era el asesino, el culpable.
     En fin. Donde hay una primera frase, hay siempre una última. El tema de las últimas frases de los artículos o de las novelas será mejor dejarlo para otro momento. Por hoy, lo juro, esta es mi última frase. –

 

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