La prensa española ha añadido a sus crónicas de la abdicación del rey Juan Carlos el inevitable juicio a una monarquía desgastada, una institución desprestigiada a la que miles de españoles consideran “como algo caduco y desconectado de un mundo en el que la meritocracia es la forma de alcanzar altos niveles de responsabilidad". El rey se retira, dicen, en un momento en el que ya no parece quebrado por la salud, ni vencido por los acontecimientos, sino empujado por “una opinión pública más exigente y al peso de los errores cometidos en el pasado”.
El recuento hecho por la reportera de El Mundo en la Casa Real —publicado el lunes en la versión web y la edición vespertina del periódico— hablaba de una caída pública y privada del rey: cinco operaciones quirúrgicas; el escándalo de su yerno, Iñaki Urdangarín, acusado de corrupción; el safari en Botswana para cazar elefantes cuando España sufría su peor crisis económica en medio siglo, y la “amiga íntima del monarca”, la princesa Corinna zu Sayn Wittgenstein. Esta última referencia desapareció en la edición impresa del martes 3 de junio, lo que originó no sólo una discusión por censura, sino la suspensión de dos corresponsales por solidarizarse con la redactora.
Menos de veinticuatro horas después, 60,000 ejemplares de la revista satírica El Jueves fueron retirados y destruidos por sus editores. La razón: una portada en la que el rey Juan Carlos entrega una corona sucia y maloliente al príncipe Felipe, la cual fue sustituida antes de ser enviada a los kioscos de periódicos. Sus principales dibujantes renunciaron y abandonaron en bloque la publicación.
Esta no era, ni de lejos, la primera portada controvertida de El Jueves. En julio de 2007, la revista fue secuestrada por una orden judicial por el delito de injurias a La Corona, debido a una viñeta provocadora que hacía referencia a la ayuda económica a la maternidad anunciada por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, y en la que se representaba al príncipe heredero y su esposa teniendo sexo mientras él pregunta: “¿Te das cuenta si te quedas preñada?… Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida”. El semanario subrayó que el ánimo era totalmente humorístico e incluso publicó una imagen de desagravio. Más tarde, con caricaturas tituladas en portada "El Rey retoma sus actividades" y “Al Rey ya no se le levanta”, El Jueves ventiló intimidades y asuntos de alcoba entre Juan Carlos y Sofía, además de aprovechar la oportunidad para dibujar al monarca con los pantalones bajados mientras la Zarzuela desmentía la versión de que se le había amputado un testículo.
Fue en septiembre de 2005 cuando un grupo de caricaturista publicaron una serie de viñetas de Mahoma en el Jyllands-Posten, que ocasionaron una crisis grave entre Dinamarca y el mundo islámico. El danés Kurt Westergaard, quien dibujó al profeta con un turbante en forma de bomba, debió vivir en la clandestinidad y bajo protección policial por las amenazas de muerte recibidas y los intentos frustrados por asesinarlo.
Una vez más, en septiembre del 2013, no mucho después de que extremistas musulmanes atacaran el Consulado de Estados Unidos en Bengasi, causando la muerte del embajador en Libia como una forma de cobrarse los insultos de occidente a su fe, la revista francesa Charlie Hebdo publicó un par de viñetas del profeta Mahoma desnudo. Aunque ya habían sido víctimas de ataques violentos en el pasado, los editores del semanario humorístico hicieron pública su negativa a ceder ante la violencia pues, de aceptar la autocensura para comprar una paz ficticia con el mundo islámico, dijeron, “el puñado de extremistas que se revuelven en el mundo habría ganado”. Abiertos al debate, a escuchar a quienes opinan que no hay que herir la fe de los creyentes, los periodistas pidieron a cambio a los creyentes dejar de lastimar a quienes no comparten sus convicciones y que “cesen de responder al lápiz y a la pluma con el puñal y el cinturón de explosivos”.
En El Jueves libraron la misma batalla contra los extremistas islámicos. "No es plato de buen gusto, pero no podemos silenciarnos –decían su editores tras poner no una sino varias versiones de quien podría ser Mahoma–. Los humoristas no podemos autocensurarnos siempre que haya peligro de respuesta violenta". Ahí donde se hacía sátira dura contra el poder y los colaboradores se plantaban contra las amenazas a la libertad de expresión, la directiva de los dueños hoy es “no se habla del Rey en portada”. Pero la censura ha terminado por desencadenar el conocido “efecto Streisand”, multiplicando el impacto de lo que busca ocultarse, exhibiendo las claudicaciones de unos y la debilidad y el deterioro de la imagen pública de las instituciones y de la Corona.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).