Coincidencias de fin de siglo

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"¿A dónde irán los siglos que se mueren? ¿Para qué mediremos el tiempo, si no admite mesura?", escribió Federico Gamboa en su Diario, en vísperas del siglo XX. Como cada cien años, gran controversia suscitaba el tratar de precisar si el nuevo siglo escribiría su propia historia a partir del primer segundo del primero de enero de 1900 o un año después, al despuntar 1901. Y con las opiniones siempre divididas, el siglo XX vio su alumbramiento dos años seguidos, al consumirse 1899 y 1900.
     1899 había sido particularmente difícil. El Calendario del más antiguo Galván daba cuenta de los siniestros del último año. Durante el mes de enero la República había sido sacudida por un fortísimo temblor de casi dos minutos de duración. Marzo fue iluminado por la tremenda explosión de un depósito de dinamita y junio presenció el desbordamiento del Río Bravo. En los tres casos, decenas de víctimas clamaron ayuda a la nación entera.
     Las terribles tragedias pronto quedaron en el olvido, y en los meses previos a la llegada del siglo XX la política dio rienda suelta a sus mexicanísimas pasiones. Año preelectoral, 1899 fue testigo de una "cargada" sui generis. Sin partido oficial, la prensa montó el tinglado y de manera casi unánime otorgó su apoyo al viejo Porfirio Díaz. La Palabra Libre, El Cosmopolita, El Reproductor, El Imparcial y otros diarios dedicaron sus primeras planas de los últimos días de diciembre al "héroe de la Paz, el Orden y el Progreso" y se pronunciaron en favor de una nueva reelección. El Liberal, por su parte, prefirió postular al general Bernardo Reyes para la silla presidencial. "Ficción democrática", le llamaron algunos.
     Con la política gravitando en el ambiente, las clases rectoras del país tuvieron la feliz ocurrencia de proponer una alianza entre partidos. Buscaban someter al Congreso una iniciativa para reformar la Constitución y otorgarle la presidencia vitalicia a don Porfirio. El intento fracasó por el antagonismo natural entre liberales y conservadores; "diferencias de fondo", dijeron. Y, pese a las fracturas que evidenciaba el grupo liberal hacia su interior, el 27 de diciembre de 1899 La Palabra Libre publicó una declaración que continuaría vigente cien años después: "Porque el partido, cualesquiera que sean sus diferencias hoy, como en los días de prueba, está uniforme y unido en esta sola aspiración: sostener los principios fundamentales de su credo político, encarnados en la magna Constitución".
     "Mal empieza la semana para quien ahorcan en lunes", debieron pensar los miembros del nuevo Ayuntamiento de la Ciudad de México. Su futuro se tornaba tan oscuro como la última noche del siglo xix. Y más con la nota publicada por El Liberal, el 31 de diciembre: "En el año que hoy acaba no se hizo absolutamente nada de provecho en bien de la ciudad. Por el contrario, se cometieron torpezas y desaciertos a granel. Es imprescindible analizar las necesidades de una capital cada día más populosa, atender a sus exigencias crecientes, en suma, urge que el nuevo Ayuntamiento corresponda a la confianza que en él se ha depositado, no que haga lo que el saliente, disparate sobre disparate".
     El cambio de siglo no despertó el interés de la sociedad mexicana sino hasta los primeros días de diciembre de 1899. Junto con las fiestas y preparativos para despedirlo, no podían faltar el llanto, las depresiones, la reflexión profunda, el balance anual y los actos de contrición. Atrás quedaban las tragedias, las ambiciones políticas y la vida cotidiana. Atrás quedaba para siempre "el siglo de las luces". Por un segundo la sociedad mexicana se reflejó en las ilusiones y esperanzas que traía consigo el tránsito hacia el nuevo siglo. Parecía promisorio. Señalaba un editorial de El Popular:

Para que México siga su avance en el siglo XX, falta que el gobierno se ponga a la altura del esfuerzo y del avance del pueblo, multiplicando las escuelas, abriendo paso a la justicia que hoy sirve al poderoso; extirpando el caciquismo; dejando al pueblo el libre ejercicio de los derechos democráticos para que el poder quede en manos de hombres ilustrados, probos, patriotas y progresistas. Y México, fortalecido por la instrucción, la justicia y la aptitud para el trabajo, llegará a la cima de su engrandecimiento. –

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(ciudad de México, 1969) es historiador y escritor. Su libro más reciente es '365 días para conocer la Historia de México' (Planeta, 2011).


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