La araña, la mosca y nosotros
l profesor François Jacob, quien cumplió 79 años de edad, recibió el Premio Nobel en 1965, junto con Jacques Monod y André Lwoff, sus maestros, por su contribución decisiva a la consolidación de una nueva ciencia que hoy, ya madura, se perfila como una de las más importantes del siglo XXI: la biología molecular. Jacob perteneció a la Segunda División Armada del ejército francés que zarpó de las costas inglesas para reconquistar su tierra, una generación a la que le tocó reconstruir Europa y que, en el frenesí de la guerra, se decía a sí misma: "Si Dios no existe, es necesario hacerlo sin él. Un cielo vacío deja a una Tierra que llenar y es nuestro deber colmarla". "La Primera Guerra", nos comenta el profesor Jacob, "trajo la muerte para todos, fue la muerte a ciegas, indiscriminada, sin importar los méritos o virtudes de los hombres. La Segunda Guerra fue más selectiva, se llevó a los mejores, a los más resueltos. Al terminar el conflicto hubo que inventarlo todo de nuevo. Yo era sólo un médico militar pero me di cuenta de que las preguntas planteadas por los genetistas eran esenciales si se quería comprender la vida; un pequeño grupo de científicos estaba creando la biología molecular, así que un día me levanté decidido a convertirme en uno de ellos, a los treinta años, con una gran experiencia en campaña pero nula pericia en el laboratorio y ningún estudio en esa nueva biología. Hoy eso no podría hacerse así".
Jacob es una leyenda viva de la ciencia francesa. Junto con la figura controversial de Jacques Monod, creó todo un estilo de investigar en nuestros días. Diez años de intenso trabajo los condujo a un modelo real de lo que los sociólogos de la ciencia llaman la creación de "sistemas experimentales", unidades esenciales de investigación donde los escasos investigadores de la época (1950-1960) pueden sentar las bases de una nueva hiperciencia, en este caso la genética molecular que, según algunos, deberá maravillarnos en el siglo XXI.
Le pregunto al profesor Jacob sobre los límites de la ciencia, de su ciencia, y me responde: "Hay quienes no soportan el desafío del conocimiento, y se asustan de que la ciencia parezca ser, muchas veces, una desenfrenada carrera por el mañana". En 1997 Jacob publicó un libro donde resume sus experiencias en la construcción de la biología molecular. La Souris, la mouche et l´homme es una muestra de economía literaria y coraje. En él anuncia que, a los ochenta años de edad, cambiará de campo de investigación e iniciará una nueva aventura científica.
La suerte favorece a los mejor preparados, decía Pasteur. Poco más de cien años después de su muerte la ciencia vuelve a enfrentar enormes desafíos en materia de salud pública. ¿Cree usted que ante el resurgimiento de viejas enfermedades y la aparición de nuevas y terribles calamidades la suerte estará de nuestro lado? ¿Nuestro espíritu está preparado?
Creo que aún no sabemos lo suficiente sobre los procesos biológicos. Estamos preparados, sí, para mirar lo que queremos ver, y ése es el sentido de la frase de Pasteur. Sólo pensando fuerte en algo puede descubrirse su significado. Y eso sólo lo ha logrado el método experimental.
Háblenos de su idea del "bricolaje" en la evolución de los seres vivos.
Durante mucho tiempo se dijo que la evolución y la selección natural trabajaban como un ingeniero y no es así. Si uno le pidiera a un ingeniero que fabricara una rana, no pasaría por el renacuajo, es decir, se saltaría la fase acuática. De igual forma, si uno le pidiera fabricar un bebé humano, no se le ocurriría incluir la etapa embrionaria, pues implica la construcción y transformación de estructuras muy complicadas que no sirven absolutamente para nada cuando uno se convierte en adulto. No. Esto se parece más a la actividad de un bricoleur, que toma los objetos que encuentra a su mano, los colecciona y los modifica un poco. La gran diferencia con el bricoleur es que la evolución no sabe lo que hace, su punto de partida es el azar y las cosas suceden más o menos automáticamente; el bricoleur sabe lo que hace cuando toma la cortina de su abuela para fabricar una falda a su pequeña hija. Pero la evolución no funciona con la eficacia del ingeniero, la evolución utiliza lo que está disponible, lo alarga, lo modifica, lo corta y reproduce algo nuevo sin intención. En efecto, se parece más al bricolaje que al diseño ingenieril.
Hace treinta años estaba gestándose lo que se llama "la nueva síntesis" de las ideas evolucionistas. En su opinión, ¿cuáles son los resultados de esas ideas?
Las consecuencias están contenidas en los grandes principios de la teoría darwiniana, a saber, que los organismos derivan los unos de los otros, y que todos los organismos que viven hoy en esta Tierra derivan de lo que habría sido un protoorganismo que se formó hace unos tres mil millones de años. Ahora bien, los detalles de la selección natural, por ejemplo si la velocidad ha sido lenta, con pequeños golpes agregados, o bien brusca y con saltos repentinos, aún están por verse. Hay muchas discusiones. Es probable que todos tengan un poco de razón y que de todos tomemos un poco. Los evolucionistas hasta 1950 pensaban que los organismos estaban esculpidos por la selección natural, hasta en los detalles mínimos. Hoy se considera que, en efecto, la selección natural juega un gran papel (no es por azar que los pájaros tengan alas y los peces aletas) pero que, al mismo tiempo, la parte que el azar juega es mucho más importante de lo que se pensaba. –
escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).