Los Goytisolo: saga familiar

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Miguel Dalmau, Los Goytisolo, Barcelona. Anagrama, 1999, 608 páginas.

Más allá del dato singular de que, hijos de una familia de empresarios catalanes, se dediquen los tres a escribir, los hermanos Goytisolo, José Agustín (1928-1999), Juan (1931) y Luis (1935), son figuras emblemáticas de nuestra historia contemporánea, marcada por una república, una guerra civil, una larga dictadura y el restablecimiento de la monarquía.
     Figuras emblemáticas asimismo de una larga etapa literaria. José Agustín se convertirá en uno de los más originales representantes de la poesía social, con "Salmos al viento" (1958), tan hondo en su voz elegiaca como contundente en su voz sarcástica. La obra narrativa y ensayística de Juan se ha ido construyendo sobre las ruinas de su obra anterior, en un incesante proceso autocrítico que le ha llevado a la destrucción de las convenciones sociales y literarias identificándose con la rica tradición heterodoxa. La misma capacidad para fundir lo personal con lo civil, la crítica con la autocrítica, la sensibilidad con la despiadada objetividad, ha llevado a Luis a construir uno de los edificios narrativos más ambiciosos de la posguerra, Antagonía, para luego derruirlo o fragmentarlo en sus novelas posteriores de más difícil definición.
     Todo esto lo ha entendido Miguel Dalmau, el autor de esta extensa y peculiar biografía. En lugar de ofrecernos un estudio en la línea de Carmen Riera en su canónica La Escuela de Barcelona, presenta un enfoque mucho más abierto que se acerca a lo narrativo. Unos protagonistas tan poco convencionales exigían un enfoque asimismo poco convencional. El narrador se permite introducir elementos dramáticos, especula, adivina o imagina lo que piensan los personajes, aparece con frecuencia y se recrea en la elaboración de escenas, de paisajes o de retratos.
     Pese a que se trata de un libro que se presta a caer en lo morboso, especialmente por lo que se refiere a las relaciones sexuales y a las crisis psicológicas y hasta económicas, Dalmau muestra una gran delicadeza. Su admiración por los Goytisolo le lleva a cierta mitomanía; y aunque muchas veces disiente de las opiniones expresadas por los hermanos, puede resultar demasiado cauto. Como defectos de bulto están la ausencia de un verdadero marco literario generacional y el hecho de que el libro termine con la muerte de Franco en 1975, dejando un vacío de más de veinte años en los que España ha cambiado profundamente. La documentación es rigurosa, a veces agobiante, por exhaustiva, y en cambio no explica de dónde procede el material y faltan referencias bibliográficas y datos cronológicos. Finalmente, hay un fatalismo (genético, histórico, incluso zodiacal) demasiado esquemático.
     Si bien ellos son los protagonistas, es también una biografía de la dinastía. Dalmau va trazando el destino personal de cada uno de los miembros familiares, de la rama paterna, los Goytisolo, y de la materna, los Gay, dentro de un marco histórico muy elemental pero útil como guía. Se remonta así al bisabuelo Agustín Goytisolo y "cierta fatalidad histórica que pesa sobre su figura". Nacido en Vizcaya, deja una tierra hostil para instalarse en Cuba. Con él se inicia, a principios del siglo XIX, la leyenda de los Goytisolo.
     De entre los familiares más interesantes y que más marcaron a los hermanos está el abuelo Antonio Goytisolo. A partir de él, "los Goytisolo serán barceloneses. Cuba será sólo un recuerdo". Su esposa, Catalina Taltavull, "era una dibujante de trazo fino, que acaso legó su primer gen pictórico a la familia". Hijo del matrimonio será José María Goytisolo Taltavull, el padre de los biografiados, personaje conflictivo que Dalmau ha sabido recrear con gran eficacia dramática. Igualmente conflictiva resulta la figura de Ricardo Gay, el abuelo materno, casado con Marta Vives. "Muchos de los rasgos que hoy consideramos goytisolianos —temperamento artístico, vulnerabilidad psíquica, sensibilidad exacerbada e instinto literario— proceden inevitablemente del lado materno". En cuanto a los Vives, una tatarabuela "estaba tocada, como dice uno de los descendientes, por la gracia o insania de la escritura", lejana transmisora genética de su vocación de escritores. Una transmisión que se refuerza a través del hermano de la abuela, Ramón Vives, que "odia la cultura oficial, defiende la libertad poética y detesta la clase burguesa a la que pertenece. ¿No hay en él un gen insumiso de incalculable valor?"
     Hija de Ricardo Gay y de Marta Vives será Julia Gay, la madre de los escritores, que con su muerte en la Guerra Civil (de entre las páginas mejor narradas del libro) se convierte en un mito y en una dolorosa ausencia que ha de marcar a todos. Expresión de esta ausencia es la conmovedora voz elegiaca de José Agustín en su primer libro, El retorno (1955). El descubrimiento de un texto escrito por ella, "La maldición y la locura", y que se mantuvo secreto, "había activado en Juan un mecanismo asociativo mediante el cual placer y clandestinidad o, si se quiere, excitación y profanación, estaban estrechamente ligados". En cuanto a su hermana Consuelo, "el tiempo ha disuelto la bruma de misterio que ocultaba en parte a esta figura desdichada." Testimonio de su breve obra poética es Poetas muertas, recientemente publicado por Ediciones Goytisolo, con una introducción de Luis Goytisolo y un interesante y polémico estudio de Elvira Huelbes.
     Estos antecedentes familiares constituyen una de las aportaciones más notables del libro de Dalmau. Junto a la biografía de los personajes están las casas en las que han vivido, presencia decisiva en la obra de los escritores, especialmente la finca de Torrentbó y la casa de la calle Pablo Alcover. De la Barcelona de la alta burguesía a la prostibularia del Barrio Chino nos desplazamos a Madrid, a París, a Cuba, a Marrakech, a Italia o a Estados Unidos, los distintos espacios que marcan las huidas de los hermanos, los encuentros y los desencuentros.
     De las tres esposas, la que alcanza un perfil más definido y rico es Monique Large, casada con Juan. A lo largo del libro se va enriqueciendo el de María Antonia Gil de Mora, la esposa de Luis, mientras que María Antonia Carandell ocupa el espacio secundario que le reservó la vida, como si hubiese tratado de mantenerse a salvo de la tempestuosa y oscilante personalidad de José Agustín.
     Al perfil generacional y psicológico hay que añadir el literario. De forma inteligente Dalmau ha ido mostrando algunas de las máscaras tras las que se han protegido los hermanos, así como el progresivo desenmascaramiento al que ellos mismos se someten con implacable disciplina; unas veces son conscientes de que "las consideraciones extraliterarias han hecho de ella un fenómeno social". La aceptación de la homosexualidad por parte de Juan no puede separarse de su búsqueda como escritor, que ha de llevarle a obras tan notables como Las virtudes del pájaro solitario o La cuarentena. El desencanto político lleva a Luis a madurar su ambicioso proyecto, Antagonía. En José Agustín, su entusiasta fidelidad a su gente, su vital solidaridad, no pueden negar su tortura interior: "el José Agustín de los años sesenta y setenta fue presa de crisis paralizantes, pero desarrolló también una actividad intensa, casi desmesurada".
     Juan abandonó Barcelona y París en favor de Marrakech, Luis ha abandonado Barcelona para refugiarse en Madrid. José Agustín encontró en Barcelona el exilio y el reino, hasta su trágica y misteriosa muerte. Éstas son páginas todavía por escribir, y ojalá sea el propio Dalmau el responsable de esta tarea. –

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