Fotografía: Moisés Pablo

El río reversible

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Leo que una firma de ingeniería hidráulica ha logrado revertir a voluntad el curso del Duero para extraerle electricidad adicional: de nuevo la ciencia atareada en copiar a la poesía. Antes los ríos desandaban su camino por motivos de otra índole: cuando cantaba Orfeo los ríos alteraban su curso para ir a escucharlo y, en la iconología cristiana, el Jordán invierte su flujo para asistir al bautizo de Jesús.

El río reversible suele ser prosopopeya: en la confusión de las aguas, el alma que busca o titubea mira su propia tribulación. Así le ocurre a Polífilo en su Hypnerotomachia y a Octavio Paz en su Piedra de sol, donde el río que “avanza y retrocede” le descubre fisuras de tiempo y memoria, esclusas que vierten en el presente el flujo del pasado y el contraflujo de lo posible.

Más que una forma del laberinto, el río es el laberinto original. En sus Metamorfosis Ovidio anota que Dédalo diseñó su laberinto en Creta mientras observaba el retorcido flujo de su eventual sinónimo, el frigio Meandro:

Non secus ac liquidis Phrygius Maeandrus in undis

ludit et ambiguo lapsu refluitque fluitque

ocurrensque sibi venturas adspicit undas

et nunc ad fontes, nunc ad mare versus apertum

incertas exercet aquas…

Las traducciones de esta estrofa magnífica extreman variantes retóricas para preservar ese “refluitque fluitque” que hace de la boca un río instantáneo. Dicen que es “flujo y contraflujo”; “titubea, es ambiguo”; “sus aguas son inciertas, su curso variado”; “se vuelca contra sí mismo”; “se detiene, avanza y regresa”; “unas veces fluye hacia su desembocadura, otras hacia su fuente”. Es una peculiaridad hídrica, pero también imagen del flujo de la historia repetitiva, con sus corsi e ricorsi, como en la Ciencia nueva de Vico. Y es símil también del “enigma femenino”: la cabellera de Artemisa, dice su Himno homérico, es un vasto caudal de ríos y cascadas; sus danzas imitan los meneos del Meandro y sus vestidos, en sus bordados laboriosos, reproducen sus dialécticos torrentes.

El río indeciso que se equipara al poeta en pesquisa espiritual deslumbra en “Residencia en Francia”, en el noveno libro de El preludio, el poema de Wordsworth (del que Paz tomaría después el epígrafe y aun el pathos de Pasado en claro). Su primera estrofa, con su propio “refluitque fluitque” al final, dice así:

Even as a river –partly (it might seem)

Yielding to old remembrances, and swayed

In part by fear to shape a way direct,

That would engulph him soon in the ravenous sea–

Turns, and will measure back his course, far back,

Seeking the very regions which he crossed

In his first outset; so have we, my Friend!

Turned and returned with intricate delay.

Con más osadía que pericia, la vierto al “lenguaje hablado” que encomiaba Wordsworth: “Así como un río –en parte (parecería) por ceder a viejas remembranzas, y fluctuante en parte por temor a la ruta que lo llevaría veloz al mar goloso– gira y desanda camino por volver de regreso a regiones ya nadadas en su inicio, así, del mismo modo, amigo, hemos ido y venido con tardanza sinuosa.” ~

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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