Gerardo Deniz
Sobre las ÍES. Antología personal
Madrid, FCE, 2016, 160 pp.
Gerardo Deniz (1934-2014), seudónimo de Juan Almela Castell, es otro de los niños españoles, como Tomás Segovia o Ramon Xirau, que llegaron a México, con su familia, huyendo de la Guerra Civil y de la dictadura franquista. Nacido en Madrid, hijo de un político socialista, vivió primero en Ginebra, donde su padre representaba a la República Española ante la Organización Internacional del Trabajo, y después, desde 1942, en México. Estudió ciencias químicas (como el gran poeta y antólogo de “Los Contemporáneos” Jorge Cuesta) y trabajó en laboratorios. También se formó, de manera autodidacta, en lenguas modernas y clásicas (ruso, alemán, turco –“Deniz” significa “mar” en este idioma– y sánscrito), y ejerció como traductor de libros de física, química, lingüística y mitología. Se inició en el mundo de la literatura con colaboraciones en revistas como Biblioteca de México, Milenio y Vuelta, aunque no publicó su primer poemario, Adrede, hasta 1970. Luego siguieron otros quince, reunidos todos en Erdera (2005). En 2008, coincidiendo con la concesión del premio Aguascalientes de poesía, se publicó Sobre las ÍES. Antología poética, el volumen que ahora se reedita con un solo cambio con respecto a la editio princeps: la adición del poema final “Patria”, inspirado por el único viaje que Deniz había hecho fuera de México, precisamente a España, donde pasó algunas semanas en 1992. En Sobre las ÍES encontramos poemas de tres de sus libros –Amor y Oxidente, Picospardos y Mundonuevos–, aunque ordenados de forma diferente a como aparecen en los poemarios originales, y un conjunto de composiciones agrupadas bajo el título de “Además”. Pese a los muchos títulos que la integran, la obra de Gerardo Deniz se ha desarrollado siempre en los márgenes de la sociedad literaria, en una suerte de destierro estético, coherente o simultáneo con su propio destierro personal: con escasos pero fervientes lectores y con igualmente escasa recepción crítica. Ello se explica por la aparente dificultad de sus formas y por su singularísima ruptura de las convenciones poéticas. Aunque sea difícil filiar a Deniz y clasificarlo en estirpe lírica alguna –y ese es uno de sus mayores atractivos–, encontramos en su obra una pulsión, un espíritu quebrantador, una rareza o anomalía que lo sitúan en el linaje de Góngora, Nerval, Baudelaire, Mallarmé, Pound, Eliot, Perse, Lezama Lima o Wittgenstein y, entre los mexicanos, Ramón López Velarde, José Gorostiza, Alí Chumacero y Octavio Paz, aunque siempre en tensión con todos, como debe ser: empujando en una dirección distinta. Gerardo Deniz construye sus poemas con una urdimbre explosiva de referentes y registros léxicos entresacados de las diferentes disciplinas que ha cultivado profesional o intelectualmente, o de las artes que le apasionan, como la música. No se preocupa por la inteligibilidad de este entramado, aunque en ocasiones haya aportado relaciones bibliográficas que aclaran sus acertijos, un poco al modo en que Juan de Yepes glosaba en prosa sus poemas; David Huerta ha señalado que Deniz “reivindica de nuevo el derecho a la oscuridad, al ciframiento exacerbado”, aunque el propio Deniz ha sostenido siempre que su poesía es, “como todas, racional”. No pretende eludir la realidad, creando un mundo mágico o inventado (a pesar de que la hechicería subyuga al poeta, que la incorpora a menudo a sus creaciones), sino todo lo contrario: aspira a ahondar en ella, a desplegarla en la página con las palabras que la nombran y las construcciones que la explican: “Muerde y penetra la realidad (por si acaso fuese algo) / mil veces más que el sórdido botiquín de polvos abstractos, gargarismos intelectuosos, supositorios dialécticos…”, ha escrito Deniz. Por eso la materia está siempre presente en su poesía, aunque esa presencia se diluya, a ojos del lector, en la enmarañada y a menudo críptica suma de códigos que la definen. Sus composiciones contienen hechos, objetos, entomologías o etimologías, fórmulas químicas o citas bibliográficas: un amplio conjunto de informaciones que obran el prodigio de transformarse en enigma, un obstinado acúmulo de concreciones que se presenta como un vendaval de esoterismo, una sucesión de datos empíricos que puede confundirse “con una retahíla de metáforas culteranas”, en palabras de Tedi López Mills. Pero se trata, en realidad, “de integrar recursos, tecnicismos, cultismos, lenguas y lugares extraños, no con el afán de oscurecer, sino de dar solidez, densidad y precisión a la experiencia”, como ha señalado Pablo Mora; una integración de mecanismos y materiales que responde a una visión del mundo próxima a la de los neopositivistas o los experimentalistas, es decir, a la de aquellos que persiguen los límites del lenguaje, y los integran en su práctica creadora, para alcanzar una transmisión insuperable de la experiencia. Deniz subvierte el lenguaje y los asuntos de la poesía para quebrar las otras realidades, poéticas (y estas sí, inventadas), que encauzan tediosa, tópicamente, la sensibilidad y el pensamiento del lector, o que lo ahogan. Su abrumador tratamiento de la realidad, pues, obedece a una voluntad estética iconoclasta, que ansía derrocar los motivos y las formas de hacer literatura, y sustituirlos por otros que hagan renacer la experiencia lírica. En este sentido, su parentesco con Nicanor Parra, físico de profesión, es claro. Uno de los poemas incluidos en Sobre las ÍES se titula “Antistrofa”, aunque Deniz radicaliza al chileno: se desprende de sus acentos íntimos y sus concesiones simbolistas, y se sume en un desarreglo absoluto, en un estallido hirsuto y dodecafónico. “Tengo conciencia de no escribir poemas auténticos, sino, a lo sumo, parodias vergonzosas del género arduo y sutil, exquisito y multiforme, conocido como poesía”, ha escrito Deniz. Con esas parodias, el mexicano impugna la neocursilería y persigue lo antisolemne, lo antilírico, lo imprevisible. En ellas confluyen una narratividad enemiga de la abstracción, un lenguaje coloquial que da paso fácilmente al humor, una ironía que a menudo deviene autoescarnio (“¿Quién manda a nadie leer a gd?”, pregunta Deniz), un estilo lúdico y paradójico, con frecuentes juegos de palabras, un erotismo constante –Deniz ha publicado poemarios exclusivamente amorosos, como Cuatronarices (2005)–, una propensión al collage, al pastiche y al ready made, una poliglosia que convive con el diálogo teatral, y, en suma, un carácter simbióticamente neobarroco y posmoderno. Sobre las ÍES. Antología personal revela este cúmulo de mecanismos y características con especial nitidez, y hasta lo sistematiza en la breve e irónica poética que recoge el poema “Principios”: “Lo que escribo tiene el derecho / –para los fines de la rima / y todo eso que solo a mí interesa– / de decir que era verde el vestido / gris en realidad, / o decir que era martes / cuando que fue viernes –si me acuerdo–, / o explicar que el barco enarbolaba calavera y tibias / porque lo estaban fumigando. / Tiene este derecho / y casi ningún otro.” El volumen se completa con una sección fotográfica, que incluye imágenes desde la infancia de Gerardo Deniz hasta sus últimos años, y una informativa “Posdata” de Alejandro Martín Nájera. ~
(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crítico literario. En 2011 publicó el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).