La política como una vocación por encima de la virginidad política

¡Basta ya de virginidad política!

Es desconcertante la idea simple pero pomposa que Mardonio Carballo, Fabrizio Mejía y Damián Alcázar tenían sobre lo que significaba legislar. Los tres ya ha presentado su renuncia a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México.
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En las últimas cuatro semanas la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México perdió a tres diputados: Mardonio Carballo, Fabrizio Mejía y Damián Alcázar. Los tres llegaron a la Asamblea como parte de la orgullosa plana de “personalidades externas, de la sociedad civil, que no pertenecen a Morena” presentada por Martí Batres en marzo del año pasado. 

La política, y los políticos, pasan por una de sus peores horas y cuando alguien que no es un político tradicional alcanza una posición política, hay un regocijo –la mayor parte de las veces infundado– por el simple hecho de que “no llegó el político de siempre”. Pero la virginidad política, como la ha llamado Daniel Innerarity, no está libre de dogmas, no garantiza mejores decisiones, ni mejores leyes, ni mejores gobiernos. No basta estar indignado con los “políticos de siempre” ni sentirse moralmente superior a ellos para tener la razón.

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La democracia, se sabe, suele decepcionar. Todos queremos hablar de temas sustantivos: políticas públicas plurales y multilingües, derecho a la memoria, derecho a la verdad, renta básica, ¿derecho a vivir en la delegación en la que trabajas…? Pero los mecanismos que permiten alcanzar tan elevados fines son un plomazo (para muestra basta  leer cualquier versión estenográfica de cualquier sesión del Congreso o de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México), por eso resulta tan desconcertante la idea simple pero pomposa que Mardonio Carballo, Fabrizio Mejía y Damián Alcázar tenían sobre lo que significaba legislar. Legislar no es solo un “ejercicio intelectual colectivo”, sino hacer política y hacer política, como constató Michael Ignatieff, “no es una ciencia, sino el intento incesante de unos avispados por adaptarse a los acontecimientos. La política es el arte de lo posible aquí y ahora.

Baja #1

Mardonio Carballo renunció el 14 de diciembre. En su carta de renuncia reprochaba que la Asamblea estaba “secuestrada por cuotas partidistas” y que había “constatado en persona el racismo” de la misma. Esas acusaciones de racismo y discriminación son muy alarmantes. Encinas, presidente de la Mesa Directiva de la Asamblea Constituyente, le pidió presentar la denuncia correspondiente (Katia D’Artigues, diputada constituyente por el PRD también pidió que precisara quién y cómo) y el mismo Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México inició una investigación sobre estos “presuntos actos de discriminación”.  En una entrevista con El Universal el exconstituyente dijo que “el racismo se reflejó en que siempre estuvo frente a un muro que impedía que sus propuestas transitaran por el solo hecho de ser indígena”. 

Carballo es indígena. Sus propuestas en la Asamblea no transitaron. Pero, ¿sus propuestas no transitaron porque es indígena? ¿Es un acto de discriminación el que pese a que su equipo sí trabajó con especialistas internacionales en derechos de los pueblos indígenas, todos los diputados opinaron sobre el asunto?  

Baja #2

La semana pasada renunció el escritor Fabrizio Mejía Madrid. Su carta tiene mucho de autoconvencimiento:

La ciudad es de izquierdas

¿Y los que no se sienten de izquierda? ¿No deberíamos partir de la base común, de lo que como habitantes de la Ciudad de México compartimos?

Varios regaños:

“Los ciudadanos del Defe, que se organizan como sociedad civil sólo en las emergencias, jamás se enteraron de que se estaba redactando una Constitución y, si lo hicieron, no les interesó”

“A las afueras del edificio de Xicoténcatl llegaron notablemente dos grupos: Pro-Vida y los que luchan contra las corridas de toros. A las audiencias llegaron pocos. Por Internet, menos”

Y mucha ingenuidad:

“Guerra por posiciones […] los que no piensan y sólo levantan el dedo para que no se acepte para su discusión”.

En la jerga legislativa la “votación económica” es un procedimiento ágil para recabar las preferencias del legislador acerca de un asunto. Se pide a los legisladores el sentido de su voto levantando la mano o poniéndose de pie sin tener que recurrir al conteo individual de los votos. Es feo, sin duda, pero por lo menos evita que se eternicen las sesiones. El 5 de enero, en votación económica la Asamblea “votó por la negativa” dos propuestas de Mejía Madrid.

“La lista de ideas vetadas sin mayor argumentación que el burocrático es de competencia federal¿cuánto cuesta? se ha ido acumulando en artículos que regresan a las comisiones”

Quizá, si no hubiera renunciado a su derecho a tener un asesor y si hubiera elegido a uno con cierta experiencia política, este hubiera podido instruirle en por qué importa quién es la autoridad competente y por qué importa, para su viabilidad y sustentabilidad, saber cuánto cuesta implementar determinada política.  

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Cuánta falta nos hace releer a Max Weber y repensar su ética de la responsabilidad, la única que él consideraba aplicable en el mundo de la política. Está muy bien que Mejía Madrid cite a Henry David Thoreau para renunciar, pero ¿ante quién era responsable como diputado constituyente? Si la respuesta es ante ese 28 % de los electores de la Ciudad de México que le dieron el mandato de “restringir a los poderosos y ampliar los derechos de los ciudadanos” nada puede lograr por ellos si valora su conciencia más que los intereses de los votantes.  

La virginidad política no una virtud en sí misma. Es tiempo de dejar de atribuirle valores y principios que no tiene y que enfilemos nuestros esfuerzos en llevar a posiciones políticas decisivas a las personas que entienden y viven la política como una vocación.

 

P.d Sobre la Baja #3, Damián Alcázar, no hay mucho que decir salvo quizá que asistió apenas a 4 de 16 sesiones.

 

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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