El bombardeo de publicidad electoral que recibimos entre el 14 de diciembre y el 11 de febrero se llamó precampaña y, de acuerdo con la ley electoral, es el periodo en el que los ciudadanos que buscan ser postulados por un partido político como candidatos a un cargo de elección popular hacen campaña. Además de una sobredosis de anuncios y jingles comerciales, esta etapa del proceso electoral nos deja información sustanciosa, fruto de las encuestas de precampaña.
Encuestas publicadas durante la precampaña
Al arranque oficial de la precampaña se registraron dos encuestas públicas, una realizada por Defoe-Spin y otra por Parametría. Ambas fueron las primeras que se llevaron a cabo considerando a los precandidatos, sus respectivas coaliciones y a los candidatos independientes que tienen mayores probabilidades de participar en la próxima elección presidencial.
A pesar de que los precandidatos presidenciales fueron ungidos prácticamente al mismo tiempo (la última semana de noviembre y la primera quincena de diciembre de 2017), en estas dos encuestas Andrés Manuel López Obrador registró la ventaja más amplia (15%) que ha tenido en la precampaña.
En 2018 se han publicado seis encuestas que no presentaron cambios significativos respecto a las dos primeras publicadas. Los promedios de la poll of polls de Oraculus y la publicada por Kiko Llaneras en El país nos dicen que, de noviembre del año pasado a la fecha, los promedios de intención de voto son: Andrés Manuel López Obrador (36.8-37%), Ricardo Anaya (27-27.4%), José Antonio Meade (24-24.7%), Margarita Zavala (6.8-7%), Jaime Rodríguez Calderón (2.8-3%).
Lo que se apreció durante las precampañas fue que el empate técnico que las preferencias electorales daban en diciembre entre Ricardo Anaya (segundo lugar) y José Antonio Meade (tercer lugar) se rompió. Las encuestas de enero y febrero indican que Ricardo Anaya ocupa claramente el segundo lugar. Algunas explicaciones a esta definición de la preferencia electoral es que José Antonio Meade arrastra lo negativo de ciertas variables clave a la hora de hacer precampañas, como son los bajos niveles de aprobación de Enrique Peña Nieto y del gobierno priista en aspectos como el combate a la corrupción, la inseguridad y la economía. Inclusive, dado que era el precandidato menos conocido, el equipo de Jose Antonio Meade tuvo que ocuparse al inicio de la precampaña de dar a conocer su nombre.
Más allá de los hallazgos de las encuestas, me gustaría detenerme en los dos principales retos que enfrentamos, y seguiremos enfrentando, los encuestadores: los metodológicos y los que atañen a la relación entre encuestadores y medios de comunicación.
Retos metodológicos
Las encuestas generalmente se juzgan bajo una misma vara: le atinan o no le atinan al dato. Una encuestadora parece ser buena si sus resultados son cercanos al resultado electoral. Y en sentido estricto este es un rasero válido, porque los encuestadores tienen la oportunidad de contrastar su proceso de muestreo. Sin embargo, a la hora de realizar una encuesta, es importante considerar otras fuentes potenciales de error. Por ejemplo, los entrevistadores en el trabajo de campo. Según los usos y costumbres, todo lo que ocurre durante el levantamiento de la encuesta suele ser un secreto a menos de que ocurra algún evento escandaloso o violento en contra de los encuestadores. Pero lo que pasa en el campo no se debe quedar en el campo: las casas encuestadoras debemos comunicar a fondo cuál es el criterio para seleccionar las viviendas a las que encuestamos; informar sobre la manera en la que los entrevistadores seleccionaron a la persona de dicha vivienda; contar el proceso de capacitación y supervisión de los encuestadores. Todo esto se echó de menos en las encuestas de precampaña. Ya es tiempo de ampliar nuestras a veces lacónicas “notas metodológicas”.
Retos en la comunicación entre medios y encuestadores
En México seguimos examinando el mejor formato para la relación entre los medios de comunicación y los encuestadores. Los medios buscan la noticia más atractiva, que suele estar relacionada con la intención de voto de los ciudadanos. Por su parte, los encuestadores quieren reflectores. Los medios de comunicación son la mejor manera de comunicar resultados de encuestas. Ser el pollster de un medio de comunicación tiene un aura de estatus, reputación y –dicen los que saben– una abultada cartera de clientes y contratos.
Los potenciales, y no tan potenciales, conflictos en la relación entre medios de comunicación y encuestadores ya se apreciaron durante la precampaña: encuestadores que comentan en medios de comunicación sobre temas diversos; agencias de investigación reclutadas por diversos medios para dar a conocer la tendencia electoral de la próxima carrera presidencial. El principal reto que enfrentarán ambos actores (encuestadores y medios de comunicación) es el de comunicar mejor. Pero ¿cómo trabajar con los medios de comunicación para que “la carrera de caballos” no sea el único foco de interés periodístico? ¿Cómo templar la opinionitis de nosotros, los encuestadores, y obligarnos a la cautela y la revisión exhaustiva de nuestra metodología antes de soltar un dato?
Sin duda nos llevará tiempo contestar estas preguntas. Pero una primera propuesta sería que los medios de comunicación exijan mejores contenidos de análisis a los encuestadores, para quitar el foco de la siempre taquillera carrera de caballos. Para esto, los encuestadores debemos cooperar y ser más sólidos estadísticamente. Dejar de ser descriptivos y comenzar a ser más causales, es decir, no limitarnos a presentar datos, sino además explicar de dónde vienen y qué significan.
La campaña presidencial representa para la industria de las encuestas un reto en la manera en la que nos relacionamos con los medios de comunicación, los políticos y la academia. No repitamos nuestros viejos errores en nombre de otros quince minutos de fama o cinco mil retuits.
Politólogo apasionado, creyente de la metodología por encuestas. Director General de la firma de opinión pública Defoe