Gracias al premio Clarín de Novela, escritores como Pedro Mairal o Claudia Piñeiro vieron publicada su primera novela. La entrega, que ya cumplió veinte años, es una buena oportunidad para darle a las obras elegidas un aura de prestigio en Argentina y más allá, pero no siempre la distinción se traduce en un éxito de ventas. Este no fue el caso de la novela de Agustina Bazterrica, que fue la elegida por el jurado a fines de octubre de 2017 y ya va por su tercera edición. La autora, que estudió Artes en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en Artes Plásticas, se sorprende de las repercusiones del boca a boca: todos los días recibe mensajes privados o la etiquetan en las redes para hablar de la novela, para decirle que la ficción los impresionó tanto como si fuera real y que bajaron el consumo de carne o se replantean la idea de dejarla por completo. Cadáver exquisito plantea un futuro distópico en el que los hombres, por causa de un virus, o tal vez por una conspiración gubernamental, eliminan a los animales de su dieta y deciden implementar la matanza y el consumo de carne humana.
Mientras escribías la novela te encontrabas en una transición hacia el vegetarianismo. ¿Con qué se vinculó ese cambio?
Se dio que mi hermano –Gonzalo Bazterrica– es chef, referente del movimiento slow food, y tiene un restaurante de comida orgánica a puertas cerradas, y cada vez que íbamos a comer nos quedábamos charlando. Me empezó a hablar de lo que es la alimentación consciente, a enviar videos. Uno no se da cuenta de cómo te impacta la alimentación y cómo te va erosionando lentamente. A raíz de todas las lecturas, dejé de comer carne, lo que fue como una revelación.
Entonces fue por una cuestión de salud y también de conciencia.
Sí, fue por una cuestión de querer alimentarme mejor y aparte vi un video, eso me hizo el click, se llama Terráqueos. Lo que plantea el video es que todos estamos en esta Tierra y todos somos terráqueos, humanos, animales, pero nosotros nos ponemos en un lugar de soberbia absoluta. Muestran desde las vacas que faenan hasta los animales salvajes a los que le sacan la piel, todos procesos que son tremendos. Pasé por una carnicería y pensé ¡son todos cadáveres! ¡Y nadie hace nada! Entonces dije, bueno, puede haber cadáveres humanos, por qué no, y naturalizar eso. Y ahí surgió la novela. Yo macero mucho las ideas, las proceso. Antes de sentarme a escribir me puse a investigar, y leí un montón. Mientras escribía, seguía investigando.
Cuando hablas de que existe un canibalismo simbólico, ¿en dónde lo puedes ver?
El ejemplo que me parece más contundente es la trata de personas, es el tercer negocio más rentable del mundo. Para que esté, tiene que haber clientes que acepten eso. Una persona en cautiverio, fagocitada por otros; también lo veo en la prostitución infantil, la esclavitud moderna, los talleres clandestinos, en el patriarcado profundo, los feminicidios, lo que abarca todo esto y lo que permite el capitalismo salvaje, del cual todos somos hijos.
En Cadáver exquisito, algunos de los personajes quieren salir de esa situación y salvar a los demás. ¿Es tan fuerte el sistema que no pueden hacerlo? ¿Ves la realidad con algún tipo de optimismo?
Yo pienso que por un lado, si nosotros nos extinguimos no pasa nada, el planeta va a mejorar; si las abejas se extinguen, colapsa todo el sistema. Nos creemos demasiado para lo que aportamos. Dañamos el planeta. Y por otro lado, considero que la misma condición del humano tiene esta dualidad, crear cosas brillantes, porque probablemente el mundo esté al borde del colapso y alguien inventa algo para evitarlo. Creo que se está tomando más conciencia pero como todos los cambios de paradigma, son procesos muy lentos, no creo que los veamos. Y también puede alguien tocar un botón y volamos todos por los aires.
Es interesante profundizar en el tratamiento del lenguaje. Con la novela El cuento de la criada, además, se dan algunos puntos de contacto.
Encontré coincidencias. Primero vimos la serie con mi novio cuando ya estaba terminando de escribir la novela. Es brillante, leí el libro y después las entrevistas a Margaret Atwood, y ella decía un poco lo mismo que yo pienso. El cuento de la criada no es ciencia ficción, porque todo lo que ella relata pasó, se basa en hechos históricos, que podrían pasar. En mi novela yo me basé en cuestiones actuales, la industria de la carne y el canibalismo simbólico, que es real. Y el tema del lenguaje, lo trabajé porque me parecía importante: entre estos mecanismos que tiene el sistema capitalista de convencer a la gente, una de las maneras es a través del lenguaje, los medios, la publicidad, los médicos, los laboratorios. Sistemas que nadie cuestiona, no cuestionamos que hay ciertas palabras que por ahí encubren cosas, como dice la novela. El lenguaje nos constituye, nos forma. En grandes distopías como Un mundo feliz o 1984 se trabaja con el lenguaje. Si bien no me propuse escribir la novela de esa manera, es parte de mi bagaje. Me parece que el lenguaje es una postura política frente a la vida, y también tiene esa cosa matrial, porque muta, porque cambia y tiene vida.
En la infancia se dan las primeras lecturas. ¿Cómo fue ese impacto? ¿Qué fue lo que te impulsó a querer también escribir?
Para mí la literatura es compulsiva. No sé si es muy racional, de hecho cuando escribo es totalmente intuitivo. Esta novela me golpeaba el cuerpo, los personajes –algo que creo que nunca me pasó–, aparecían completos. Si bien uno después racionaliza porque hay que tomar distancia para explicar tu obra, en el momento es un conjunto de tus lecturas, más todos tus pensamientos, más una cuestión energética. Inclusive me pasa que cuando estoy escribiendo y algo no me gusta, lo siento en el pecho y digo: no va. Por ahí no puedo explicar el porqué, para mí es una vocación, totalmente vital: si no escribo, si no leo, me pongo mal, me baja la energía, me puedo enfermar. Es mi alimento espiritual, no puedo estar sin leer.
(Buenos Aires) es periodista y locutora. Se especializa en temas de ambiente y sustentabilidad y colabora en diversos medios argentinos.