En la frontera se respira distinto.
Aquí una barda oxidada y llena de musgo rompe las olas.
Mirando hacia Tijuana un domingo, a través de las rejas, se oye música norteña y la playa está llena de color.
Del lado de San Diego hay trozos de fierro oxidado, la arena marcada por las llantas de la Patrulla Fronteriza, presente en cada instante…y pájaros, que también observan incansablemente esa barrera inesperada.
Las olas rugen contra el fierro, las gaviotas graznan, la gente en la playa tijuanense -a sólo unos metros- ríe, nos saluda.
Y queda sólo el largo silencio de una frontera necia que se adentra en el mar.
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.