Los libros impresos favorecieron la cultura libre y la conversación. El vicio de leer se extendió. “Soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles” (Cervantes, Don Quijote, IX). Las academias del Renacimiento empezaron como tertulias de aficionados a leer por gusto, al margen de la universidad.
Siglos después, Carlyle: “La verdadera universidad hoy es una colección de libros.” Lo más que puede hacer un maestro universitario por nosotros es lo mismo que un maestro de primaria: enseñarnos a leer (Los héroes, V).
Hay un camino más simple y natural que el aula y el maestro: la fraternidad de los que leen libros (Nietzsche, El viajero y su sombra, 180).
Mortimer Adler creó un método para organizar tertulias de lectores de libros. Era profesor de filosofía en la Universidad de Chicago cuando el rector Robert Hutchins le habló de su inquietud, irónicamente: “La universidad es un conjunto de facultades conectadas por un sistema de aire acondicionado”… ¿Cómo crear una verdadera comunidad intelectual, más allá de las especialidades?
La solución que encontraron fue la lectura y discusión de grandes libros. Todos los alumnos de todas las facultades deberían leer grandes libros de la cultura occidental, y discutirlos con sus compañeros.
Hay niveles de lectura. El más bajo es deletrear y reconocer una palabra. El siguiente es entender una frase completa. El siguiente, leer de corrido en voz alta con la entonación adecuada. La enseñanza básica debería enseñar todo esto.
Más complicado es leer un artículo, cuento, poema, y explicarlo como un todo, en las propias palabras. La preparatoria debería enseñarlo.
El nivel superior es leer un libro completo y ser capaz de escribir un resumen: contarlo, explicarlo, discutirlo, cuestionarlo. No hacen falta estudios universitarios para eso, y nadie debería recibir un título universitario si no es capaz de eso.
La lectura individual de un libro y la discusión en grupo son una educación liberal y una práctica democrática, por sí mismas. Compartir lecturas facilita la conversación inteligente, en la cual todos nos educamos a todos. La diversidad de experiencias, gustos e intereses enriquece la conversación con distintas lecturas del mismo libro. Puede ser con cualquiera, pero los grandes libros tienen ventajas adicionales.
¿Qué es un gran libro? No precisamente un clásico, aunque muchos lo son o lo serán.
“Clásicos son los libros leídos como clásicos” –dice Borges (“Sobre los clásicos”, Otras inquisiciones). “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir” (Calvino, Por qué leer los clásicos). Estas definiciones subrayan dos aspectos distintos: cierto tipo de lectura, cierto tipo de libro.
Poquísimos libros se leen con admiración previa, con expectativas creadas por una tradición que los entroniza como clásicos. Poquísimos pasan de un siglo a otro o simplemente se reeditan. Los libros en venta son casi todos recientes. Poquísimos se venden más allá del país donde se publican. Poquísimos se traducen.
Según Adler, son grandes libros los que son relevantes para las grandes cuestiones de la vida humana, hoy igual que hace siglos; los que resultan significativos aquí y ahora, independientemente de cuándo y dónde fueron escritos; los que se dejan leer una y otra vez sin agotarse.
Adler y Hutchins hicieron una lista y lograron que los editores de la Encyclopædia Britannica publicara la colección “Great Books of the Western World”, con el aval de la Universidad de Chicago.
Adler escribió docenas de libros, entre otros The great ideas: A lexicon of Western thought, que inicialmente llamó syntopicon, porque conecta los grandes libros con lo que dicen sobre una serie de tópicos: “ángel”, “animal”, “aristocracia”, “arte”, “astronomía”, etc. Y Great treasury of Western thought, con Charles Van Doren, que reproduce los fragmentos pertinentes.
Pero el más popular fue How to read a book: The art of getting a liberal education (1940). El Instituto Politécnico Nacional ha publicado diez ediciones de la traducción (Cómo leer un libro), aunque lo vende esencialmente en sus propias librerías (a $53). También lo vende Amazon (a $345), más caro aún que en inglés ($308).
Cómo leer un libro incluye una lista de 131 grandes libros literarios, filosóficos y científicos. Muchos están en la colección “Sepan Cuantos” de Porrúa. Varios no se consiguen en español.
La lista es discutible. No incluye grandes libros de otras culturas. Tampoco muchos escritos en español. Incluye libros matemáticos ilegibles para un lego. Pero lo importante es el método: la idea de un centenar de libros fundamentales en el desarrollo de la cultura occidental, y la propuesta de leerlos y discutirlos para desarrollarse como persona.
Adler y Hutchins fundaron además la Great Books Foundation que promueve la creación de clubes de lectores de grandes libros. Hay miles operando en los Estados Unidos y Canadá. Y programas de grandes libros en más de cien universidades, así como páginas de la Wikipedia y YouTube sobre “Great books”, “Great books of the Western world”, “Great Books Foundation”, Mortimer J. Adler y Robert Maynard Hutchins. También hay libros sobre ellos. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.