Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la cultura pop
El 20 de julio se conmemoran 50 años de que Neil Armstrong puso un pie sobre la superficie lunar. Antes de esa fecha, que el ser humano pudiera visitar el satélite parecía algo remoto. La trascendencia de ese viaje no se reduce a los campos de la ciencia y la tecnología: también influyó en la cultura popular durante las décadas posteriores.
Un recuento de las obras que usaron como motivo el alunizaje tendría que empezar con El viaje a la Luna, de George Méliès. Precursora del cine de ciencia ficción, la cinta en blanco y negro muestra la cara molesta de la Luna al ver un cohete incrustado en su ojo derecho.
También antecesora de la misión Apolo 11 es 2001: Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick. El realismo de sus tomas y la precisión con que Kubrick siguió la asesoría científica de expertos de la NASA y el guion de Arthur C. Clarke le valieron el reconocimiento como filme de culto, donde “los límites entre la realidad y la ficción se disiparon lentamente”, a tal grado que las teorías conspirativas en torno al alunizaje colocarían a Kubrick como uno de los artífices del engaño más grande la historia.
El verdadero auge de las historias lunares vendría después de la hazaña de Armstrong y compañía. Desde cintas con corte realista que analizan los aspectos técnicos y emocionales de la misión espacial (Apollo 11, First Man, Hidden Figures) hasta películas de ciencia ficción donde se exploran las posibilidades de recorrer el espacio, habitar otros mundos y enfrentarse a sus habitantes (Star Wars, Alien, Transformers).
En la literatura, la luna era un motivo para los escritores mucho tiempo antes de que existiera la posibilidad de dejar una huella en su superficie. El primero en relatar un viaje a la Luna fue el satirista griego Luciano de Samósata, quien en el año 160 a.C. la describió como una “isla brillante y redonda que resplandecía con una luz rutilante”. Edgar Allan Poe, Washington Irving, Daniel Defoe y, por supuesto, Julio Verne relataron, a su manera, viajes lunares. Sin embargo, para algunos de quienes atestiguaron la llegada del hombre a la Luna, el hecho careció de todo halo romántico. Por ejemplo, W.H. Auden, en agosto de 1969 se refirió al alunizaje como “un triunfo fálico”, y Allen Ginsberg criticó la parafernalia en torno a la misión mientras inocentes morían en Vietnam o en Biafra.
En el terreno de la no ficción, el primer libro que trató la misión fue Of a fire on the Moon, de Norman Mailer, una crónica que captura aquel verano del 69 enloquecido por la fiebre lunar. The right stuff, de Tom Wolfe, se publicó una década después del evento. Se trata de una recopilación de testimonios de los astronautas y científicos que trabajaron en la misión Apolo 11 con el interés de conocer qué los motivó a participar en ella. First man, la biografía autorizada de Neil Armstrong, de James R. Hansen, relata los aspectos más íntimos del primer hombre en pisar la Luna.
Lo mismo que en la literatura, la luna ya era un tema recurrente en el arte. Tres meses después del lanzamiento del Apolo 11, Robert Rauschenberg inició su serie de 34 litografías y 19 dibujos y collages: Stoned Moon. La colección incluye imágenes del cohete Saturn V, de Cabo Cañaveral y de la sonda Eagle. En 1987, Andy Warhol dio a conocer una de sus últimas obras, Moonwalk. La obra quedó inconclusa, Warhol solo pudo colorear un par de copias de la fotografía que Armstrong le tomó a Aldrin junto a la bandera de los Estados Unidos.
Astronautas que se enfrentan a lo desconocido, a la falta de gravedad, y que extrañan a sus seres queridos son algunos de los elementos que están presentes en “Space Oddity” y “Rocketman”. Aunque la misión del Mayor Tom terminó en catástrofe, el tema de Bowie fue elegido por la BBC como la canción oficial de su cobertura televisiva de la hazaña aeroespacial. Ese mismo día, la cadena británica organizó una sesión entre las transmisiones, en la cual diversos grupos de rock tocaron temas alusivos al alunizaje. Ahí Pink Floyd presentó “Moonhead”. Años después la luna volvería a aparecer en su icónico álbum The dark side of the Moon. Aunque influida por las teorías de conspiración que ponían en duda la llegada del hombre a la Luna, “Man on the Moon” de R.E.M se convirtió en uno de los éxitos de la década de los 90. Para más canciones con temática lunar se puede consultar esta selección que reunió BBC Radio.
La llegada a la Luna también revolucionó la manera en que se realizaban las transmisiones de televisión. La cadena estadounidense CBS fue la responsable de conectar a 530 millones de personas de todo el mundo en una era donde el internet no existía. El presentador Walter Cronkite estuvo al aire por 27 de las 30 horas que tardaron los astronautas en concluir su misión. Cuando la sonda Eagle hizo contacto con la superficie lunar, la cámara de televisión montada en su costado grabó los primeros pasos del hombre fuera de la Tierra. Esa ha sido la única ocasión en que se ha transmitido en directo desde la Luna. En palabras de Joshua Rothman, “Sin televisión, el aterrizaje en la Luna habría sido un logro simplemente impresionante, un truco costoso, para los cínicos. En cambio, visto en vivo, sin editar y en todas partes, se convirtió en una experiencia genuina de intimidad global”.
La mercadotecnia lunar se plasmó en monedas, sellos postales, ropa y zapatos deportivos. André Courrèges fue el diseñador responsable de la imagen de la ‘chica lunar’ que se popularizó en las revistas de moda de la década de los 60.
En México, Palacio de Hierro, Aurrera y Salinas y Rocha crearon afiches con astronautas que anunciaban electrodomésticos, mientras que algunas agencias de viajes anunciaron las reservaciones para los primeros viajes comerciales a la Luna y marcas de licor invitaron a brindar por el triunfo de la humanidad.
La misión Apolo 11 se presentó como un triunfo de los Estados Unidos en la carrera aeroespacial, pero, como afirmó Armstrong, fue una victoria para la humanidad. Su influencia construyó el imaginario colectivo de varias generaciones. Ahora los viajes lunares han dejado de causar fascinación, pero su huella en la cultura popular nos recuerda que hubo tiempos donde existía la esperanza de descubrir lugares nuevos.
La privacidad en la era de las selfies
FaceApp, la aplicación que modifica la apariencia de las personas a través del uso de filtros que ponen arrugas y encanecen el cabello, fue señalada como una amenaza a la privacidad de sus usuarios. Sin embargo, esto no pareció preocupar a quienes en un intento por descubrir cuál sería su apariencia en unos años la descargaron y usaron para burlarse de sí mismos o de sus amigos. ¿Por qué, a pesar de todas las advertencias, seguimos utilizando aplicaciones que nos roban nuestros datos?
La aplicación surgió en 2017, pero se volvió viral estos días por el realismo de sus fotografías. La empresa con sede en San Petersburgo responsable de su fabricación almacena la información de los usuarios en sus servidores en Estados Unidos y podría usarlos a su antojo. En los términos y condiciones de la aplicación no se especifica por cuánto tiempo tanto las fotografías originales como las modificadas son retenidas ni por qué podrían usarse con fines comerciales. Pese a esta falta de claridad, los usuarios acceden con tal de usar sus filtros y divertirse un rato, aunque sus predicciones no sean del todo precisas.
No es la primera vez que una aplicación provoca revuelo sobre el uso que le da a la información que se comparte a través de ella. Tan solo en enero de este año, el #10YearChallenge de Facebook generó cuestionamientos por permitir al algoritmo de la red social entrenarse en progresión de la edad y envejecimiento para reconocer a sus usuarios en 10 o 20 años. Algunos especialistas desecharon este argumento porque Facebook ya cuenta con fotografías con un registro temporal de sus usuarios, por lo que invertir en este tipo de inteligencia artificial sería innecesario.
Chuck Schumer, senador estadounidense, solicitó al FBI investigar la aplicación, el partido Demócrata pidió a sus candidatos no utilizarla y especialistas cibernéticos advierten de su uso de para cazar migrantes. Pero FaceApp es solo una aplicación más dentro del complejo problema de la seguridad en la red.
Las tecnologías de reconocimiento facial han aumentado de manera exponencial y ahora se preparan para reconocer también animales. Esto se traduce en nuevos desafíos para la privacidad de humanos y sus mascotas. Aunque el peligro es latente, como en cualquier aplicación que tiene acceso a información confidencial y personal, los usuarios deben hacer un uso responsable de lo que deciden compartir. De acuerdo con Brian Barrett, de Wired, “en lugar de estos pánicos, que aparecen y desaparecen de acuerdo con la viralidad de sus objetivos, un enfoque más saludable sería crear mayor conciencia. Sus datos tienen valor”.
estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.