Rubem Fonseca (1925-2020)

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Antes de que la palabra reclusión se transformara en sinónimo de los tiempos actuales, en los que el mundo observa la pandemia de la Covid-19 a través de las ventanas de sus casas, el sustantivo ya estaba asociado al escritor brasileño Rubem Fonseca. Pasaron más de cincuenta años sin que Fonseca concediera entrevistas. Para los lectores, su imagen estaba rodeada de misterios. Escritor recluso que andaba de incógnito por las calles de Leblon, barrio de Río de Janeiro en el que vivía, sin escucharlo de manera directa, teníamos acceso a su palabra a través de más de treinta libros publicados. Su muerte, el pasado mes de abril, hizo que muchos de sus fans volvieran a los estantes.

Fonseca se hizo famoso por sus historias que desvelaron la violencia de las ciudades y la miseria humana con un lenguaje directo y crudo. Llamó la atención por las temáticas que abordaba y por un estilo que hizo que el crítico literario Alfredo Bosi lo calificara, en la década de los setenta, como uno de los autores que inauguraron la llamada corriente brutalista en Brasil. Bosi destacaba su retrato de una realidad marginal, con un lenguaje impuro, obsceno y sin rodeos. Sus libros de cuentos Los prisioneros (1963), El collar del perro (1965) y Lucía McCartney (1967) fueron bien recibidos por la crítica y atrajeron lectores. Pero también sus narrativas repletas de sexo, violencia y conflictos de clase provocaron que su libro Feliz Año Nuevo (1975) fuera censurado por la dictadura militar. A partir de la década de los ochenta, publicó novelas como El gran arte (1983), protagonizada por el abogado criminalista Mandrake, personaje que marcó la memoria de sus lectores, circulando por otros de sus relatos y narrativas; Bufo & Spallanzani publicada en 1986; y Agosto (1990), que tiene como contexto los acontecimientos que llevaron al suicidio del presidente Getúlio Vargas en agosto de 1954.

Leer sus textos es también adentrarse a los submundos de los paisajes urbanos. Fonseca pudo haber nacido en 1925, en la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, pero sus personajes serán siempre recordados por sus recorridos en las calles de Río de Janeiro. Como escribió y publicó durante un amplio periodo de tiempo (su último libro publicado fue la colección de cuentos Carne cruda en 2019), logró retratar un paisaje urbano que se transformaba a lo largo de los años gracias a los avances tecnológicos.

Esta evolución también es notoria en los cambios de hábitos de sus personajes: además de los trayectos por las calles de la ciudad en caminatas que parecían no tener fin, exploraron el mundo virtual. Eso ocurre, por ejemplo, con el abogado Mandrake, personaje que aparece en libros de diferentes décadas. En El gran arte, por ejemplo, es la personificación del investigador que necesita tener astucia, pero también buenas piernas. Su labor lo obliga a recorrer diferentes barrios, entrevistando a sospechosos, al tiempo que registra un paisaje urbano que se transforma. En Mandrake, la Biblia y el bastón (2005) el abogado reaparece. Pero ahora se encuentra con una ciudad globalizada y está obligado a seguir a los sospechosos más allá de las fronteras de la ciudad, incluso, más allá de las fronteras del país. Las piernas entrenadas ya no son suficientes. Las investigaciones de Mandrake también se trasladan al mundo virtual de las computadoras. Lo que no se transforma es la naturaleza de los personajes: individuos desilusionados, corruptos, violentos, que actúan sin ninguna sensibilidad. Los crímenes son siempre crueles, la naturaleza humana es siempre perturbadora y cuestionable.

Por las tramas urbanas, los crímenes y los personajes investigadores que marcan su obra, Fonseca es también recordado como uno de los escritores que estimularon el género policíaco en Brasil. A pesar del éxito en todo el mundo, este género ganó adeptos entre escritores y lectores brasileños hacia el final del siglo XX. Son varias las teorías para explicar este éxito tardío, entre ellas que las novelas que tienen más seguidores son las que se aproximan al noir y se valen del género para reflexionar sobre la realidad urbana. Lo que es un hecho es que las narrativas de enigma, enfocadas en la deducción de un misterio, no se consolidaron en el país.

Rubem Fonseca fue una inspiración para los escritores que vieron en la narrativa policíaca una manera de discutir cuestiones paralelas. El propio autor trató las transformaciones del género en el cuento “Novela negra”, que forma parte del libro con el mismo nombre publicado en 1992. En la trama, un famoso autor de novelas policíacas, Peter Winner, revela durante un encuentro de escritores del género que es un farsante. En realidad él habría asesinado al verdadero Winner y asumido su identidad. Es por esta razón que su obra, ya decadente y ultrapasada, sufre un cambio brusco a partir de determinado momento de su carrera, y aparece renovada para sus lectores. Él mata al escritor de textos de enigma y hace nacer al escritor de novela negra porque era necesario acompañar las transformaciones del mundo.

La vinculación con el género también se justifica por la propia trayectoria de vida del escritor. Fonseca trabajó como delegado de policía y, a pesar de haber pasado gran parte de su tiempo lejos de las calles y dentro de las oficinas, las historias que vivía y los personajes que se cruzaban por su camino inspiraron las tramas que posteriormente llevó al papel. No obstante, sería reduccionista encasillar su obra dentro de una definición estricta de género. Es cierto que el crimen y la violencia ocupan un lugar central en su narrativa, pero el alcance de su obra extrapola las características usualmente asociadas a una literatura de género para acercarse de manera más amplia a una exploración cruda de los mundos urbanos contemporáneos.

No es exagerado afirmar que su obra influyó en varias generaciones de escritores y escritoras de Brasil y América Latina y que, seguramente, seguirá influyendo en muchas más. ~

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Traducción del portugués de Rafael Gutiérrez.

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es profesora, crítica literaria y periodista. Su libro más reciente es Uma literatura que se quer crítica. Diluição
de fronteiras entre a crítica literária e a ficção contemporânea (Papéis Selvagens, 2019)


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