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Elecciones Venezuela 2012: Sobre el mito y la realidad de ganar perdiendo

Van los números otra vez. Chávez: 8, 185,120 votos (55,08%). Capriles: 6, 583,426 votos (44,3%). Va una duda: ¿toda victoria es solo una victoria?
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La derrota no es apta para optimistas y aunque aún es temprano para saber si la oposición venezolana volverá a participar en próximas elecciones con el entusiasmo del pasado 7 de octubre, no es aventurado sospechar que no, que varios sectores perdieron algo difícil de recuperar. Henrique Capriles hace equilibrio sobre la punta de un clavo ardiendo y augura otra oportunidad, sin reparar apenas en las fuerzas desiguales que plantea cualquier contienda electoral ante el oficialismo o ante el Estado, que en Venezuela vienen a ser lo mismo.

Hugo Chávez se ha comportado de forma ambivalente este último mes, promoviendo cambios en el gabinete de ministros y en la vicepresidencia con el objetivo de reubicar a los mejores hombres para completar lo que podríamos llamar “transfiguración política”. Con las elecciones regionales fijadas el próximo 16 de diciembre, escasa campaña y una salud que no le permite recorrer el país como lo hizo en 2004, el presidente necesita rostros que puedan convertirse en él y absorber carisma en tiempo récord.

Pero lejos de la discusión sobre si pueden o no hacerse transfusiones de liderazgo, la cómoda ventaja de Chávez y el crecimiento de la oposición convivieron el pasado 7 de octubre y obligan a examinar quiénes son esos 15,162,228 votantes que participaron. Hecho: las clases populares no están con Chávez como solían. Sobre la capacidad para aprovechar o revertir ese comportamiento reposa el futuro político de Venezuela.

Van los números otra vez. Chávez: 8, 185,120 votos (55,08%). Capriles: 6, 583,426 votos (44,3%). Va una duda: ¿toda victoria es solo una victoria?

Cualquier resultado se mide en función de las expectativas, por eso la verdadera derrota opositora estuvo en la diferencia de casi 11 puntos. Que el presidente consiguiera reelegirse era el escenario más probable; que 1, 600,000 personas definan una mayoría con ganas de sostener al gobierno por 20 años fue un derechazo en los riñones. En términos absolutos Chávez consiguió un millón de votantes más que en las elecciones presidenciales de 2006, ayudado por una capacidad de movilización arrolladora, incentivos económicos y amedrentamiento. El error está en adjudicar su victoria solo a esos elementos y perder de vista que el chavismo aún cala hondo.

Pero no tanto.

En elecciones presidenciales Chávez nunca bajó de 20 puntos de diferencia ante el adversario de turno, alcanzando su victoria más holgada en 2006, con 25,94 puntos. En términos relativos, el chavismo perdió 15,16% puntos en estos seis años y en ese mismo periodo, ahora en términos absolutos, la oposición sumó casi tres millones de votantes. Mucho, pero no suficiente para derrotar un liderazgo con demasiado dinero en los bolsillos que podría acusar ceguera crónica si cree que de un día para otro aparecieron tres millones de ricos en el mapa: muchos pobres votaron a favor de Capriles.

Según el politólogo Edgard Gutiérrez los sectores populares del país conforman, cuando menos, 60%  del registro electoral. Hay que recordar que 80,52% del padrón votó el 7 de octubre, así que la tendencia es más que representativa para convenir que eso a lo que Chávez llama el “pueblo” –los más pobres– se manifestó. Encuestadoras aseguraron durante las semanas previas que el oficialismo no había capitalizado ahí el apoyo de siempre y la oposición solo podía aspirar a la presidencia mejorando aún más su relación con ese electorado. Tímidamente, el camino estaba señalado.

Capriles solo ganó en dos de los 24 estados, pero perdió en los cuatro más poblados y urbanos, donde sus cálculos le obligaban a ganar. Esas derrotas son especialmente importantes y recuerdan que algo falló: su opción no llegó a los siete millones necesarios para aspirar a competir. Ese número, con una participación que rozara el 76% y no el 81% lo hubiera dado ganador. Es ahí donde entra en juego otra pregunta: ¿podía la oposición llegar a esos siete millones o alcanzó su tope?

El análisis estadístico de Edgard Gutiérrez es esclarecedor: “Venezuela puede dividirse en dos grandes segmentos demográficos: uno más poblado y otro menos poblado. Los primeros nueve estados del país (Zulia, Miranda, Distrito Capital, Carabobo, Lara, Aragua, Anzoátegui, Bolívar y Táchira) concentran el 66% de la población electoral. En los demás se concentra el tercio restante de los electores”. Tal como se puede apreciar en la gráfica, la diferencia entre Chávez y Capriles en los estados más densos y urbanos es de seis puntos, pero el salto se da en el otro tercio, donde el presidente arrasó a su contendiente con una brecha de 22 puntos.

Cortesía de Edgard Gutiérrez.

Como en buena parte de América Latina, las zonas rurales de Venezuela están caracterizadas por su pobreza y dependencia económica del gobierno central. La mayoría de esos estados han sido gobernados de forma ininterrumpida por candidatos afectos al gobierno durante los últimos 12 años, reduciendo a su mínima expresión la presencia de una alternativa. Si la brecha fue de 22 puntos y no de 35, se debe al inmenso esfuerzo físico de Henrique Capriles en recorrer todo el país más de una vez. Su campaña de casa por casa y pueblo por pueblo funcionó muy bien para el diálogo claro, breve y pragmático y, en medio de la derrota, es necesario decir que arañó muchísimos votos.

Al analizar el gráfico sobre el margen de victoria en votos absolutos es tentador pensar que el trabajo de Capriles en los estados rurales fue óptimo, salvo en el caso de Portuguesa. Ahora bien, el área de impacto de la oposición está en las urbes, en ese 66% del electorado, por eso hay una clave en los casi 500,000 votos de ventaja que agregó Chávez entre Distrito Capital, Zulia, Falcón y Carabobo. “Hay que recordar que Zulia y Carabobo reflejaban una tendencia a favorecer progresivamente al chavismo y no es casual que ambos sean estados con gobernaciones opositoras que se han prolongado mucho en el tiempo”, recuerda Gutiérrez, quien por casos así está convencido de que la oposición pudo hacer un esfuerzo mayor el pasado 7 de octubre.

Cortesía de  Edgard Gutiérrez

Los recortes en la brecha rural y la derrota opositora en las grandes ciudades hablan de un electorado especialmente heterogéneo que no se puede leer como antes. Los más de 15 puntos que perdió Chávez en seis años están en esos pequeños detalles, al igual que su victoria. La herida de los casi 11 puntos tardará mucho en cicatrizar dentro del seno opositor y el reto para Capriles está en encontrar la forma de que la decepción no se lleve por delante el espacio ganado en los sectores humildes y en las zonas rurales. Es incierto si estas tendencias se verán reflejadas en las próximas elecciones regionales, pues la población reacciona de forma muy distinta cuando vota por un presidente, sin embargo las estrategias que se diseñen deben pensarse sobre esta base.

Las elecciones del 7 de octubre mostraron a un pueblo que comienza a fracturarse. Si tuvieron que pasar 14 años para llegar a ese punto es porque la democracia en Venezuela se ha convertido en una maratón donde solo un corredor con esteroides había aguantado el trote. Ganó otra etapa, pero por primera vez también perdió un poco.

 

 

 

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Periodista. Coordinador Editorial de la revista El Librero Colombia y colaborador de medios como El País, El Malpensante y El Nacional.


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