María Elena Walsh (Buenos Aires, 1930), escritora y compositora, ícono de la niñez argentina murió el pasado 10 de enero. Para recordarla, pedimos a ISol quien no solo es su compatriota sino, también, otra gran contadora de historias para niños, nos hablara de sus recuerdos sobre La Walsh.
Pensé que me sería fácil escribir sobre María Elena Walsh, porque a menudo hablo de ella -de sus canciones especialmente- con cariño y admiración. Sin embargo, hoy me resulta arduo escribir lo que me produce su obra y el hecho de haber crecido con ella, porque está ligado al disfrute íntimo, a imágenes y danzas de mi infancia. Vuelvo a escuchar estos días las canciones de sus discos (que no oía hace años) y confirmo que me las acuerdo enteras. Y puedo entender por qué. La magia de las canciones de María Elena Walsh es que tienen la potencia del poema y el desparpajo del juego: ahí hay una persona que se divierte, señores. Una persona curiosa, aventurera y culta, que nos ofreció los dorados frutos de su caminata en este mundo en forma de canciones, poemas y cuentos. Sin mezquinarnos inteligencia, emoción ni mezclas sorprendentes. Sin vergüenza ni prejuicios hacia su público. En síntesis: La Walsh no se sacaba la cabeza para hablar con los niños.
Animales que hablan en nuestro idioma
Las cosas que quiere Osías el osito, yo también las quiero: ríos con peces, jardines abiertos, tiempo no apurado para jugar, cielo celeste de verdad y un poco de conversación en caso de soledad. La pájara Pinta (una de las canciones más tristes que oí nunca) sigue siendo una canción que me estremece, con su pájara hecha viuda a manos de un cazador y su “escopetita verde”. Hay algo tan tierno en las canciones de Walsh, que aún las polillas deciden acerca de la naftalina “no la mates, me da pena” (como si pudieran ganar esa batalla). En la hormiga Titina, aunque deseamos que ella se salve, el hecho de que la araña se quede sin comer y adelgace nos deja un regusto para reflexionar acerca de cómo sería la canción si la heroína fuera la araña. La autora no es ingenua. No esconde las paradojas ni las contradicciones, pero es compasiva con sus personajes. El mono Liso se apena de la naranja y la guarda viva en el refrigerador. La Reina Batata se salva del cuchillo…Como su admirado Lewis Carroll, María Elena se permitía unos delirios geniales de lo más lógicos. Sus obras brotan hacia muchos lados, abriendo sentidos múltiples dentro de una estructura simple y cálida. La tetera es de porcelana pero no se ve; sin embargo tomemos el té. ¿Cómo eso es posible? ¿y qué importa, de todas formas?
Sus canciones pasan por muchos temas y climas. Dentro de su estilo despojado, los arreglos musicales están elegidos cuidadosamente de acuerdo a cada tema. Aventuras como las de los gatos que confunden una danza con un concurso de belleza, compuesto con música de chacarera argentina, dejan paso a los recuerdos de su propia infancia como la canción de “El Último Tranvía”, compuesta en un estilo completamente diferente, en el que una parte de la canción es melancólica y la otra es muy traviesa, otorgándole personalidad de niño a la máquina. En “Los castillos”, una canción con elementos medievales, los castillos son presentados como personajes que “se han quedado solos, sin princesas ni caballeros”. Cada canción de María Elena Walsh usa elementos musicales distintos que dan estructura y ritmo a las palabras, como hace el ilustrador al trabajar con un cuento: buscando un diálogo entre ambos lenguajes que lleve a la conexión del oyente o lector con el sentido final de la obra.
El nivel poético de su obra, el respeto hacia su público -fuera niño o adulto- es para mí una inspiración. Dijo Chéjov: “Si deseas trabajar en tu arte, trabaja en tu vida”. Su figura de mujer talentosa y buscadora de su verdad, valiente y viajera, también me gusta. Recuerdo que en mi primer viaje a París me sorprendí con una callecita estrechísima al lado del Sena, llamada Rue du Chat qui Pêche y pensé que María Elena debía de haber pasado por allí en los años 60 y se habría dejado llevar por ese sugestivo nombre para crear “La calle del gato que pesca”, una de mis canciones favoritas, con sus juegos de sílabas y la historia del gato que roba sombreros. Me gusta imaginar que ella pasó por ahí, aunque no sé si es verdad. Pero que pasó por mí y por muchos más -para quedarse-, de eso estoy segura.
Gracias, María Elena querida, por habernos invitado a jugar contigo.
– ISol
Playlist con canciones de María Elena Walsh