La figura no puede ser más cómica: el hombre ronda los 45 años, es espigado, la cara flacucha, es evidente que proviene de Alemania oriental, y viste un traje caro, señal de un buen trabajo o, al menos, de un buen sueldo. Entra decidido a la sala de juntas, donde se extiende una mesa enorme sitiada por una veintena de sillas, y todas las miradas se dirigen a su frente, donde ostenta un parche tan grande que le invade el peinado de escobilla. “Debo irme a las 9.57, así que seré breve”. Con esa locuacidad que dan un puesto directivo y una corbata Hermès, el señor recuenta la historia de la Feria del Libro de Leipzig: dice que es Feria del Libro más antigua del mundo, anterior incluso a la de Frankfurt, y de cualquier manera anterior a la imprenta, y explica cómo se conservó a pesar de la dictadura comunista en Alemania Oriental. Hoy, asevera, es la segunda Feria del Libro más grande de Alemania, enfocada en lectores jóvenes y niños, y especializada en atraer voces nuevas de Europa del Este que anhelan “triunfar” en Europa. Son las 9.55 am cuando se interrumpe y levanta la visa. “Una pregunta”, se oye desde el otro extremo de la mesa continental, “¿quién es usted, cómo se llama?” “Ah, olvidé presentarme, pensé que me reconocerían”. “No, disculpe usted”. Notoriamente molesto: “Soy Oliver Ziller”. “Gracias, Oli, por el recuento tan detallado”. Reconociendo el tonillo de ironía, él enrojece un poco mientras un chino pregunta bisílabamente: “¿Puesto?” Y ya sin paciencia: “Soy el Director de la Feria del Libro de Leipzig”. Y se va.
¿Qué ofrece la Feria del Libro de Leipzig al visitante? Enfatiza su relación con el público general, así que está a reventar de familias y de jóvenes. Tampoco faltan los niños y los grupos escolares. Eso es lo más notorio. Para incentivarlos aún más, diseñaron una serie de cosplays (‘concursos de disfraces’) de acuerdo a los personajes de mangas, animes, cómics, tokusatus, dibujos animados, videojuegos y otros seres japoneses.
Por realizarse la Feria de Leipzig al inicio de la primavera, el país invitado a Frankfurt aprovecha para montar un ensayo. Este año corresponde a Argentina. Su pabellón fue grande y uno de los nombres que no puede faltar nunca cuando se habla de Argentina en tierras germanas es el de María Cecilia Barbetta, una porteña que emigró a Berlín y publicó hace dos años una novela escrita en alemán: Sastrería Los Milagros.
Enfrente está el pabellón que hacina al resto del continente: ‘Latinoamérica’. El programa presenta a un único mexicano: René Ceballos, investigador de literatura del Instituto de Romanística de la Universidad de Leipzig, donde otrora estudiaron también Goethe, Leibniz, Wagner y Nietzsche, Heisenberg y la canciller Merkel.
Pero hay otra relación más sutil con México, un “escándalo literario” que ha merecido ríos de tinta en Alemania los últimos meses: la novela Axolotl Roadkill, de la adolescente Helene Hegemann. Celebrada unánimemente por la crítica literaria en enero, cuando el libro se publicó, Hegemann se convirtió de un clic a otro en objeto de vituperio: alguien “descubrió” que algunas páginas eran una simple transcripción de la novela ‘underground’ Strobo del bloguero Airen. La crítica, con la misma celeridad con que había hecho de la pobre adolescente una estrella, la convirtió en objeto de reprensión. La discusión sobre la apropiación artística (Duchamp) y el derecho de autor tomó un nuevo cariz.
La Feria del Libro de Leipzig había nominado la polémica novela para el Premio en la categoría de ficción. No funcionó. Ganó Georg Klein. Pero sí sucedieron dos cosas: la búsqueda de “axolotl” en Google se disparó y también la venta misma de axolotles. Estos anfibios desaparecieron prácticamente ya de su entorno natural, los lagos del Valle de México, y se encuentran ahora en laboratorios, tiendas de mascotas y novelas plagiadas.
¿Qué tienen en común Oliver Ziller, los participantes del cosplay y Helene Hegemann? Que todos desconocemos la verdadera historia que hay detrás de sus parches, disfraces y plagios. Estrategias del mercado.
– Enrique G de la G
Doctor en Filosofía por la Humboldt-Universität de Berlín.