“Vivimos tiempos paranoicos”
Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es uno de los escritores latinoamericanos más reconocidos de su generación. Profesor en la prestigiosa Cornell University, ha publicado recientemente Los vivos y los muertos (Alfaguara, 2009), en la que coquetea con el género policial y que ha sido recibida con críticas entusiastas a uno y otro lado del Atlántico.
Una calurosa tarde de agosto madrileño –el termómetro marcaba 39 grados a la sombra— nos citamos en la terraza de un Starbucks para refrescarnos con un frappuccino y charlar acerca del género que ha llegado del frío: la nueva novela policial.
¿Has sido siempre lector de novela policial?
Era un gran lector de novela negra durante mi adolescencia, luego empecé a leer lo que podríamos llamar “literatura seria” y dejé de lado los géneros populares, pero en estos últimos años he vuelto a la novela negra, aunque con otros ojos.
Lo curioso es que pareciera haber millones de lectores en todo el mundo que han vuelto la vista al género…
Es la estructura narrativa de nuestro tiempo. Bolaño decía, refiriéndose a Los detectives salvajes y a 2666, que a él le gustaba formular sus grandes novelas dentro de un esquema relativamente sencillo de policial, con un enigma recorriendo sus páginas para enganchar a los lectores. Por un lado está eso, esa necesidad casi infantil, y por otro, vivimos tiempos paranoicos y el policial es el género paranoico por excelencia, como recuerda Piglia.
Durante mucho tiempo la guerra fría con el enemigo comunista se convirtió en el telón de fondo y el gran proveedor de historias para el género. Hoy en día, tanto el escenario como el malo se han diversificado…
En lo que he leído últimamente, las tramas tienen que ver con lo que podríamos llamar “preocupaciones de telediario”: curas pedófilos, conspiraciones empresariales, políticos corruptos, etc. Como decía Borges, en el policial el enigma es siempre más interesante que su resolución. He estado leyendo autores nórdicos y no he encontrado uno solo que plantee soluciones novedosas o enigmas novedosos, nada que no estuviera ya en Agatha Christie.
Refiriéndose al éxito de los autores suecos como Larrson o Mankel, o a otros como Donna Leon o Camillieri, hace no mucho en El País, Javier Valenzuela abundaba en este lugar común según el cual “no hay mejor herramienta para describir la realidad actual que la novela negra”…
Creo que se podría hacer la misma operación con la ciencia ficción o las novelas de templarios, si nos guiamos por la cantidad de gente que las lee como esperando ver desvelado un oscuro secreto que le de pistas sobre el mundo que nos rodea. A mí me parece que la novela realista tal cual es también una herramienta perfectamente válida. No sé, no creo mucho en estos juicios tajantes.
¿Y a qué atribuyes el éxito del policial sueco o nórdico?
Creo que estos países tienen un componente de exotismo para el resto de nosotros que sus autores saben aprovechar muy bien, algo similar a lo que ocurrió con el boom y Latinoamérica en los sesenta y setenta… Han entendido muy bien que el paisaje es un personaje importante y explotan muy bien el frío y la soledad nórdica.
¿Crees como Donna Leon que “Larsson es patológicamente malo”?
Yo leí 150 páginas y la novela no terminaba de arrancar, así que me aburrí. Pero sí me pareció que estaba prolijamente escrita.
¿Te alcanzó para apuntar pistas del monumental éxito que ha tenido?
Por un lado es literatura policial progre y parte de su éxito tiene que ver con un buen timing, con el momento actual de crisis y desconfianza hacia el capitalismo. El personaje principal es un periodista de izquierdas, azote del poder económico y político. También creo que funciona esta cosa macrodelincuencial, el malo es muy malo y condensa buena parte de los miedos de la gente: es nazi, pedófilo, maltratador, etc. Y hay que reconocer cierto talento, como ocurría también en El codigo Da Vinci, a la hora de combinar todas estas amenazas y ofrecerlas en un mismo pack.
¿Crees que hay también un componente de caída del mito del estado de bienestar sueco?
Sí, y ahí hay una tradición. Hay una pareja de suecos, Sjöwall y Wahlöö, que en los años sesenta escribieron una serie de diez novelas bajo el título de La historia del crimen (ahora las ha recuperado RBA en España), que ha sido muy influyente en el policial contemporáneo. Por un lado se recreaban en lo que podríamos llamar el “tedio de los procedimientos investigativos”, hacían un esfuerzo de verosimilitud por contar la investigación policial como un proceso burocrático, remolón y no siempre excitante, nada que ver con la vertiente CSI. Y por otro lado, esta pareja tenía una agenda claramente de izquierda y sus novelas eran un j’accuse, algo estridente, incluso un tanto demagógico, que atacaba a la sociedad del bienestar con sesgo capitalista sueca. La influencia en Larsson y en tantos otros es evidente.
Es curioso que un país tan pequeño produzca tantos escritores de éxito…
Supongo que si eres sueco, te quedas sin trabajo, tienes seguro de desempleo y nada que hacer, ves el éxito precedente y resulta muy tentador ponerse a escribir una novela policial.
– Diego Salazar
(Lima, 1981) es editor y periodista.