Gracias a los importantes señores diputados unánimes (que negaron al insignificante poeta Octavio Paz un lugar en la “pared de la eternidad ilustre”) por haber demostrado de facto el cuentito/epitafio de mi libro Muertes ejemplares (Editorial Colibrí, México, 2004):
“Aquí yace uno que en vida no fue nada, ni siquiera diputado.”
Evidentemente, si, como decía Oscar Wilde, la naturaleza copia al arte, en este caso lo real copió a la ficción.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.