1. ¿Lo que escribo se corresponde con mi edad? Si las ideas tienen edad, ¿qué edad tienen las mías? ¿Son suficientemente jóvenes? ¿Son realmente representativas de mi generación? ¿Encajan con los anhelos y frustraciones de la generación millennial? Sobre la juventud se suele escribir desde la vejez, con melancolía y la perspectiva de los años. Pero muchos jóvenes hacen política con su juventud; consideran su edad su ideología; hacen la peor crítica (aunque es una falacia en la que yo también caigo) que se les puede hacer a las ideas de alguien: que son viejas o, simplemente, que son más viejas que la edad del autor; y, sin embargo, desarrollan una nostalgia precoz: “los adolescentes de ahora son más estúpidos que cuando yo era adolescente”, “los dibujos animados de antes eran mucho mejores”.
2. La idea de la juventud como única identidad juega con la ambigüedad de toda política identitaria. Pero uno no es solo joven, es muchas cosas más. Y el que es joven no necesita sentirse joven, porque ya lo es. Quienes instrumentalizan la juventud políticamente caen en el mismo error que quienes ven a los jóvenes como un ente homogéneo. En Dinamarca un anuncio electoral de 2014 pedía el voto joven y utilizaba palabrotas, sexo y violencia. Un héroe llamado Voteman pegaba palizas a jóvenes desafectos y los enviaba a votar. Es política pop, de menú infantil: el joven solo comprende la política si sale un héroe rockero de animación. En España, un 50% de paro juvenil no debería necesitar de artificios, pero juventud y política son conceptos que se abordan desde la brocha gorda o la identidad.
3. Soy joven, pero no sé lo que es serlo. No sé si la juventud significa dudar más que en la madurez, pero tengo muy pocas cosas claras. Muchas de ellas no creo que se me aclaren nunca, y me parece bien. Otras imagino que es cuestión de tiempo. Hay una viñeta de Liniers que muestra una manifestación encabezada por una gran cartel que dice “No estamos del todo seguros.” Más allá de cuatro ideas básicas y primarias rectifico, dudo, cambio de opinión. Me gusta la prudencia de la frase “a bit too early to tell”. Estoy politizado, pero no tengo nunca claro mi voto. Me arrepentí de mi elección apenas unas horas después de votar. Me habría ocurrido lo mismo si hubiera votado la otra opción que tenía en mente. ¿Me hace eso menos joven o más joven? ¿Qué es ser joven?
4. El discurso de Podemos en las elecciones se llenó de llamadas a un voto joven: jóvenes “exiliados”, la precarización como forma de identidad. ¿La precariedad crea una identidad? Muchos leen el voto a Podemos en clave generacional, pero en España, Carmena, icono de la nueva política, nació en la década de los años cuarenta. De la misma década son Corbyn y Sanders, que recogen el voto joven británico y estadounidense. En cambio en Francia, el ultraderechista Frente Nacional es un partido que atrae con sus ideas retrógradas y de origen fascista a una juventud desencantada.
5. A veces lo que creo tener claro no lo tengo tan claro, pero no creo que vaya a hacer enmiendas a la totalidad. No creo que de pronto vaya a convertirme al catolicismo, o al budismo, o al leninismo. Aunque tampoco estoy tan seguro: Carrère cuenta en El Reino su evolución desde el agnosticismo al catolicismo y su vuelta al primero. Muchos de los cambios ideológicos cumplen lo dicho por Helmut Schmidt (aunque también se le atribuye a Churchill): “Quien a los veinte años no sea revolucionario no tiene corazón, y quien a los cuarenta lo siga siendo, no tiene cabeza.” Hitchens era trostkista de joven y murió defendiendo la guerra de Iraq y tachado de neocon. Glucksmann fue maoísta de joven y terminó apoyando a Sarkozy. Algo parecido les pasó a Henri-Levy, Bruckner y otros “nuevos filósofos” franceses. ¿Se mantiene eso ahora? ¿El votante joven de Podemos votará a la derecha dentro de treinta años, como los sesentayochistas acabaron de funcionarios del Estado francés? Hace poco un hombre me dijo que, cuando madurara, dejaría de leer El País. Era un hombre muy de derechas.
6. De joven, Michel Rocard, ex primer ministro socialista francés, le dijo a su padre que iba a dejar sus estudios científicos y estudiar Sciences Po (Ciencias Políticas). Y que, encima, era socialista. Su padre le respondió: “Si fueras como todo el mundo, serías trostkista, es decir, un chalado, te calmarías en tres o cuatro años y esto sería tragable; pero eres socialdemócrata, es menos peligroso, pero vas a seguir siéndolo para siempre y eso es terrible”. El primer voto marca ideológicamente, pero mi padre votó de joven al socialdemócrata alemán Willy Brandt y ahora, de mayor, es muy conservador y de orden: sus ideas son más dogmáticas, tiene muchos más prejuicios. Vive solo, en una casa en la playa, con nuestro perro Bruno. Están envejeciendo juntos. Ambos tienen mucho miedo a los cambios, a pesar de que han vivido muchos. El otro día vinieron a buscarme a la estación de tren. Bruno no quería bajar las escaleras del andén, mi padre no quería convencerlo.
7. Mi padre tiene 52 años más que yo. Desde niño me obsesionó esa diferencia de edad: cuando él alcance los ochenta yo seguiré en la veintena. A mi edad, mi padre había sido refugiado y escapado de una guerra mundial, y estaba a punto de mudarse a España, donde se quedaría toda la vida y se casaría y divorciaría dos veces y tendría seis hijos. Supongo que eso te marca, pero no sé si la experiencia, como escribe el ensayista Phillip Lopate, realmente afecta a la sabiduría y a las ideas. ¿Pensaría igual si hubiera tenido una infancia normal en vez de escapar con cinco años de Prusia Oriental, perseguido tanto por Hitler como por Stalin?
8. En Los exiliados románticos, de Jonás Trueba, uno de los personajes de la película habla de que los ancianos a los que cuida en un geriátrico no se hablan entre ellos porque se consideran unos a otros viejos. A mi padre le ocurre igual. Se ve joven, se ríe de las excursiones de pensionistas. Se sorprende cuando le digo que es anciano, pero lo asume con resignación. Solo recuerda su juventud cuando le pregunto por ella, porque creo que asume que todavía no ha terminado. A lo mejor la juventud es eso. ~
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).