Naomi Klein
Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima
Traducción de Albino Santos Mosquera
Barcelona, Paidós, 2015, 650 pp.
Que el clima esté cambiando no debería sorprendernos: durante millones de años la Tierra ha sufrido ya glaciaciones, sequías y lluvias diluvianas. El verdadero problema no es el cambio en sí, sino aquellos efectos que están convirtiendo nuestro planeta en un lugar en el que cada vez es más difícil vivir. Por poner un ejemplo: el proceso creciente de desertificación ha provocado migraciones masivas, con un saldo de alrededor de cincuenta millones de refugiados.
Para octubre de este año, los gobiernos prevén un acuerdo mundial, a fin de encontrar medidas comunes para mitigar los efectos del calentamiento global. Una voz disidente en ese coro de buenas intenciones ha sido Naomi Klein (Montreal, 1970), cuyo libro más reciente –Esto lo cambia todo– trata la relación entre política y cambio climático. El texto es un análisis brillante de mitos y creencias que giran en torno a este fenómeno, pero es también una crítica feroz a las políticas ambientales hasta ahora implementadas y una denuncia de los intereses que enturbian las acciones que podrían realmente limitar los desastres ecológicos. Según la autora, el cambio climático es producto del capitalismo, es decir consecuencia de errores crónicos, y no contingentes, de nuestro sistema económico. De ahí que el cambio climático pueda convertirse en potencial motor para superar las lógicas neoliberales y apostar por un sistema de desarrollo diferente, más justo, más sustentable y, en fin, más humano.
Durante los últimos veinte años –explica Klein– hemos adoptado iniciativas políticas, científicas y tecnológicas para reducir las emisiones, buscando fuentes energéticas alternativas o produciendo aparatos más eficientes. Hemos, en pocas palabras, apostado a la eficiencia energética y a implementar políticas de subsidio hacia las energías renovables. Pese a esas medidas, las emisiones han crecido. De modo que, siguiendo la argumentación de la autora, si de verdad queremos encontrar una solución al problema del cambio climático, tenemos que aceptar que solo nos quedan dos opciones: “permitir que las alteraciones del clima lo cambien todo o modificar totalmente nuestra economía para conjurar ese escenario”.
Las políticas neoliberales no solo han expandido la producción a niveles poco sostenibles, sino que también han apoyado el desarrollo de la industria de los hidrocarburos, mediante la promoción de subsidios a los combustibles fósiles, las megafusiones entre gigantes del sector, así como con acuerdos comerciales hostiles a las regulaciones ambientales y laborales. Deliberadamente nuestros gobiernos han adoptado medidas que no perjudican a la industria energética, porque todavía representa el sector más rentable de la economía. El año pasado, por poner un ejemplo, mientras los gobiernos seguían hablando de las posibles soluciones al cambio climático, Exxon hizo más dinero que cualquier otra compañía en la historia. Tal y como Klein denuncia: “Nuestro sistema económico y nuestro sistema planetario están en guerra.” La única solución posible es dejar de extraer y, consecuentemente, de consumir tanto.
Algunos críticos del libro han acusado a Naomi Klein de no proponer alternativas tout court, pero esto no es exacto. Klein ofrece muchas ideas: la regulación del mercado, un papel más firme por parte del gobierno frente a las corporaciones, la ampliación de fondos de deuda y tarifas para la lucha contra el cambio climático, la creación de normas más duras para tutelar los derechos indígenas para contrarrestar las industrias extractivas, la desinversión de la industria de energía convencional y la reinversión en soluciones verdes. Sin embargo, es en esta superficialidad para dibujar un escenario poscapitalista donde se encuentran las mayores insuficiencias del libro. Esa falta de panoramas claros abre la puerta a conjeturas fatalistas que desaniman el cambio. De hecho, tenemos la costumbre de asociar la salida del capitalismo con políticas draconianas y autárquicas, con inflaciones, devaluaciones, falta de liquidez o congelamiento de los créditos. Así, este libro no es convincente al momento de explicar que alejarse del capitalismo y del neoliberalismo no significa optar por el decrecimiento, sino apuntar por un desarrollo más humano, a ritmos más lentos, pero más sostenible. Un retorno a una menor producción per cápita (en términos del pib), por ejemplo, es viable redistribuyendo la renta y la riqueza de forma más justa, cambiando la planificación social, disminuyendo la jornada laboral, incrementando el papel social del Estado y sobre todo recuperando las necesidades humanas más genuinas.
Se trata, sin duda, de un libro que aspira a la amplitud: más de seiscientas páginas cuidadosamente documentadas, que abarcan terrenos muy amplios, desde las ciencias naturales, hasta la psicología, la economía, la ética, la política y la sociología. Sin embargo, lo meticuloso del entramado puede transformarse con facilidad en verborrea y, superadas las primeras doscientas páginas, es difícil encontrar algo nuevo. Asimismo, los cuentos dedicados a los ecomovimientos, los pueblos indígenas, la violación de los “derechos aborígenes” y sobre cómo esos pueblos podrían llevar una vida respetuosa con la naturaleza con base en las energías alternativas son redundantes y terminan por ser contraproducentes a los propósitos de este libro: provocar un cambio en los lectores. Para Klein, las comunidades indígenas y verdes son ejemplos de éxito, que confirman que otro sistema es posible, pero la autora obvia la paradoja de que compartir los valores de los ecomovimientos no significa estar dispuestos a adoptar su estilo de vida. En ocasiones, la visión romántica de Naomi Klein parece apuntar hacia un retorno al estado de naturaleza rousseauniano, que debilita su argumentación porque la aleja de soluciones auténticas y realistas.
En Esto lo cambia todo Klein ha mantenido el estilo apasionado de sus libros anteriores y en no pocos momentos contextualiza el cambio climático en su realidad más humana. A pesar de sus defectos, Klein es hábil para explicar cómo la degradación ambiental es apenas uno de los síntomas devastadores del capitalismo, que ataca no solo a la sociedad en su nivel más abstracto, sino a la vida concreta de sus individuos. ~
Es experta en asuntos internacionales y consultora en políticas públicas. Actualmente cursa un doctorado en estudios de defensa, con un proyecto sobre seguridad energética, en Inglaterra.