Ilustración: Martín Elfman

Bricolaje

Un tipo de creatividad, ni técnica ni científica, aprovecha lo que tiene a la mano para resolver necesidades concretas. El bricolaje, cuyas raíces están en la ingeniería militar, ha servido para explicar el pensamiento mítico y la evolución.
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Una pelota puede servir como tapón de un lavabo, aunque no fue hecha para eso, sino para ser lanzada, rodar y rebotar. La punta de un clip puede entrar por el agujerito que libera el seguro de un reproductor de cedés. Una botella puede convertirse en lámpara.

El bricolaje es la creatividad que aprovecha lo que está a mano para darle un uso imprevisto. Desvía la función original para crear otra cosa. Procede experimentalmente, haciendo pruebas, no de laboratorio, sino en la práctica. No necesita el saber de un especialista, ni le estorba. Usa la inteligencia creadora de todo ser humano.

En los laboratorios de la Minnesota Mining and Manufacturing Company (3m, creadora de la Scotch Tape), el investigador Spencer Silver buscaba un pegamento más resistente cuando descubrió otra cosa: un pegamento de quita y pon. La compañía no le encontró un uso práctico que tuviera mercado. Años después, Arthur Fry, otro científico de 3m, que formaba parte de un coro y usaba papelitos (que se caían) para encontrar las páginas correspondientes en su himnario, recordó el descubrimiento de su colega y lo aprovechó. Así se inventó el Post-it.

El bricolaje no es una investigación científica en busca de una explicación general. Tampoco una investigación técnica en busca de una solución general. Es una creatividad contingente, orientada por una necesidad práctica de aquí y ahora, que improvisa soluciones. Tiene un problema concreto (que no se caigan los separadores de mi libro) y encuentra una solución.

La palabra bricolaje y sus referentes tienen una larga historia, en la cual aparecen primero las cosas, luego sus nombres y por último nuevos significados.

–La ingeniería militar romana inventa una máquina quebradora de murallas que el latín medieval llama bricola.

–Las bandas del billar (siglo XV) y los muros del tenis (sigloXVI) son vistos como murallas donde rebota el proyectil disparado, y los franceses llaman al rebote coup de bricole.

–Las contingencias domésticas son vistas como rebotes inesperados que obligan a meter las manos y encontrar una solución, lo cual recibe el nombre de bricole.

–El bricolaje es visto como figura de toda creatividad.

1. La palabra bricola (nombre de una máquina militar usada para el asedio) aparece trece veces en el Corpus Diacrónico del Español (corde) de la Real Academia, aunque en un solo documento: las anónimas Gestas del rey don Jaime de Aragón (fines del siglo xiv). La palabra brigola, ninguna; pero está en los diccionarios de la Academia desde la primera edición (1726): “máquina militar para combatir, o batir muralla. Es voz anticuada de Aragón”. Joan Corominas (Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico) cree que el cambio de la ce (bricola) a la ge (brigola) se produjo en catalán, por influencia de biga (viga), “etimología popular inspirada en la pértiga característica de la brigola”.

Marco Vitruvio describió la construcción y operación de las brigolas, catapultas y otras máquinas (todas de madera) en el último de sus Diez libros de arquitectura (un cuarto de siglo antes de Cristo). Parece que tuvo experiencia, no solo como arquitecto, sino como oficial de artillería. Y se nota, porque empieza precaviendo contra los contratistas: Que no empiecen antes de hacer un presupuesto. Que reciban felicitaciones si lo cumplen. Que se tolere hasta una cuarta parte de exceso por costos imprevistos, pero no se les pague por encima de esa tolerancia.

No usa la palabra bricola, que surge más de un milenio después en el latín medieval (por vía germánica) para significar: quebradora. Dice simplemente machina. Para debilitar una muralla se usaban catapultas que lanzaban piedras. Para perforarla, brigolas: una torre de la cual pendía una gran viga horizontal que se columpiaba una y otra vez apuntando y golpeando repetidamente hasta abrir una brecha.

En México se llama brecha al “camino abierto en la selva o, en general, cualquier camino rústico y sin pavimento”; y abrir brecha es innovar: “crear una nueva alternativa o posibilidad” (Luis Fernando Lara, Diccionario del español usual en México). Pero brecha entró al primer diccionario de la Academia como “la rotura o abertura hecha en la muralla o pared fuerte con las piezas de artillería o con otros ingenios [máquinas] o instrumentos bélicos”. Según Corominas, brecha es una palabra tardía (documentada por primera vez en 1643) tomada del francés brèche, que a su vez viene del fráncico breka: roto, hendidura. “La vieja palabra castellana era portillo [puertecita]”. En 1611, Covarrubias (Tesoro de la lengua castellana o española) dice de portillo que es “una quebrada o pedazo de pared caída en algún cercado; de donde se dijo desportillar y aportillar”. La Academia recoge portillo en 1737 y cita a Florián de Ocampo (Crónica de España): “Primero que los golpes las quebrasen, caían [las piedras del muro] desencajadas de sus lugares, quedando muchos portillos abiertos, por donde la gente de Aníbal se metió, muy a su placer.”

2. Las palabras bricolaje, bricola, brigola y brecha están emparentadas por su origen remoto: la raíz indoeuropea bhreg– (quebrar). De la cual también derivan frágil, fractura, fragmento, fracción, fragor (estruendo de los golpes), naufragio, sufragio (porque se votaba en fragmentos de alfarería, basura reciclada que ya tenía algo de bricolaje), refractario, brigada y brega (Roberts y Pastor, Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española). También las palabras correspondientes en inglés, incluso break (Calvert Watkins, Dictionary of Indo-European roots).

Según Alain Rey (Le Robert. Dictionnaire historique de la langue française), en el latín medieval de Génova, bricola se transformó en la voz toscana briccola, que pasó al francés como brigole y finalmente bricole. Nicola Zingarelli (Vocabolario della lingua italiana) registra briccola (máquina de guerra), briccolare (golpear la muralla), battere di briccola (batir de rebote, con tiro oblicuo) y bricolla (morral o cesto usado por los contrabandistas para llevar su mercancía). La palabra se usa también para los trípodes en las aguas someras de la laguna de Venecia que marcan el límite navegable (pueden verse en la Wikipedia italiana bajo briccola). La extensión del significado en los últimos casos evoca fronteras, más que murallas: límites de la costa, penetración del contrabando.

La productividad léxica de la raíz latina bricola fue mayor en francés que en italiano, ya no se diga en español. Está documentada por Rey (Le Grand Robert de la langue française): bricole (1372), bricoler (1480), bricolier (1451), bricoleur (1778), bricolage (siglo XX) y bricolo (1979).

El uso de la palabra bricole se extendió al correaje de las colleras de caballos y a la correa ancha que se ponen al cuello los carteros para soportar su fardo, por analogía con el correaje de la brigola y la canasta de la catapulta. También se llamó bricoles a una red usada para atrapar ciervos.

3. Por analogía con el rebote de la piedra en la muralla, se llamó coup de bricole a la jugada de rebote en las bandas del billar. En YouTube puede verse una demostración de brícoles (en español): las carambolas que se logran por uno o más rebotes en las bandas antes de dar el golpe; aunque brícole no figura en los diccionarios de la lengua española.

En la jerga política de México se llama “jugada de tres bandas” al maquiavelismo que no apunta directamente a su objetivo, pero lo consigue de rebote; también al logro simultáneo de varios objetivos con una sola jugada. En francés, par bricole quiere decir: de rebote, de casualidad, como en español: por carambola.

Curiosamente, Rey no registra el uso de bricole para el rebote en el muro de la pelota de tenis, aunque tal acepción es la primera para bricole (en inglés), tanto en el Webster como en el Oxford English Dictionary: “The rebound of a ball from a wall in court tennis.” En el tenis actual no hay rebote más que en la cancha, pero lo hay también en los muros del frontón, el frontenis y el squash. Y los había en el jeu de paume francés, que fue su antecedente (la cancha con muros puede verse en la Wikipedia francesa bajo jeu de paume).

La bola que rebota en el billar o el tenis fue vista como el proyectil que rebota en la muralla. Pero la analogía incorporó algo nuevo que no estaba en las máquinas de guerra: la trayectoria oblicua, lateral, indirecta. Por este tipo de trayectoria se llamó bricoleur al perro que corre en zigzag, aunque no es un proyectil ni va a chocar contra un muro. También se llamó bricole el desbalanceo de un barco con grúa alta cuando descarga. Además del coup de bricole y el battere di briccola ya mencionados.

4. Más audaz fue la analogía que llamó bricole al trabajo intempestivo para atender una contingencia, ya sea en la casa o por encargo (lo que en México se llama con el nahuatlismo talacha). La analogía se usó también para los trabajos manuales que se hacen por afición y requieren cierta habilidad del no profesional, para las manualidades escolares y para todo lo que en inglés se llama tinkering y do-it-yourself. También para los resultados: lo hechizo, lo improvisado, lo no muy bien hecho. Rey: “Los diputados improvisaron (ont bricolé) una ley en el último minuto.”

Este matiz derogativo se extendió a los accesorios y objetos no esenciales de vestir o tener en casa, a los regalitos y a cualquier cosa de poca importancia.

Finalmente, el bricolaje fue glorificado como admirable rasgo nacional. Colette (De ma fenêtre, 1942, cita de Rey): “Un bricoleur está tocado por la poesía. […] Habilidoso, le hace a todo; impulsivo, artista, industrioso, modesto en el fondo, ufano en la superficie. […] Si hago el retrato del bricoleur ideal, hago el retrato del francés.”

En París se organiza anualmente un Salon du Bricolage et des Inventions. Y Alain Chabat produjo un documental que le habría gustado a Colette: fomenta el bricolaje como algo sexy con guapas modelos que demuestran desde cómo usar un martillo (Bricol’ girls en YouTube).

Aunque el bricolaje es milenario, la palabra bricolage es tardía, como puede verse en Google Books (buscando bricolage). Aparece en libros de la segunda mitad del siglo XIX y se multiplica en el XX. Hoy se habla de bricolaje hasta en el diseño, si se mezclan estilos; y el concepto pasó a muchas lenguas.

5. ¿Influyó la creación del collage artístico en el despegue de la palabra bricolage? En un cuadro de Braque (Tête de femme, 1912), la multiplicación cubista de planos se enriqueció con otro, inesperado: el pegote de un recorte de papel tapiz. En otros cuadros pegó recortes de periódicos o partituras, como si el muro de pintura fuera penetrado por un proyectil extraño a la pintura (Google Images: braque papier colle).

André Breton acuñó el concepto de azar objetivo y exaltó como precursor a Lautréamont, que en Los cantos de Maldoror dijo: Bello “como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección” (VI.I, 1869). La imagen literaria tiene algo de fotomontaje, una técnica experimental por entonces. La creación de algo nuevo por yuxtaposición se extendió a todas las artes y se integró de manera natural al montaje cinematográfico y los videoclips.

Claude Lévi-Strauss entronizó el bricolaje como creación en el primer capítulo de El pensamiento salvaje (1962). Habla de poesía (como Colette), pero literalmente. Menciona el “azar objetivo” de Breton y dice que el collage artístico es una transposición del bricolaje práctico al mundo contemplativo. Más aún: dice que el pensamiento mítico es bricoleur, que toma elementos ya existentes y los yuxtapone con “resultados brillantes e imprevistos”. Rescata una observación de Franz Boas: “Se diría que los universos mitológicos están destinados a ser desmantelados apenas formados, para que nuevos universos nazcan de sus fragmentos.” Hay algo semejante en el cancionero popular cuando las estrofas viajan de una canción a otra.

Siguiendo a Lévi-Strauss, François Jacob publicó un artículo en la revista Science (“Evolution and tinkering”, 1977) donde dice que la evolución biológica es bricolera: nunca produce nuevas formas a partir de cero. Aprovecha las soluciones que ya existen para crear nuevas soluciones, recombinándolas sin plan previo, de manera contingente. La selección natural viene después y elimina lo que no es viable. ~

 

 

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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