(…) lo cierto es que en donde no se encuentran números ni figuras, ni tiempo ni espacio (que es tanto como decir todo tiempo y todo espacio, lo mismo da), tres es como uno o como mil uno o como ninguno o como el cero precedido de ceros: igual a cero.
José de la Colina, “El Espíritu Santo”
Era noviembre de 2008. José de la Colina me escribió un correo electrónico, tras haber visto en las mesas de la redacción de Letras Libres un ejemplar de mi primera novela El animal sobre la piedra. Y lo hizo porque, décadas atrás, había trabajado con mi tío abuelo, el piloto aviador Francisco Tarazona, en la corrección de estilo de sus memorias de la Guerra Civil española, cuando fue combatiente en la aviación de la República. El libro se titula Sangre en el cielo y fue publicado por Costa-Amic en 1968. En aquella ocasión, llevé la buena suerte en mi apellido. José me dijo que había prestado el único ejemplar del libro de mi tío y que nunca se lo habían devuelto. En casa había ocurrido lo mismo: mi padre tenía el suyo autografiado y quién sabe a qué manos gandallas fue a parar.
No voy a empezar por el principio. Hace mil años luz que la escritura se transforma. En el universo vastísimo de sus expresiones existieron, existen y existirán los textos vivientes con palabras sumadas que dan voz a lo que puede llamarse el espíritu. Y José me había hablado también de eso que llamamos espíritu.
En el texto “El Espíritu Santo”, publicado en el número 56 de la revista Plural (mayo de 1976), De la Colina revisa, como si contara un cuento, el intríngulis del padre, el hijo y el propio Espíritu Santo desde la imaginación, en la que no existe el tiempo ni el espacio. Los tres extraordinarios personajes se hallan sacudidos por la nostalgia de una “Ella” ausente, por lo que el padre dice: “no podéis imaginar lo que es el infiernoparaíso de la carne, todo lo que allí arde y todo lo que allí se congela, y cómo nunca tiene paz el corazón retorcido bajo el beso”. La representación de este triángulo que el autor denomina como familia resulta maravillosa ante los ojos lectores. Y es que no se sabe, en efecto, si sucedió primero la existencia del huevo o de la gallina.
En el texto “Kafka ocho veces plagiado”, publicado en 2012 en Milenio Diario y en el sitio web de Letras Libres, De la Colina inicia el viaje desde los ojos de los “detectives culturales”, quienes han descubierto que escritores célebres y clásicos han cometido plagios a través del tiempo. Estos autores han sido capaces de prever lo que vendría. Parece referirse, de manera sesgada, a las cualidades predictivas de la palabra. Puede haberse enunciado lo mismo, en el supuesto inicio de los tiempos, que durante el transcurso de la Historia o al final de ella. Aquí tampoco existen ni el tiempo ni el espacio. El viaje de los plagiarios ocurre hacia atrás y hacia adelante, hacia arriba y hacia abajo: es multidireccional y se divierte mientras recorre las ideas que no son, en realidad, de ninguno en específico.
La metamorfosis que propone De la Colina refiere la continua alteración y los giros en torno de una idea genial: Gregorio Samsa convertido en escarabajo por Dios, atravesado por la ausencia de “Ella”. Ya que dimos en el centro, podemos proseguir. No lograremos nombrar lo que sucede porque no existe el principio. Ya se supo. Por eso Gregorio Samsa resulta motivo de plagio cuando De la Colina recupera las voces del Espíritu Santo, Chuang Tzu, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Lewis Carroll, Sigmund Freud, a La de la Voz y al Aviso Oportuno.
La primera alucinación interpretativa consiste en que la metamorfosis de Gregorio Samsa ha sido dictada por Dios –el padre primigenio que todo lo ordena– y este círculo se completa con el planteado en las dos líneas atribuidas a Chuang Tzu: no se sabe si el escarabajo fue anterior al huevo del sueño o si el sueño ocurrió antes. El tercer plagio, el shakespeariano, remite a la disyuntiva entre la felicidad del bicho o su renuncia a ella. El delirio referido a Cervantes retrata al hombre convertido en escarabajo para escapar del fisco y los acreedores. En el quinto plagio, Alicia es empática con el escarabajo y se lleva una desilusión para luego ser despedida por él. El delirio freudiano que aparece en sexto lugar pone a un escarabajo psicótico atribulado por ser, tal vez, un viajante de comercio que cree padecer complejo de inferioridad.
Luego la atención se va hacia otro sitio: La de la Voz es la mujer que mata a su esposo, Gregorio Samsa, alias el “Goyo Salsa”, porque ya no tolera el maltrato y lo aplasta hasta terminar con su vida.
Y para rematar, tras el desfile de los grandes seis autores previos, aparece el Aviso Oportuno: un hombre joven escarabajiento y viajante de comercio busca mujer joven con pocas ambiciones monetarias. El edificio del joven está en la calle Kafka con el número 1001 y en el apartamento del mismo número. La serpiente se estira y en un movimiento veloz forma un círculo y se muerde la cola de nueva cuenta.
El texto se presenta en fragmentos, viaja por el imaginario de los autores referidos y se sujeta al punto de vista común. El recorrido ilustra además el devenir de la información escrita: desde la religión y hacia los autores clásicos para derivar en el Aviso Oportuno del periódico. Las primeras palabras dadas por Dios terminan siendo, por medio del deseo del personaje del aviso, una propuesta de acompañamiento. El hombrecillo anunciante, mitad viajante de comercio, mitad insecto, busca a su compañera escarabaja: la ausencia.
En una de las ocasiones en las que me encontré con José me dijo que yo tenía un carácter semejante al de mi tío abuelo y lo miré con los ojos muy abiertos, sintiéndome incapaz de pilotear un avión y pelear en una guerra. Tal vez mi genealogía alimenta mi vocación bélica. Mi metamorfosis es, en realidad, un plagio. Yo tampoco sé qué vino primero, si el huevo o la gallina.
Los autores que han plagiado a Kafka, según los detectives culturales y el propio De la Colina, sabían que escribir es invocar. Los espíritus de todos ellos se sientan en la misma mesa para dilucidar la desgracia de mutar o la voraz demanda de la vida laboral, para asumir que la vocación del Espíritu Santo, el primero de los autores, el padre anterior, convirtió al hombre en escarabajo desde el inicio de los tiempos condenándolo a esa nostalgia eterna por la ausencia de “Ella”.
La singularidad de la escritura de José de la Colina desveló su carácter. Pienso que él sustentaba capacidades especiales para observar con humor y agudeza muchos aspectos de nuestro comportamiento individual y social. A años luz de la literalidad de la lectura, tan característica del momento presente, los textos de José dan en los dobleces: allí donde cuesta distinguir el color, la forma o las manifestaciones de los hechos. Tal vez por eso, en ellos, establece parábolas y analogías sirviéndose de la idea central: somos tan parecidos entre nosotros, incluso al transcurrir los siglos, que seremos, una y otra vez, viajantes de comercio convertidos en escarabajos en un sitio sin tiempo ni espacio.
Hace unos meses llegamos a Marte otra vez. Ahora el planeta rojo alberga artefactos robóticos de varias nacionalidades. En medio de los infortunios de esta pandemia, la aplicación de las vacunas se desarrolla con lentitud. Esperamos algo que no sucederá. El designio de Dios es amanecer convertidos en escarabajos, por eso el cosmos nos revela que Gregorio Samsa se parece a cualquiera de nosotros. Desde el planeta rojo llegan fotografías nuevas del subsuelo, se recogen muestras de arena o de rocas, se estudia su composición. Pero mucho más allá de nuestra imaginación sistemática, existen miles de millones de casas en las que miles de millones de mujeres y hombres procuran sentarse al escritorio y decir qué ven más allá de la supuesta realidad. La imaginación es un espejo que multiplica a los otros. Entonces, ocurre lo que sabemos: Kafka vuelve a nacer, mira el suelo, alza la vista al cielo de inmediato y distingue las figuras que forman las constelaciones. La más brillante establece la forma inconfundible del escarabajo; el texto se repliega y en sus dobleces figura la condición propia del cosmos con sus reflejos incesantes.
No existe el principio de ninguna cosa. Kafka lo sabía. En todo caso, la que siempre falta es “Ella”. Su ausencia se halla en el inicio y representa tanto al huevo como a la gallina. No hay lugar para la originalidad ni espacio para la primera vez. Hay una falta, un agujero y por eso los escritos se intersectan. José de la Colina recuperó el movimiento incesante que guarda el triángulo formado por el padre, el hijo y el Espíritu Santo y también estableció un juego en ocho plagios, porque la multiplicación de los panes es la expansión del espíritu. Pienso que él sabría que ahora atravesamos el tiempo de la letra muerta. Que resucite entonces la repetición y la previsión de la escritura. Que reviva Kafka y se apropie del cosmos para desconocerlo. ~
(Ciudad de México, 1975) es autora, entre otros, de El animal sobre la piedra (Almadía, 2000) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2012). En 2022 obtuvo el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela más reciente, Isla partida (Almadía, 2021).