El poeta polivalente

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En sus Pensamientos sobre la educación (1693), una de las primeras reflexiones sobre el tema de la época moderna, John Locke advierte a los padres contra la tentación de fomentar en sus hijos la vocación poética o ni siquiera permitirla, si se presenta espontáneamente: “Me parece por el contrario que los padres deberían poner el mayor celo en ahogar y reprimir esa disposición poética tanto como pudiesen; y no veo por qué un padre habría de desear convertir a su hijo en poeta, a riesgo de inspirarle repugnancia por las ocupaciones y los asuntos de la vida.” Dedicarse a los versos y las ensoñaciones que en ellos desembocan es convertirse en un inútil ante los serios trabajos y rentables desafíos que nos plantea la vida práctica: aún más –señala luego el filósofo empirista– lo más probable es que nos lleve a frecuentar ciertas compañías más bien desastradas e impropias de un verdadero gentleman. Ante el peligro de caer en la sima poética, John Locke arrumbaba la tolerancia que sin embargo recomendó en cuestiones religiosas…

Desde luego, Octavio Paz no siguió las excesivamente prudentes recomendaciones del pensador inglés. Pero también logró probar con toda su obra que en efecto esa afectación de prudencia era superflua. Porque Paz fue poeta, sin lugar a dudas, y aún para mayor precisión la tan temida “disposición poética” se hace evidente en todos los rincones de su obra y yo me atrevería a decir que también de su vida. Sin embargo, demostró que Locke se equivocaba al no ser en este aspecto tan tolerante como en otros: y es que el poeta no se desinteresó de los asuntos de la práctica cotidiana ni sintió repugnancia por las ocupaciones que nos impone. Al contrario, su fervor poético le acercó al bullir colectivo de la existencia que compartimos en lugar de alejarle de ella. Puede decirse que la disposición poética de Paz fue cívica pero también civilizadora: se ocupó de los temas simbólicos que subyacen la convivencia humana, de las pasiones que hay que conciliar y de los mitos que a través del tiempo ahorman las conciencias, pero no limitándose a una sola perspectiva ni a una tradición única: su curiosidad indagadora y su luminosa inspiración partió de la entraña mestiza de México para luego recorrer las raíces de la “tradición de lo nuevo” europea y proyectarse a continuación siempre hacia Oriente a través de India, China o Japón. Es indudable que frecuentó compañías bohemias y pluriculturales que habrían alarmado a más de un gentleman, pero es que en el mundo hay cosas más importantes que gozar de esa consideración tan respetable…

Paz fue siempre poeta pero un poeta capaz de aplicarse a la antropología, a la observación social, a las exigencias y contradicciones de la política, a los imprescindibles desvaríos de la urgencia erótica. Tuvo la generosidad inacabable de los espíritus amplios, que se vuelcan a cada paso sin vaciarse jamás. No solo llevó con bien empeños propios multiformes sino que capitaneó empresas de creación colectiva que marcaron un rumbo fecundo del que nos seguimos beneficiando a uno y otro lado del Atlántico. John Locke temió que los sueños poéticos desviasen la educación de sus propósitos más útiles y por eso los proscribió de su escuela ideal; pero Octavio Paz fue un educador de estilo más hondo y más ancho, porque empleó esos sueños como una vía para desvelar y no para adormecer, para hacer nuestra realidad más clara y no más borrosa. Después de todo ya otro gran poeta de múltiples dones nos advirtió que tales ensoñaciones son precisamente la urdimbre de la que los humanos estamos hechos. ~

 

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Filósofo y escritor español.


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