Los Estados Unidos de Mariguana

En noviembre del año pasado Washington y Colorado se convirtieron en los primeros estados de la Unión Americana en legalizar la mariguana. Se trata de una decisión trascendente. En ningún otro lugar del mundo ha sucedido algo así desde que Nixon declaró la guerra contra las drogas y llevó la política antinarcóticos al primer plano. ¿Cómo ocurrió este cambio? El periodista inglés Ioan Grillo nos lo revela
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Al entrar a la cooperativa de Seattle Green Buddha, en el estado de Washington, me pregunto qué es lo que me impresiona más. ¿Es el olor acre de docenas de porciones de mariguana verde claro cuidadosamente limpiada y colocada con pulcritud en bolsitas de dosis de 3.5 gramos? ¿Son los extraños nombres de las variedades de brotes, desde Skunk Red Hair, Sky Dog y Super Haze, en la sección S, hasta Hypno, Hindu Kush y Himalaya Gold en la sección H? ¿O es el etiquetado clínico de niveles de THC en las cepas y sus correspondientes porcentajes de las especies índica y sativa?

Al final decido que es esto último. He olido suficiente hierba antes: desde fiestas de adolescentes en mi nativa Brighton, Inglaterra, hasta campos enteros quemados por soldados mexicanos en la Sierra Madre. También he escuchado demasiados nombres raros de drogas, siendo el más gracioso quizás una píldora de éxtasis llamada Gorbachov. Pero es una novedad ver los componentes químicos del cannabis tan claramente etiquetados.

Esta ciencia me la explica la directora del Green Buddha, Muraco Kyashna-tocha. (Nació con un nombre mucho menos exótico, Holly McClintock, pero se rebautizó a sí misma después de un divorcio.) THC significa tetrahidrocannabinol, el ingrediente psicoactivo en las plantas de mariguana. Básicamente, entre más alto es este nivel, más drogado te pondrás. Pero también hay ingredientes en la mariguana con otros efectos, como aliviar el dolor.

Quienes siembran mariguana han cultivado cepas que casi no tienen THC, pero poseen efectos altamente atenuantes del dolor, las cuales recomiendan para “pacientes” con dolor crónico de espalda u otros padecimientos similares. La misma Muraco ha sufrido durante mucho tiempo de una enfermedad degenerativa de los discos y los huesos y utiliza la mariguana por motivos medicinales. Hace quince años fue detenida por posesión de mariguana que utilizaba para aliviar el dolor, una experiencia que ella describe como proveniente de “la Alemania nazi”.

Muraco me explica que incluso la mariguana con altos niveles de thc puede drogarte de distintas maneras. La cepa índica adormece, atonta, hace que se te olvide hasta tu propio nombre. La cepa sativa eleva a la gente en una forma más creativa, más estimulante, como tomar una guitarra y componer una canción. La clave está en crear el equilibrio correcto para cada persona. “Muchos hombres rudos de veinticinco años quieren algo de índica fuerte para poder desconectarse”, dice Muraco. “Muchas personas mayores con problemas de salud solo quieren aliviar su sufrimiento pero continuar con la mente clara.”

La Hindu Kush es una cepa índica; una variedad llamada Sexberry Kush es un término medio, con 50% de cada cepa; la Himalaya Gold es extremadamente sativa: provoca el tipo de inspiración que tuvo John Lennon cuando compuso “Yo soy la morsa”. Los conocedores de mariguana tienen mucho que decir sobre esto. Actualmente hay más de 960 nombres de cepas de mariguana en el mercado, con varias combinaciones de THC, de sativa e índica, y todo el tiempo aparecen nuevos tipos.

Esta gran variedad de cannabis florece al tiempo que el movimiento de defensa de la mariguana obtiene la mayor victoria política en su historia, cuando los residentes de los estados de Washington y de Colorado votaron por la legalización del cannabis el 6 de noviembre de 2012. La Iniciativa 502 de Washington fue aprobada rotundamente con un 55.7% a favor y un 44.3% en contra. El humo inundó las celebraciones desde aquí, Seattle, hasta Sydney, Australia. “Esperé toda mi vida para esto”, dice Muraco. “Es como la caída del primer ladrillo del Muro de Berlín.”

Muchos todavía tienen que comprender qué tan trascendente fue esta decisión. Ningún otro lugar del mundo ha legalizado la mariguana desde que Richard Nixon declaró la guerra contra las drogas hace más de cuatro décadas. Otros países, como Portugal y México, solo han despenalizado la posesión de pequeñas cantidades de cannabis, lo cual significa que no serás castigado si te atrapan con un toque, pero su cultivo y venta siguen en manos de los criminales. Incluso en Ámsterdam solo se permitió su consumo en sus famosas cafeterías a través de una política ambigua de tolerancia bajo la cual vender mariguana técnicamente sigue siendo ilegal. Otros estados en Estados Unidos también han aprobado la mariguana medicinal, pero esto solo permite una compra limitada de la hierba con receta médica.

Al legalizar por completo la mariguana, los votantes de los estados de Washington y Colorado han conmocionado a los líderes de la guerra contra las drogas. Han desafiado directamente a la ley federal de Estados Unidos, que declara que la mariguana es ilegal, así como a los tratados de las Naciones Unidas que obligan a los países signatarios a combatir el cannabis y otras drogas. Como la ley fue aprobada por voto popular y no solo por algunos legisladores, es muy difícil para cualquier presidente estadounidense oponerse a ella. (El presidente Barack Obama parece haber adoptado una línea tolerante en sus comentarios iniciales, pero su política integral aún no se ha revelado.)

Asimismo las votaciones en esos estados dan inicio a un efecto de bola de nieve de iniciativas de legalización. En diciembre, la revista Rolling Stone publicó una lista de “Los próximos siete estados que legalizarán la mota”, en la que se especula que serán California, Oregon, Nevada, Rhode Island, Maine, Alaska y Vermont. Los reformistas de la política de drogas han prometido próximas mociones para legalizar el cannabis en todos esos estados, ya sea en legislaciones estatales o en votaciones públicas. También hay esfuerzos por legalizar la mariguana en otros países a lo largo del hemisferio, desde Canadá hasta un proyecto de ley presentado en México por el perredista Fernando Belaunzarán y una moción respaldada por el presidente uruguayo José Mujica.

El debate sobre la mariguana ha cambiado de manera radical. Ya no se puede decir que la legalización sea un caso perdido, frase recurrente en las discusiones en Estados Unidos incluso semanas antes de la votación en Washington y Colorado. Los políticos ya no consideran el apoyo a la legalización como un suicidio político. Varias encuestas han puesto en evidencia que más del 50% de los estadounidenses están de acuerdo con la legalización de la mariguana a nivel nacional. En febrero, dos legisladores federales, Jared Polis de Colorado y Earl Blumenauer de Oregon, presentaron un proyecto de ley sin precedentes al Congreso de Estados Unidos proponiendo que se incluya un impuesto federal sobre la venta y un impuesto de importación si otros países (es decir, Canadá y México) quieren vender de manera legal su hierba a los fumadores estadounidenses.

No solo los políticos han salido del clóset de la mariguana. Una serie de celebridades –desde actores, como Morgan Freeman y Brad Pitt, hasta billonarios que incluyen al cofundador de Facebook, Sean Parker, y el inversionista George Soros– apoya la legalización de la mariguana. Expertos de los medios de comunicación como el conservador Glenn Beck y la liberal Arianna Huffington (deThe Huffington Post) también aplauden este cambio de política.

Algunos observadores internacionales han quedado perplejos ante esta nueva posición en Estados Unidos, país que inventó la guerra contra las drogas y presionó a otros países para llevarla a cabo. ¿Cómo es que ha ocurrido este cambio? ¿Qué le pasó a los estridentes guerreros estadounidenses que durante décadas vociferaban contra los males de estas sustancias? ¿Dónde están los famosos predicadores evangélicos de Estados Unidos frente a este pecado?

Para entender este cambio de 180 grados ayuda recordar el accidentado camino de la política hacia las drogas en Estados Unidos. La prohibición en el país está arraigada en la Ley Harrison de Impuesto sobre los Narcóticos, aprobada casi un siglo atrás, en 1914, para limitar los opiáceos y la cocaína, los cuales en ese momento eran vistos como un problema mayor. La prohibición se acompañó de propaganda racista, alegando que los hombres chinos usaban el opio para seducir a mujeres blancas, mientras que la cocaína inducía violentos frenesíes en los afroamericanos.

La Ley Harrison llevó a la creación del Federal Bureau of Narcotics (FBN), el cual fue encabezado por Harry Anslinger, un férreo opositor a los drogas, por más de tres décadas, hasta 1962. Anslinger libró una ferviente campaña contra el cannabis, el cual decía que podía transformar a personas comunes, educadas y trabajadoras, en asesinos dementes; de igual forma avivó los miedos respecto a que las mujeres blancas pudieran ser seducidas. “La mariguana provoca que las mujeres blancas busquen relaciones con negroides, prostitutos y cualquier otro”, le dijo Anslinger al Congreso en 1937. Ese año la Ley del Impuesto sobre la Mariguana criminalizó la posesión de cannabis más allá del ámbito industrial.

La campaña de Anslinger fue acompañada también por películas propagandísticas tales como Reefer madness (1936), financiada por grupos religiosos. La película muestra cómo unos estudiantes bien vestidos y correctos luego de fumar mariguana violan, matan y descienden a lo profundo de la locura. Con tan solo un jalón, un joven de buenos modales deja salir una macabra carcajada estilo Hollywood. (La película se ha convertido en un clásico de culto, especialmente entre los defensores de la mariguana.)

Cuando la generación hippie de finales de los sesenta  ignoró las leyes y se extendió el uso de la mariguana, el presidente Richard Nixon llevó la política de drogas al primer plano de la administración estadounidense. “Tenemos que librar –dijo de manera célebre– una guerra total en contra del enemigo público número uno de los Estados Unidos: el problema de las drogas.” Nixon presionó a los países productores y de tránsito para que dieran un golpe al suministro (lo que derivó en fumigaciones aéreas de cosechas en México), supervisó la estricta Ley de Control de Sustancias, y en 1973 creó la burocracia –desde entonces en continuo crecimiento– de la Drug Enforcement Administration o dea.

Nixon se dio cuenta de que la lucha contra las drogas le ganaba el apoyo de los preocupados padres de familia de clase media, al mismo tiempo que corría una cortina de humo sobre la guerra de Vietnam. Años después las grabaciones de sus conversaciones (espiaba con micrófonos en sus propias oficinas) revelarían que su lucha contra las drogas fue motivada por ideas irracionales que veían a los estupefacientes como parte de una conspiración comunista en contra de los Estados Unidos. “La homosexualidad, la  droga, la inmoralidad en general, son los enemigos de las sociedades fuertes. Es por esto que los comunistas y los izquierdistas están impulsando estas conductas; están tratando de destruirnos”, se le escucha decir en una grabación desclasificada en 2002.

La estafeta de Nixon fue retomada por Ronald Reagan, cuya primera dama, Nancy, acuñó la frase “Simplemente di que no” para librar una guerra mucho más robusta contra las drogas. La campaña de Reagan fue respaldada por un creciente movimiento evangélico politizado, la Moral Majority del pastor Jerry Falwell. Falwell estaba en contra de las escuelas racialmente integradas y dijo que el sida era “el castigo de Dios para la sociedad que tolera la homosexualidad”. Nancy Reagan acostumbraba incluir a celebridades en su actos –como, por ejemplo, Whitney Houston– para que cantaran a favor de “detener la locura” de las drogas. Trágicamente, Houston dijo que “sí” a las drogas: cuando murió el año pasado se encontró cocaína en su cuerpo.

De cualquier forma Estados Unidos ha cambiado profundamente desde que emprendió la guerra contra las drogas en el siglo XX. Las generaciones nacidas después de los setenta han crecido en un ambiente donde el uso de la mariguana se encuentra extendido. Los mitos racistas que acompañaban las primeras leyes ya no son aceptables en un país gobernado por un presidente afroamericano (que admitió haber fumado mariguana) y donde en algunos años la población blanca podría convertirse en minoría. Mientras que en los ochenta muchos estadounidenses veían a las drogas como el problema número uno que enfrentaba el país, las nuevas generaciones muestran mayor preocupación por la economía, el gasto público, las guerras y otros asuntos. Muchos se quejan del elevado costo que significa encarcelar a tanta gente por su relación con las drogas, especialmente en el caso de la mariguana: Estados Unidos gasta más de cuarenta billones de dólares al año en su lucha contra las drogas.

Ha habido también un replanteamiento sustancial respecto a qué tan malo es el consumo personal de mariguana. Las ideas que inspiraron Reefer madness, donde se mostraba cómo el cannabis convertía a la gente en asesinos, ahora producen risa. En estos días se debate sobre si la mariguana puede ser considerada físicamente adictiva en la misma forma que otras drogas, incluyendo el alcohol. Hay consenso en que fumar hierba puede ocasionar cierto daño a los pulmones, aunque no tan severo como el daño que produce el tabaco. Los científicos discuten acaloradamente acerca del daño a largo plazo que puede causar al cerebro: la mayoría considera que puede agravar los problemas de salud mental pero solo en aquellos casos de personas con problemas latentes.

Incluso el movimiento evangelizador está cambiando respecto al tema. La línea radical de pastores como Falwell, quien murió en el 2007, está dando paso a predicadores que intentan ampliar sus simpatías volviendo a la vieja batalla cristiana en contra de la pobreza. Una de las figuras evangélicas de mayor influencia hoy en día, Pat Robertson, causó revuelo cuando dio un giro inesperado en marzo del 2012 y respaldó las iniciativas de legalización de la mariguana en Washington y Colorado. “Es impactante ver cuántas personas jóvenes acaban en prisión y se convierten en criminales solo porque los sorprendieron en posesión de una muy pequeña cantidad de una sustancia controlada”, dijo Robertson en su programa de televisión. “Esto una locura.”

Los defensores de la mariguana están convencidos de que ha llegado el momento de legalizarla. “Hay un sentimiento creciente de que esto es inevitable, la legalización terminará por imponerse dentro de unos cuantos años”, dice Tom Angell, presidente de Marijuana Majority. “Va a ser muy difícil para nuestros oponentes revertir la marea. Necesitamos asegurarnos cuidadosamente de que la implementación en Washington y en Colorado  marche bien.”

La campaña por la legalización de la mariguana en el estado de Washington enfrentó retos difíciles. Algunos de los esfuerzos previos por cambiar las leyes sobre las drogas en Estados Unidos habían tenido un apoyo insuficiente, sobre todo de los tradicionales defensores de la mariguana. En contraste, la Iniciativa 502 fue liderada por la carismática y pulcra abogada Alison Holcomb y apoyada por quince legisladores estatales. Holcomb no consume mariguana pero, como parte de la American Civil Liberties Union, defiende el derecho de la gente a consumirla sin ser penalizados por ello. Las drogas pueden ser malas, dice ella, pero la prohibición no detiene su consumo y solo crea mayores problemas.

“Como abogada defensora, conocí gente que había sido arrestada y había perdido su casa por enfrentar cargos de posesión de mariguana. Pude ver el nocivo efecto de esta política en individuos que en todos los demás aspectos eran ciudadanos respetuosos de la ley”, declaró Holcomb. “Yo he bebido alcohol y eso no ha afectado mi vida. ¿Por qué la gente que confesaba haber fumado mariguana recibía condenas que cambiarían para siempre el curso de las suyas?”

Holcomb dirigió una enérgica campaña que alcanzó a todas las áreas de la comunidad. Los líderes religiosos en barrios afroamericanos al principio desconfiaban de la iniciativa, ya que enfrentaban graves problemas de drogas en sus congregaciones. Pero Holcomb los convenció de que la guerra contra las drogas era más perjudicial si se seguía enviando a los jóvenes afroamericanos a la cárcel. Así, varios prominentes pastores negros decidieron apoyar su iniciativa. Incluso la policía no tomó una postura pública en contra, pues algunos de sus miembros estaban convencidos de que la legalización era la mejor forma de seguir adelante.

Holcomb aseguró que la iniciativa regularía la mariguana cuidadosamente, y abogó por un 25% de impuesto sobre su producción, procesamiento y venta. La propuesta también contemplaba la restricción de su uso público y la posibilidad de que la policía sancionara a aquellos que manejaran drogados. Los impuestos también apoyarían programas de tratamiento de desintoxicación. De manera paradójica, esto provocó algunas de las quejas más enérgicas por parte de experimentados fumadores de mariguana que no querían regulación alguna. Sin embargo, la mayoría de ellos decidió apoyar la iniciativa al verla como un avance.

Aun así, pocas personas creían que la iniciativa sería aprobada incluso a dos meses de la votación. Holcomb dijo que supo finalmente que el cambio estaba próximo tras reunirse con un experimentado consultor político que había trabajado en campañas de gobernadores. “Él me miró y me dijo: ‘Vas a ganar esta.’ Ese fue el momento en que lo supe”, reconoció Holcomb.

El estado de Washington aún tiene un largo camino por recorrer para implementar la ley. En lo inmediato los jueces dejaron de lado cientos de casos en contra de personas con cargos por mariguana y la policía ya no arresta a gente en posesión de la hierba. Sin embargo, los funcionarios del Estado aún están redactando las reglas que regirán la emisión de nuevas licencias para que los negocios puedan cultivar, procesar y vender mariguana. Se han abierto listas de personas interesadas en obtener licencias y se está recibiendo una multitud de solicitudes, lo que muestra la cantidad de gente que ha advertido los aspectos positivos del negocio.

De hecho, la cooperativa Green Buddha de Muraco fue establecida bajo las regulaciones más bien ambiguas de la mariguana medicinal que existían en el estado de Washington antes de la votación, pero su situación jurídica se ha fortalecido desde la legalización. Muraco aseguró que tal vez aplique por una nueva licencia para cultivar mariguana en vez de venderla, ya que esa es su mayor pasión.

La preocupación más grande es cómo reaccionarán las autoridades federales frente a los nuevos negocios legales de mariguana. Si el Estado les da licencias, los agentes de la dea o del FBI podrían citar la ley federal para clausurar granjas o tiendas como el Green Buddha. Esto podría significar no solo la pérdida de ganancias para los inversionistas sino el miedo a enfrentar penas federales. Los agentes ya han hecho esto en California –donde la mariguana con fines medicinales es legal–, llevando ante los jueces a vendedores que tienen licencia y pagan impuestos.

Obama se ha mostrado indulgente sobre este tema. “Tenemos peces más grandes que freír”, dijo el presidente en diciembre cuando se le preguntó al respecto. “No es para nosotros una prioridad el perseguir a consumidores recreativos en estados que han determinado que es legal.” De cualquier forma, el temor no es tanto por el arresto de los consumidores sino de los productores y vendedores con licencia.

El cabildeo antidrogas en Estados Unidos ha disminuido pero aún existe. Grupos como la Drug Free America Foundation están presionando a Obama para enviar a agentes a clausurar tiendas de mariguana en cuanto abran. “Si aplican la ley federal de inmigración entonces deberían de aplicar la ley federal de mariguana”, dice David Evans, un asesor especial de la fundación.

El miedo de los opositores contra las drogas es que la legalización de la mariguana abra la puerta a otras drogas más peligrosas como la heroína y la cocaína. (Los reformistas políticos están centrando la discusión actual en el cannabis. Algunos, pero de ninguna forma todos, están de acuerdo en una legalización más amplia.) Evans y otros argumentan que la legalización de la mariguana automáticamente llevará a que más gente la use. Este puede o no ser el caso. Ya que la mariguana no ha sido legalizada por completo en otros lugares, no hay precedentes para apoyar esta suposición. La mayoría de las encuestas muestran que la despenalización de las drogas en Portugal, por ejemplo, no llevó a un mayor uso de las mismas.

Por otro lado, la DEA insiste en que la guerra contra las drogas está funcionando. Alegan que gracias a la prohibición un menor porcentaje de estudiantes de preparatoria fuma mariguana hoy en día que en las postrimerías de los setenta, un dato fundamentado en varios estudios. “Es una locura decir que la guerra contra las drogas no está funcionando porque todavía hay drogas”, afirma Evans. “Es como decir que la campaña contra el cáncer fracasó porque todavía hay cáncer. Eso es ridículo.”

Los opositores de las drogas quisieran ver a Estados Unidos seguir por décadas en la batalla por salvar cuerpos y almas de las sustancias alucinantes. Pero, en contraste con tiempos pasados –cuando eran ellos quienes dirigían el debate–, ahora son los conservadores los que se están convirtiendo en la minoría malhumorada. Evans lamenta el apoyo que los inversionistas billonarios y gran parte de los medios de comunicación brindan a la campaña por la legalización de la mariguana. Ahora son los gritos a favor de la prohibición los que están siendo ahogados por los intensos olores agridulces que casi me noquean cuando di un paso dentro del Green Buddha de Seattle. ~

 

Traducción de Elisa Corona Aguilar

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(Brighton, Reino Unido) es periodista, escritor y productor de televisión. Su libro más reciente es Blood Gun Money: How America Arms Gangs and Cartels (2021).


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