Julián y Joaquín Castro con su madre.

Miedo a un presidente hispano

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Si no ha leído el perspicaz y precioso ensayo de Ta-Nehisi Coates en The Atlantic “Fear of a Black President”, debe hacerlo inmediatamente. Si solo va a leer una cosa sobre la presidencia de Obama, debe ser esta.

En el ensayo, Coates intenta enfrentar y diseccionar una de las principales paradojas de la presidencia de Obama: que el primer presidente negro del país, de hecho, casi nunca habla de la raza. Coates documenta cuidadosamente que en los pocos casos en los que el presidente Obama ha hablado de la raza, como hizo tras el asesinato de Trayvon Martin, la reacción de muchos en la derecha ha sido la indignación.

Coates cita a un especialista en encuestas demócratas de la campaña de 2008: “Lo cierto es que un hombre negro no puede ser presidente de Estados Unidos, a causa de la aversión racial y la historia que aún siguen aquí… Con todo, un hombre joven extraordinario, dotado y talentoso, que resultara ser negro, puede ser presidente.”

No me pude quitar de la cabeza esa cita mientras veía cómo el alcalde de San Antonio, Julián Castro, alcanzaba la popularidad a nivel nacional al pronunciar el discurso principal de la Convención Demócrata Nacional. A medida que aparecían entusiastas comentarios, empecé a preguntarme cómo sería una presidencia hispana.

Mucho se ha hablado sobre el hecho de que Julián Castro no habla español y de cómo eso podría ser, en última instancia, una desventaja para él. Los que así piensan afirman que, si no habla español, no puede ser un líder latino en Estados Unidos. Después de leer el ensayo de Coates sobre Obama, estoy empezando a pensar que el desconocimiento del español por parte de Castro es lo que lo convierte no en un político latino, sino en un político que resulta ser latino.

La diferencia está perfectamente encarnada por Julián Castro y su madre, Rosie. Rosie Castro era una activista social radical de base, trabajaba fuera del sistema político como miembro de La Raza Unida, un partido nacionalista chicano. En un acto organizado por Univision, The National Journal y ABC News, Julián se cuidó mucho de distanciarse del pasado activista de su madre: “Su participación en el movimiento chicano era lógica en esa época. Estamos orgullosos de nuestra herencia, pero también somos capaces de trabajar en el consejo de una empresa o en una cámara legislativa.”

No renegó de ella, del mismo modo que el candidato Obama no renegó del todo del reverendo Wright en su célebre discurso sobre la raza en Filadelfia. Pero ambos se distanciaron firmemente de los activistas sociales de la generación anterior. En una entrevista con María Elena Salinas, Castro dijo: “Y a pesar de que crecí y no siempre me gustó que me arrastraran a las reuniones o las manifestaciones o los discursos, bueno, desarrollé un fuerte respeto por la participación en el proceso democrático. Esencialmente, sí, respeto lo que ella hizo, pero no os preocupéis porque NO soy un temible nacionalista chicano.”

¿Y si fuera presidente? ¿Podría hablar en español en cualquier lugar público? Coates habla del esfuerzo concertado para, esencialmente, deslegitimar la presidencia de Obama como “extranjera”: “Mientras [Glenn] Beck y [Rush] Limbaugh han decidido optar por el ataque racial directo, otros han decidido negar que existe un presidente negro. Uno de cada cuatro estadounidenses (y más de la mitad de los republicanos) creen que Obama no nació en este país, y que por lo tanto es un presidente ilegítimo.” ¿Imaginan lo que sucedería si esa misma gente viera al presidente hablando un idioma que no fuera el inglés del rey Jaime?

Además, ¿cómo respondería el presidente Castro al asesinato de Anastasio Hernández por agentes fronterizos? ¿Cómo hablaría el presidente Castro de las dificultades de Nathaly Pérez, obligada a crecer en una casa de acogida después de que sus padres fueran deportados? A fin de cuentas, si Castro tuviera una hija se parecería a Nathaly.

Coates sostiene que la negritud del presidente Obama, de hecho, le impide enfrentarse a los más acuciantes asuntos relacionadas con la raza en Estados Unidos, especialmente la encarcelación masiva y la guerra contra las drogas. La latinidad de Castro, ¿le haría más difícil hacer algo con los once millones de inmigrantes indocumentados que hay en este país?

El crecimiento de la población hispana en Estados Unidos está dando una nueva forma a la nación. El modo en que nuestra política reaccione a este tremendo cambio definirá las próximas décadas. Cómo trabaja junto nuestro país para educar a una comunidad que deplorablemente tiene un rendimiento muy inferior, cómo damos poder a una comunidad que ha perdido un 66% de su renta con la recesión, cómo sacamos de la sombra de la deportación a once millones de inmigrantes indocumentados… Todo esto será crítico para determinar el éxito de nuestro país en el siglo XXI. El primer presidente negro dibujará un mapa para cualquier otro presidente futuro perteneciente a una minoría mientras la nación experimenta los dolores crecientes propios de convertirse en una verdadera sociedad multicultural. ~

Traducción de Ramón González Férriz

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es licenciado en historia por el Boston College, es el editor de noticias de Univision News.


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