El encuadre pornográfico

"El origen del mundo" no solo es un desafío realista –la transgresión de dejar de acudir a los personajes de la mitología clásica para pintar el desnudo de una mujer concreta–, sino una redefinición que no tenía antecedentes en el arte.
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Una biografía sin pistas

No había forma de prever que, en el año de 1866, un francés pintaría al óleo el encuadre de un coño. Nada en la trayectoria de Gustave Courbet sugiere que ese insignificante jovencito criado en el campo se convertiría, con el tiempo, en el autor de una pintura que aún hoy es censurada por pornográfica (hace cinco años, Facebook clausuró la cuenta de un usuario que osó subir la fotografía de este óleo a su muro). Ni siquiera puede alegarse que el joven Courbet fuera narcisista, como lo hicieron algunos de sus contemporáneos. Vestido de capa y sombrero, acompañado de un perro y con una pipa en los labios, arrogante o desesperado, sus autorretratos no son el síntoma que delata al histriónico o al maniaco, sino los ejercicios de un pintor que, siguiendo los pasos de Rembrandt, quiso perfeccionar la representación de las emociones humanas.

Tampoco hay, en sus primeros veinte años de carrera, un solo indicio que permita sospechar el giro que daría hacia lo pornográfico. A mediados de siglo, Courbet se sumó a las filas del naturalismo y pintó al proletariado –a los hombres que trabajaban picando piedra, a las mujeres que criban el trigo. Más tarde, se dedicó a las escenas cacería y a los paisajes rurales de Francia. Si bien es cierto que era un aficionado de la controversia y que entre desplantes y pataletas quiso callarle la boca a todos (despotricaba contra Da Vinci, se mofaba de Rafael, ninguneaba al Renacimiento, hacía enfurecer a Delacroix y organizaba exposiciones alternativas cuando la academia y los críticos oficiales le cerraban las puertas), no hay en estas disputas estéticas señales de lo que vendría. Basta revisar el catálogo de su obra para llevarse una sorpresa: al final de su carrera, Courbet empezó a interesarse, no en el amor ni en la pasión, sino en el sexo. ¿Quién iba a imaginar que un artista que nunca ensayó el desnudo femenino, pintaría –diez años antes de su muerte– el encuadre de un coño?

“Pocas veces se ha visto esta pintura, rara vez he oído hablar de ella”

Durante cien años nadie vio El origen del mundo. Entre rumores y revisiones bibliográficas, telefonazos a directores de museos lejanos y visitas sorpresa a coleccionistas privados, los historiadores –que apenas contaban con un par de malas fotocopias, en blanco y negro, del óleo– se convencían de su existencia.  De vez en cuando se reunían para discutir las pocas pistas que habían recopilado para finalmente descartarlas. En 1986 Linda Nochlin, experta en el tema, escribía:

“[Esta historia] tiene que ver con el fracaso: el fracaso de localizar el original pintado por Courbet. Conduje esta investigación conforme al método convenido: rastré la obra en libros, catálogos, artículos y documentos; luego trabajé hacia adelante, en el intento de dar con su ubicación actual. No solo es imposible encontrar el óleo. A veces me parece que las pistas han sido colocadas deliberadamente, casi perversamente, de manera engañosa. Tampoco los errores que hemos cometido me parecen fortuitos, aunque el rumor de que la pieza es parte de la colección de Sylvie Bataille Lacan es demasiado buena para ser cierta […] Mi corazón dio un vuelco cuando me topé con la foto de El Origen en un artículo que refería al acervo del Museo de Bellas Artes de Boston, una ubicación improbable que pronto fue descartada por el curador en jefe. Decidí entonces telefonear al autor del artículo, quien alegó que el corrector de estilo había cambiado el pie de foto: debía decir Budapest y no Boston, de modo que el Courbet estaba en el Museo de Bellas Artes de aquella ciudad húngara. En un telegrama, fechado el 4 de febrero de 1972, el director de dicha institución escribió lo siguiente: “El cuadro nunca ha estado en nuestro museo. Formó parte de una colección privada en Budapest pero desapareció con la Segunda Guerra Mundial. Robada por los alemanes y recuperada por los rusos, fue a dar a Suiza. Circula ahora el rumor de que fue vendida en Estados Unidos en el año de 1958. Pocas veces se ha visto esta pintura, rara vez he oído hablar de ella. Lo que nos deja más o menos donde empezamos. Cada nueva búsqueda nos arroja un puñado de pistas falsas, sin que la empresa parezca acercarse a su resolución”.

Un par de años después, El origen del mundo fue expuesto al público. No hay mejor manera de esconder una pintura que debajo de otra. Lacan le pidió al surrealista André Masson que dibujara un paisaje de montañas antropomórficas que sugiriera la figura de la mujer pintada en el original. Detrás de la simulación y en un marco de doble fondo estaba el Courbet como la adivinanza que revela y oculta su respuesta en un juego de palabras, como el espejo que se refleja en otro, como la relación que hay para el psicoanálisis entre el lenguaje y el inconsciente.

¿Por qué importa el encuadre del coño?

Una revisión del desnudo femenino en la historia del arte sirve para demostrar la transgresión de Courbet. Pensemos, por ejemplo, en la Venus de Botticelli y en la de Urbino; en La maja desnuda de Goya o en la Venus del espejo de Velázquez. De una pintura a otra y de una fecha a la siguiente, las mujeres desnudas se cubren los genitales con un paño de tela blanca o una pudorosa mano. Ni siquiera los libros prohibidos de la Revolución francesa mostraban el coño en primer plano. Los grabados de Thérèse philosophe (inspiración del mismo marqués de Sade) presentan toda suerte de posiciones y actos sexuales como en un inventario razonado que va de la masturbación a la orgía, pero en todas estas imágenes aparece el cuerpo completo de la mujer. Mejor aún, este forma parte de una escena situada en un lugar específico. La mujer desnuda se encuentra en el interior de una casa, en una habitación o una sala, en la que también hay un florero, una mesa de noche, una jarra con agua o la proverbial cortina de terciopelo.

En el origen del mundo no hay nada más que el perfecto encuadre de los genitales de una mujer. Fragmentar el cuerpo, dejar de representarlo entero, era tan inesperado que uno de los contemporáneos de Courbet comentó que el cuadro era espléndido “salvo por algunos errores desafortunados; parece que al pintor se le olvidó incluir los pies, las piernas, los muslos, el estómago, el pecho, las manos, los brazos, los hombros, el cuello y la cabeza”. Así, El origen no solo es un desafío realista –la transgresión de dejar de acudir a los personajes de la mitología clásica para pintar el desnudo de una mujer concreta–, sino una redefinición que no tenía antecedentes en el arte.

¿Cómo explicar entonces el origen de El origen del mundo? Quiero pensar que fue Halil Şerif Pasha (ex embajador del Imperio otomano radicado en París y dueño de una vasta colección erótica) quien le sugirió este encuadre a Courbet. ¿Le habrá entregado una de las fotografías estereoscópicas de Auguste Belloc? ¿Será que la fuente iconográfica de este giro en el arte se encuentra, para disgusto del mojigato siglo XIX, en el bajo mundo de la pornografía?

 

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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