Hace dieciocho años, los desechos de plástico eran comunes en las calles de Bangalore, India. Los fuertes vientos arrastraban botellas y envases de plástico que se acumulaban en los desagües cuando terminaba de llover. Indumathi, quien solo usa su nombre de pila, recuerda muy bien la escena, porque en ese entonces intentaba recolectar la mayor cantidad posible de plástico, buscando entre los arbustos, trepando por los drenajes o despertándose a las 4 de la mañana para revisar las pilas de basura antes de que fueran quemadas. Vendía lo que podía a recicladores a pequeña escala, recibiendo ingresos impredecibles antes de comenzar a trabajar de tiempo completo en un establecimiento de reciclaje.
Aproximadamente 20 millones de personas en todo el mundo trabajan en condiciones similares, recolectando basura y reciclando fuera de los sistemas formales de gestión de basura. En Asia, América Latina, América del Norte y Europa, los recicladores –también llamados recolectores o pepenadores en México y otros países– recorren vertederos, llevan latas a centros de reciclaje de botellas o recolectan basura en asentamientos informales donde no existe un servicio municipal. Son responsables de aproximadamente 60% del reciclaje de plástico a nivel mundial. Cada vez más gobiernos buscan reducir sus residuos de plástico, pero muchos no toman en cuenta a estos trabajadores que no solo dependen de esos desechos, sino que también mitigan gran parte de su impacto ambiental.
Indumathi tiene como objetivo cambiar eso. A finales de mayo, llegó a París para la segunda sesión del Comité Intergubernamental de Negociación de las Naciones Unidas sobre la Contaminación por Plásticos, cuyo objetivo es desarrollar un acuerdo legalmente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. Junto con otros activistas de Kenia, Ghana, Argentina, Estados Unidos y otros países, Indumathi aboga por el reconocimiento del trabajo esencial que los recicladores ya están realizando, así como por lo que ellos llaman una “transición justa”, un conjunto de políticas equitativas e inclusivas que permitan eliminar el plástico al mismo tiempo que crean oportunidades dignas para los trabajadores. “Tenemos que luchar, y va a ser una lucha larga”, me dijo Indumathi.
En prácticamente todos los países donde trabajan, las características demográficas de los recicladores se cruzan con algunas de las poblaciones más marginadas del mundo. Muchos de estos trabajadores son de comunidades indocumentadas, sin vivienda, de bajos ingresos, que experimentan altos índices de delincuencia, pobreza, enfermedades mentales y otras barreras sistémicas. Como trabajadores, también sufren acoso por parte de la policía y otros ciudadanos, ya que en algunas regiones recoger materiales de contenedores de basura o de la calle puede considerarse robo. El estigma y exclusión socioeconómica a menudo opacan las contribuciones de los recicladores a la economía. Sin embargo, desde principios de la década de 1990, los activistas han estado alzando la voz para exigir una mejor remuneración y protección social por parte de los gobiernos locales.
Ahora, su lucha ha adquirido una nueva urgencia. El tratado mundial sobre plásticos que actualmente está en negociación ha sido aclamado como una oportunidad única en una generación para reformar nuestra relación con el plástico, y el acuerdo ambiental multilateral más significativo desde el Acuerdo de París de 2015. Una vez finalizado, podría ser adoptado tan pronto como en 2025. Aún no está claro qué requerirá el tratado que hagan los países, pero las obligaciones que están sobre la mesa incluyen implementar un límite en la producción de plástico y eliminar gradualmente los productos químicos tóxicos en los productos de plástico.
Un bloque significativo de países está solicitando medidas para prevenir y gestionar los residuos plásticos, los cuales en algunas ciudades representan más del 50% de los materiales que los recicladores procesan. Sin embargo, conforme las ciudades buscan mejorar sus tasas de reciclaje, podrían contratar a empresas privadas, que probablemente restringirían el acceso a los vertederos de basura, establecerían nuevos sistemas de recolección y competirían directamente con los recicladores por los materiales reciclables, en la mayoría de los casos, según este grupo, sin consultarles previamente. Si bien todos están de acuerdo en que el plástico necesita ser mejor manejado, muchos recicladores optaron por este trabajo porque carecían de otras oportunidades de empleo. Perder el acceso a los residuos plásticos podría poner en peligro su única fuente de ingresos.
Los estados miembros de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente son responsables de desarrollar el tratado, por lo que es a ellos a quienes los recicladores y sus defensores necesitan convencer. El primer paso en una transición justa, según su plataforma, es bastante simple: los gobiernos deben reconocer la importancia del trabajo que los recicladores hacen y han hecho, y que a menudo es invisible. Este reconocimiento incluye involucrarlos activamente en el proceso de transición, así como ofrecer contratos, compensación y beneficios. Para algunos, esto significa integrarse en sistemas formales de gestión de residuos con estatus legal, mientras que otros prefieren mantener su autonomía. Ambos grupos de trabajadores buscan tener seguridad laboral a medida que las economías del plástico cambien, con roles en clasificación, conducción y asistencia en las nuevas instalaciones de reciclaje, o un lugar seguro para vender sus productos. Como residentes en la primera línea de la contaminación por plástico, también respaldan políticas que garanticen que todo el plástico producido sea reciclable y no sea incinerado.
En cuanto al reconocimiento, parece que los esfuerzos de organización de los recicladores han dado frutos. Inger Andersen, la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, inauguró la última ronda de conversaciones sobre el tratado enfatizando la necesidad de “rediseñar en pos de la justicia, para los trabajadores del sector informal de los residuos”. Aunque muchos recicladores enfrentaron barreras financieras, sabían que asistir a las conversaciones era fundamental para obtener atención, tanto en las Naciones Unidas como en sus lugares de origen. De hecho, en los márgenes del evento en París, la Alianza Internacional de Recicladores, un congreso de más de 400 organizaciones, se reunió con decenas de responsables de políticas públicas y otros actores involucrados.
Representantes de Sudáfrica, Kenia, Uruguay, Brasil, Colombia y Filipinas hablaron activamente sobre las preocupaciones de los recicladores, según los activistas que observaron las sesiones. Varios de estos países también han manifestado su apoyo a una transición justa, mientras que otros grupos, desde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas hasta la Coalición Empresarial para un Tratado Global de Plásticos (que incluye empresas como Unilever, Walmart, Target y H&M), han expresado su preocupación explícita por el sector informal.
Este tipo de reconocimiento es solo el primer paso hacia acciones más sustantivas, según Neil Tangri, director científico y de políticas de GAIA, una red internacional de organizaciones ambientales, comunidades, y expertos en gestión de residuos. Pero es un progreso notable en comparación con la manera en que los recicladores fueron recibidos en la conferencia climática de las Naciones Unidas en 2009. Entonces, era imposible siquiera concertar una reunión con los gobiernos. En cambio, en 2022, los negociadores acordaron incluir la participación del sector informal como parte oficial del proceso del tratado, reconociéndolos no solo como una población necesitada, sino también como expertos a ser consultados. “Comparado con 15 años atrás, fue tan fácil como empujar una puerta abierta”, dijo Tangri. “Y eso habla de la fuerza que han construido en cada país”.
Las primeras organizaciones de recicladores se formaron como cooperativas en Brasil y Colombia, como un sindicato en India y como un grupo de trabajadores en basureros en Senegal, cada uno de los cuales sentó las bases para alianzas nacionales y regionales. Para el 2008, se llevó a cabo la primera conferencia internacional en Bogotá, que incluyó a recicladores de casi todas las regiones del mundo. El movimiento de recicladores ahora abarca 34 países, incluyendo algunos en el Norte global.
La inclusión en las negociaciones del tratado de plásticos ha brindado a los recicladores una plataforma que nunca anticiparon, afirmó Soledad Mella, una activista chilena, en un evento durante las recientes reuniones en París. Sin embargo, Mella añadió que el reconocimiento no significará nada si no se traduce en políticas reales. Mientras tanto, dijo Mella, los recicladores siguen recogiendo los residuos plásticos de todos en campos y vías fluviales, aludiendo a un sentimiento más amplio: no pueden permitirse esperar a que los gobiernos actúen.
“Muchas de nuestras organizaciones ya están brindando una transición justa para los trabajadores”, dijo Taylor Cass Talbott, líder estratégico de transición justa en la organización sin fines de lucro WIEGO, que ha apoyado a la Alianza Internacional de Recicladores desde 2008. “Cuando discutimos puntos específicos de ‘Mira, esto es lo que necesita una transición justa’, provienen directamente de nuestra experiencia en cómo pudimos proporcionar eso para los trabajadores, y necesitamos poder proporcionarlo para muchos, muchos más trabajadores”.
En Kenia, múltiples asociaciones de recicladores están concentrando sus ingresos para cubrir los costos de atención médica entre sus trabajadores,quienes sufren accidentes y enfermedades con frecuencia. También están comenzando a negociar con empresas de reciclaje el precio de los materiales que venden, según John Chweya, presidente de la Asociación de Bienestar de Recicladores de Residuos Nacionales de Kenia. En Sudáfrica, el Departamento de Silvicultura, Pesca y Medio Ambiente ha desarrollado pautas para que las ciudades y empresas integren a los recicladores en sus planes de recolección de plástico postconsumo en los vertederos. En Ghana, donde los recicladores fueron desplazados dos veces de vertederos que sufrieron incendios o fueron clausurados, la organización WIEGO brindó capacitación a otra organización de recicladores, que ahora está desarrollando sus propias oportunidades laborales al proponer sistemas de recolección de basura y reciclaje puerta a puerta en barrios de bajos ingresos.
Indumathi, la recicladora de Bangalore, ahora es la jefa de un servicio de recolección de residuos contratado por el gobierno, con 88 empleados. Está orgullosa de decir que su ciudad ya no se parece en nada a lo que era antes, en gran parte gracias a los 30,000 recicladores de residuos de la ciudad. La organización sin fines de lucro Hasiru Dala, que incubó a su empresa, abogó con éxito para que el gobierno produjera tarjetas de identificación ocupacional para combatir el acoso, vehículos para transportar los residuos y equipo de protección personal durante la pandemia. Ahora puede proporcionar salarios mensuales y seguro de salud a todos sus empleados. “Quiero que todos los recicladores de residuos en todo el mundo tengan esta oportunidad”, dijo Indumathi.
Durante las recientes negociaciones del tratado sobre plásticos, surgió una propuesta para incluir las palabras “transición justa” como una obligación fundamental. Aunque aún es demasiado pronto para saber si este requisito se incluirá en el texto preliminar que se discutirá en la próxima reunión del comité de negociación, en noviembre, los miembros de la delegación de recicladores son optimistas. “Se siente bien”, dijo Chweya, “pero aún queda mucho trabajo por hacer”. ~
Este artículo es publicado gracias a la colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es una reportera independiente que cubre temas relacionados con cadenas de suministro, tecnología y medio ambiente.