Aunque tú lo creas, no conoces tu mente

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¿Crees que los estereotipos racistas son falsos? ¿Estás seguro? No te pregunto si estás seguro de si los estereotipos son falsos, sino de si estás seguro de que piensas que lo son. Puede parecer una pregunta extraña. Todos sabemos lo que pensamos, ¿no?

La mayoría de los filósofos de la mente están de acuerdo, y sostienen que tenemos un acceso privilegiado a nuestros pensamientos que es generalmente inmune al error. Algunos afirman que tenemos una facultad de “sentido interior”, que supervisa la mente del mismo modo que nuestros sentidos externos supervisan el mundo. Sin embargo, ha habido excepciones. Gilbert Ryle, un filósofo conductista de mediados del siglo XX, afirma que no aprendemos sobre nuestras propias mentes gracias a un sentido interno, sino observando nuestro propio comportamiento, y que nuestros amigos quizá conocen mejor nuestras mentes que nosotros. (De ahí el chiste: dos conductistas acaban de hacer el amor y uno le dice al otro: “Para ti ha sido genial. ¿Qué me ha parecido a mí?”) El filósofo contemporáneo Peter Carruthers propone una visión similar (aunque por diferentes motivos) y sostiene que las creencias sobre nuestros pensamientos y decisiones son el producto de la autointerpretación y suelen estar equivocadas.

Las pruebas provienen de trabajos experimentales en psicología social. Está demostrado que la gente a veces piensa que tiene unas creencias que realmente no tiene. Por ejemplo, cuando a alguien se le pide que elija entre varios objetos idénticos, suele elegir el de la derecha. Pero cuando se le pregunta por qué lo ha elegido, inventa una razón, y dice que pensaba que el objeto tenía un color más bonito o mejor calidad. Asimismo, si una persona realiza una acción en respuesta a una sugestión hipnótica previa, inventará un motivo para realizarla. Lo que parece que ocurre es que los sujetos desarrollan una autointerpretación inconsciente. Desconocen la explicación real de su acción (la tendencia a la derecha, la sugestión hipnótica), así que infieren algún posible motivo y se lo atribuyen. Sin embargo, no saben que están interpretando y describen sus acciones como si fueran directamente conscientes de sus motivos.

Muchos otros estudios respaldan esta explicación. Por ejemplo, si se le pide a alguien que asienta con la cabeza mientras escucha una grabación (para, según se le dice, probar los auriculares), está más de acuerdo con lo que escucha que cuando se le pide que niegue con la cabeza. Y si se le pide que elija entre dos objetos que antes ha evaluado como igualmente deseables, posteriormente suele decir que prefiere el que había elegido. De nuevo, parece, está interpretando inconscientemente su comportamiento, considerando su asentimiento con la cabeza una aceptación y su elección una preferencia.

A partir de estos datos, Carruthers elabora una argumentación convincente sobre la visión interpretativa del autoconocimiento, que expone en su libro The opacity of mind (2011). El filósofo afirma que los humanos (y otros primates) poseen un subsistema mental destinado a comprender las mentes de otras personas, que genera creencias rápidas e inconscientemente sobre lo que otros piensan y sienten, a partir de las observaciones de su comportamiento. (Las pruebas para tal sistema de “lectura mental” provienen de diversas fuentes, incluida la rapidez con que los niños desarrollan una comprensión de la gente a su alrededor.) Carruthers sostiene que este mismo sistema es responsable del conocimiento de nuestras mentes. Los humanos no desarrollaron un segundo sistema, con lectura de mente introspectiva (un sentido interior), sino que ganaron autoconocimiento dirigiendo su sistema externo hacia ellos mismos. Puesto que el sistema es externo, tiene acceso solo a las entradas sensoriales y debe extraer sus conclusiones únicamente a partir de ellas. (Como tiene acceso directo a estados sensoriales, nuestro conocimiento de lo que experimentamos no es interpretativo.)

La razón por la que conocemos nuestros propios pensamientos mejor que los de otros es simplemente porque tenemos más datos sensoriales en que basarnos; no solo percepciones de nuestra habla y nuestro comportamiento, sino también nuestras respuestas emocionales, nuestros sentidos corporales (el dolor, la posición de nuestros miembros) y un imaginario mental muy variado que incluye una corriente constante de discurso interior. (Existen pruebas convincentes de que las imágenes mentales necesitan los mismos mecanismos cerebrales que las percepciones y se procesan como ellas.) Carruthers llama a esto teoría del Acceso Sensorial Interpretativo (ISA, en sus siglas en inglés), y reúne una enorme variedad de pruebas experimentales que la apoyan.

La teoría ISA tiene unas consecuencias asombrosas. Una es que (con alguna excepción) no tenemos pensamientos conscientes ni tomamos decisiones conscientes. Porque, si lo hiciéramos, seríamos directamente conscientes de ellas, no a través de interpretación. Todos los acontecimientos conscientes que experimentamos son estados sensoriales de algún tipo, y lo que consideramos pensamientos y decisiones conscientes son en realidad imágenes sensoriales, en especial episodios del discurso interior. Estas imágenes pueden expresar pensamientos, pero necesitan interpretación.

Otra consecuencia es que quizás estamos realmente equivocados acerca de nuestros pensamientos. Volvemos a mi pregunta sobre los estereotipos raciales. Imagino que dijiste que crees que son falsos. Pero si la teoría ISA es correcta, no puedes estar seguro de creer eso. Los estudios demuestran que alguien que dice sinceramente que cree que los estereotipos raciales son falsos suele comportarse como si fueran ciertos cuando no se da cuenta de lo que está haciendo. Ese comportamiento suele reflejar un sesgo implícito, que está en conflicto con las creencias explícitas de la persona. La gente suele pensar que los estereotipos son ciertos pero también que no es aceptable admitirlo y por lo tanto dice que son falsos. Además, se lo dice a sí misma también, en su discurso interno, e interpreta erróneamente que cree en ello. La gente es hipócrita pero de manera inconsciente. Quizá todos lo somos.

Si nuestros pensamientos y decisiones son todos inconscientes, como sugiere la teoría ISA, entonces los filósofos morales tienen mucho trabajo que hacer. Porque solemos pensar que la gente no es responsable de sus actitudes inconscientes. Aceptar la teoría ISA quizá no significa abandonar la responsabilidad, pero significará repensarla radicalmente. ~

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Traducción del inglés de Ricardo Dudda. Publicado originalmente en Aeon. Creative Commons.

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Es un filósofo y escritor inglés. Es investigador visitante en la Open University


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