La epidemia de cólera que asola a Haití, y que ya ha cobrado más de mil víctimas, es un recordatorio de la compleja, contradictoria y cruel conducta humana. En una plática sobre los problemas de salud que padecemos al inicio del siglo XXI, el notable patólogo experimental, Adolfo Martínez Palomo, me dijo que a pesar de conocer ya las causas y, sobre todo, las soluciones a diversas enfermedades infecciosas, no obstante estas persisten e incluso repuntan. Sabemos, por ejemplo, que el tabaco puede ser prematuramente letal pero el número de personas que lo consumen no disminuye. El asunto rebasa, pues, la perspectiva científica y se adentra en los recovecos de la psicología social humana.
Nadie debe dudar que nuestros más terribles depredadores son los virus, las bacterias y los parásitos. La violencia con que la cepa de la bacteria Vibrio cholerae ha atacado a la población haitiana también confirma que esos organismos no están dispuestos a ceder terreno. En particular el cólera libera toxinas que provocan diarrea y vómitos hasta la muerte. Agrede solo a nuestra especie, de manera que existe una relación directa entre esas bacterias, el medio ambiente y nosotros. No se sabe cómo sobrevive cuando no reside en organismos humanos pero es probable que permanezca en la superficie del agua flotando en espera de un anfitrión. También es factible que utilice otras especies (marinas principalmente), pues resiste más tiempo en medios salinos que en agua dulce. De hecho, en un reservorio acuoso de este tipo se sirve del excremento de organismos superiores, si logra encontrarlo, o bien utiliza a algunos peces y crustáceos.
Los problemas sanitarios son producto de descalabros sociales y la nación caribeña los ha experimentado todos. Médicos sin fronteras y los escuadrones sanitarios de Oxfam luchan contra el diminuto enemigo en el frente de batalla. Lo cruel y desconcertante es que el cólera, si es tratado de manera adecuada, puede derrotarse con relativa facilidad. Pero no parece haber voluntad para erradicarlo de Haití. Miren bien lo que hacen, gobernantes, pues se trata de un bicho con una sorprendente movilidad en el agua y una paciencia milenaria, para el cual no cuentan los votos, ni las promesas políticas ni el tiempo. El continente americano ha sufrido antes pandemias coléricas con resultados desastrosos. ¿Consentiremos una más?
– Carlos Chimal
(Imagen tomada de aquí)
escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).