Una cosa que me sorprende y me preocupa es la cantidad de particulares y sobre todo de empresas que se presentan ante la sociedad con textos sin corregir por profesionales. Imagino que detrรกs de esa falta de inversiรณn estรก la falsa creencia de que escriben estupendamente y no necesitan asesoramiento. Y es que, en esta sociedad nuestra, escribir se ha convertido en una actividad tan cotidiana, habitual y natural que cuesta entender que no lo hacemos bien.
Es cierto que, como ya he dicho otras veces, el lenguaje es un comportamiento instintivo del ser humano. Del mismo modo que otras especies vuelan o duermen boca abajo, la especie humana habla. Las pruebas son numerosas e incuestionables: todo el mundo lo hace, salvo enfermedad o aislamiento extremo; el lenguaje nos acompaรฑa en la inmensa mayorรญa de nuestras actividades (incluso en la mรกs รญntima, el pensamiento) y no necesitamos instrucciรณn previa, sino รบnicamente que hablen a nuestro alrededor, para aprender a hablar rรกpido y bien en nuestros primeros aรฑos de vida.
No obstante, todo esto no se mantiene en las otras actividades lingรผรญsticas, que son leer y escribir. Si lo pensamos un momento nos daremos cuenta de las enormes diferencias que existen. El lenguaje nos acompaรฑa desde el inicio de nuestra especie, hace mรกs de 300.000 aรฑos; por el contrario, la lectoescritura es un comportamiento relativamente moderno (de no hace mรกs de 5.500 aรฑos). Ademรกs, hasta hace poco, saber leer y escribir estaba reservado a una minorรญa intelectual, ya que era analfabeta la inmensa mayorรญa de la poblaciรณn (incluso entre las clases pudientes). De hecho, tambiรฉn en la actualidad hay muchas lenguas รกgrafas, pues aunque tengan la posibilidad de ser escritas, nadie entre sus hablantes considera que esto sea necesario.
Stanislas Dehaene seรฑala en Reading in the brain: The new science of how we read (Penguin, 2009) que es precisamente la modernidad de este invento cultural lo que explica que, para leer, nuestro cerebro no cuente con circuitos neuronales especรญficos, sino que โreciclaโ antiguas redes que utilizaba para otros fines. En concreto, sus investigaciones concluyen que usamos las mismas neuronas que para el reconocimiento de caras, hasta el punto de que, cuanto mejor leemos, peor identificamos los rostros de nuestros congรฉneres. Esta modernidad de la lectoescritura y el โreciclajeโ neuronal que se ha producido puede ser precisamente la causa de que escribir no sea lo mismo que hablar. Prueba de ello es que, frente a lo que ocurre con el lenguaje, la inmensa mayorรญa de los humanos necesita una instrucciรณn especรญfica para aprender a leer y escribir (no basta, por lo general, con el simple contacto con palabras escritas).
La moraleja de todos los datos que he aportado hasta ahora es que leer y (sobre todo) escribir no son actos instintivos y naturales de nuestra especie sino que, por el contrario, constituyen un arte delicado y complejo. Escribir bien pasa por una mezcla de talento, perseverancia y formaciรณn. Por ello, quienes hacen pรบblicos textos escritos como parte de su labor profesional (publicistas, periodistas, escritores/as) necesitan a alguien que acometa la correcciรณn profesional. No solo para que les revise los aspectos mรกs formales (nadie quiere publicar un texto lleno de erratas), ni รบnicamente para que se asegure de que el texto dice lo que quiere decir y de la manera mรกs precisa (usando las palabras mรกs adecuadas), sino para algo que yo considero mucho mรกs importante: conseguir que quien estรฉ leyendo procese la informaciรณn de la manera mรกs sencilla posible.
Porque, tal y como decรญamos antes, la actividad de leer es un invento cultural relativamente moderno para el que nuestro cerebro necesita cierta ayuda. Y quienes desarrollan la correcciรณn profesional se encargan de allanarnos el camino. Como parte de su oficio, un buen corrector o correctora mejorarรก el ritmo, simplificarรก la sintaxis, aรฑadirรก marcadores, ordenarรก ideas. Quienes leemos no lo notamos, pero el corrector/a nos acompaรฑa en ese extraรฑo proceso que es leer y nos quita las piedras del camino. No deja de ser, como dice Antonio Martรญn en su magnรญfico ensayo La mano invisible (CSIC, 2019), una persona experta en control de calidad del texto. Como resultado, quien escribe presenta una mejor imagen y quien lee siente un mayor placer y, por tanto, leerรก mรกs.
Creo que es importante que se sepa. Escribir es un arte. Por muy bien que lo hagas, haz caso a la famosa etiqueta de Twitter y #PonUnCorrectorEnTuVida.
Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingรผรญstica en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigaciรณn de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cรณmo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).