Imagen: SpaceX / Youtube

La paradoja del viaje espacial

El sueño de los viajes espaciales anuncia nuevos horizontes y libertad sin límites. En realidad, serán parecidos a un viaje en avión muy largo.
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Si hay una lección colectiva que hemos aprendido de la pandemia de covid-19, puede ser la dificultad de estar aislados en casa, solos o con otros miembros de la familia o compañeros de piso. Las tensiones propias de la cuarentena incluyeron rutinas mundanas que se volvían estrujantes, hábitos personales hipostasiados y paisajes que se vuelven demasiado familiares (la estufa, el espejo del baño, ese árbol en la calle, cambiando mientras nada cambiaba). Como escribió Amanda Mull en The Atlantic, después de trabajar desde casa durante un año, su “papel tapiz comenzó a ponerse amarillo“. Los humanos no solemos prosperar cuando el espacio se nos viene encima, y puede llevarnos al borde de la locura.

He estado pensando en este problema en relación a SpaceX y sus rápidos avances a lo largo de la pandemia, incluido el reciente lanzamiento y aterrizaje exitoso de su cohete más grande, el Starship. Se trata de un prototipo de la nave que Elon Musk pretende llevar a la Luna, a Marte y, eventualmente, más allá. En “modo tripulación” podrá transportar hasta 100 pasajeros. Como informó Marina Koren para The Atlantic, Musk parece estar mucho más cerca de su objetivo de convertir a los humanos en “una especie multiplanetaria”. Si hubo algo vagamente catártico o incluso inspirador en el tenaz impulso de Musk para perfeccionar su nave espacial, especialmente durante la pandemia, puede haber sido la fantasía de tener más espacio, más allá de las limitaciones de la Tierra, que se sintieron tan fuertemente en 2020.

Sin embargo, una paradoja asoma en el corazón de SpaceX.

Antes de que lleve pasajeros al espacio, SpaceX planea ofrecer “transporte Tierra a Tierra“. Serían viajes ridículamente rápidos alrededor del planeta, por ejemplo, de Londres a Nueva York en media hora. La idea es lanzar el cohete con pasajeros por encima de la atmósfera de la Tierra, acelerar alrededor del orbe y aterrizar rápidamente en el destino elegido. Como presume el sitio web de SpaceX, “imagine que la mayoría de los viajes tarden menos de 30 minutos, con acceso a cualquier parte del mundo en una hora o menos”. (Por supuesto, esto de “en cualquier parte del mundo” se refiere en realidad a los grandes centros urbanos que tengan una plataforma de aterrizaje y equipos apropiados para dar servicio al cohete, pero dejaremos pasar esta hipérbole.)

Si se lograra a escala comercial, esto alteraría significativamente la industria de la aviación, o al menos sería una disrupción masiva para las aerolíneas que dependen en gran medida de los vuelos de larga distancia. Ninguna otra aerolínea o fabricante de aviones está desarrollando actualmente un modo de transporte similar. Una compañía llamada Boom fue noticia recientemente por su intento de resucitar los vuelos comerciales supersónicos, con un avión que recuerda al Concorde, pero para viajeros con presupuesto limitado. Pero, de materializarse, los vuelos del Starship de SpaceX harían que lo supersónico se sienta tan lento como una locomotora de vapor.

Naturalmente, la lógica detrás de esta búsqueda por acelerar los vuelos largos es que es bien sabido que a las personas no les gusta estar en aviones abarrotados por más de una hora. Cuanto menos tiempo, mejor. La historia de la aviación comercial ha sido una carrera para acortar el tiempo que transcurre desde el origen hasta el destino y hacer más eficientes todos los pasos intermedios. Aún así, ciertas cosas no se pueden solucionar. A nadie le gusta un retraso en la pista o un vuelo largo con un compañero de asiento molesto o lleno de turbulencias. Cuando estás sentado en un avión, el tiempo se alarga y juega con tu mente.

Aquí es donde entra la paradoja. La misma nave espacial que promete viajes más rápidos alrededor del planeta, eliminando esos incómodos vuelos de cinco, diez o quince horas, es también el repositorio al que aspirarían los pasajeros que Musk llevaría a Marte. En otras palabras, el fin último de la cabina de Starship no es servir para viajes de “menos de una hora”, sino para viajes de varios meses. Si le temes a la furia aérea en un corto vuelo de Las Vegas a San Diego, espérate a que tus compañeros de asiento estén junto a ti por semanas, en medio del negro vacío espacial. En su descripción del interior de estas naves, SpaceX dice que tienen “cabinas privadas, amplias áreas comunes, almacenamiento centralizado, refugios para tormentas solares y una galería de observación”. Puesto así, no suena tan mal. Pero no hay forma de eludir la cruda realidad del confinamiento durante períodos largos. Es probable que esas amplias áreas comunes se hagan más chicas entre más tiempo dure el viaje.

Luego está el tema del sueño. Entre 2007 y 2011, la Agencia Espacial Europea trabajó con Rusia para simular las condiciones de un viaje a Marte, particularmente como un experimento de aislamiento psicológico. La parte más larga de este estudio, llamado Mars500, se llevó a cabo entre 2010 y 2011, y reveló una degradación significativa de los patrones del sueño de los exploradores en el simulacro. En los grandes aviones de pasajeros, un asiento de primera clase puede brindar comodidad (e incluso lujo) durante un vuelo nocturno, pero estos paliativos ergonómicos no serán tan sencillos en una travesía de un año. Se supone que el viaje a Marte será una aventura valiente y atrevida, pero ¿qué tal si termina por sentirse más como un vuelo demasiado largo?

Durante años, Musk ha comparado sus cohetes con aviones de pasajeros, utilizando los tamaños y la potencia de los Boeing 737 y 747 como puntos de referencia para sus cohetes. Estas comparaciones circulan en las redes sociales, haciendo que las naves de SpaceX sean más fáciles de entender y suenen más impresionantes. Pero las analogías son reveladoras. Por mucho que el objetivo sea reducir el tiempo que uno pasa sintiéndose atrapado en una estrecha cabina, el resultado final será más tiempo así. Y seamos honestos: un habitáculo en Marte no va a ser mucho más espacioso que el interior de la nave.

El sueño de viajar al espacio implica tocar nuevos horizontes y el sentimiento ilimitado de libertad (la exploración, el descubrimiento, la expansión de la humanidad), pero una pesadilla acecha en los límites de ese sueño. No habrá un auténtico momento de “llegada” en este viaje soñado: habrá recintos y cámaras presurizadas hasta el final. En los viajes espaciales tripulados, el destino es en realidad el viaje. Y el viaje será largo y claustrofóbico. Hablando de “cuarentena”, los viajes espaciales le resultarán familiares a quienes vivieron la pandemia de covid-19, y ciertas tácticas de supervivencia pueden cruzarse.

Musk quiere enviar humanos a Marte (y al más allá) porque cree que, tarde o temprano, la especie estará condenada en la Tierra. Esta sombría evaluación descansa en dos presuposiciones inquietantes: que las masas miserables se marchitarán en un planeta incendiado por el cambio climático y ecológicamente dañado y que, mientras tanto, los elegidos para el viaje espacial se encontrarán en un purgatorio completamente nuevo de estrecho aislamiento, durante el camino y donde sea que “aterricen”.

La imagen soñada de los habitáculos en otros planetas pinta entornos simulados que se sienten tan bien, si no mejor, que nuestro planeta de origen. La realidad está destinada a ser precaria y altamente contingente, sin importar cuán impresionantes e impolutos se ven los asentamientos espaciales en las representaciones artísticas. La motivación para viajar por el espacio se basa, al menos para Musk, en el deseo de escapar de un planeta en el limbo, pero la alternativa no es un refugio seguro. Esta es la paradoja de viajar por el espacio: es una propuesta perder-perder.

Como ha encontrado la antropóloga Lisa Messeri en su investigación sobre científicos planetarios, las ideas de habitar el espacio exterior pueden revertirse a la necesidad de darle sentido a nuestro lugar en la Tierra. Esto no es necesariamente algo malo. De hecho, uno de los argumentos a favor de la exploración espacial es mejorar la vida en casa. Sin embargo, a medida que SpaceX se acerca al momento de enviar humanos más allá de la estación espacial, más allá de la luna, vale la pena detenerse a considerar las implicaciones reales de estos esfuerzos. Ya estamos viajando por el espacio, en el sentido literal del término. Ya sabemos qué se siente estar hacinados en cámaras o habitaciones estrechas y, en general, no nos gusta. Y conforme la pandemia retrocede gradualmente (esperemos), nuestra interconexión con nuestra propia especie y con otras formas de vida se ha tornado vívida. Las aventuras y los desafíos de la navegación espacial están ante nuestros ojos, en el suelo giratorio en el que ya habitamos.

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

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es profesor distinguido de inglés en la Loyola University New Orleans y autor de seis libros sobre viajes aéreos, literatura y conciencia medioambiental. Su nuevo libro, Fly-Fishing, saldrá a la venta en marzo.


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