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¿Los pasaportes de vacunación pueden funcionar?

Los pasaportes digitales de vacunación pueden ser la solución a las restricciones de movilidad por la pandemia. Pero si los gobiernos no establecen pautas claras para su uso, serán irrelevantes en pocos meses.
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Martina y James se van a casar este verano. Las invitaciones ya fueron enviadas a la familia y los amigos, pero solo a aquellos que tienen un Green Pass –el sistema digital de pasaportes de vacunación que recientemente se activó en Italia– se les permitirá unirse a las festividades en un pueblo pintoresco en la costa del mar de Liguria. No hay excepciones, ni siquiera para la novia y el novio.

La boda fue cancelada el verano pasado, cuando Italia estaba en la primera ola de contagio de covid-19. Ahora, un pasaporte digital de vacunación podrá permitirles a los dos compartir el gran día con sus seres queridos (al menos, con aquellos que aprueben el examen de salud). ¿Pero también los mantendrá a salvo de la covid-19? ¿Qué hay del riesgo de vigilancia, la estigmatización sanitaria y la discriminación?

Una vez más, la tecnología nos promete una salida de la pandemia, con respeto a la privacidad y la capacidad de controlar nuestras opciones sanitarias. Pero a medida que más jurisdicciones experimentan con esta nueva tecnología, vamos teniendo una idea más clara: los pasaportes digitales de vacunación no pueden hacerlo todo. A menos que los gobiernos tengan el valor de fijar prioridades claras para su uso, los pasaportes de vacunación seguirán la misma trayectoria que el rastreo digital de contactos: del estrellato a la completa irrelevancia en solo unos meses.

Los pasaportes de covid-19 son sistemas digitales que prueban que sus portadores constituyen un riesgo bajo para la salud pública. En la mayoría de los casos, permitirán al portador presentar un certificado de inoculación o un resultado negativo de una prueba de covid-19 de las últimas 24 a 72 horas. Algunos países también aceptan un certificado de recuperación reciente de la infección. La verificación de la identidad conecta al titular de la tarjeta con la información sanitaria.

La mayoría de los sistemas comparten información a través de códigos QR generados por los proveedores de servicios de salud. En la entrada de la fiesta de Martina y James, un encargado del local escaneará los códigos QR que ellos y sus invitados a la boda han cargado en una app para su celular o han impreso, en el caso de los menos tecnológicos. Si el código QR demuestra que el invitado cumple los requisitos sanitarios aplicables, se unirá a la recepción. Si no, se quedará fuera.

Aunque el sistema parece sencillo, requiere de un gran nivel de coordinación entre los numerosos proveedores de servicios de salud que administran vacunas o pruebas covid-19, y una cantidad aún mayor de receptores de información, que son los lugares que validan el código QR. El pasaporte de vacunación en un smartphone es un mero intermediario entre ambos.

Una vez que el sistema cruza las fronteras entre países, la necesidad de coordinación aumenta. Por ejemplo, para que Martina y James asistan a su propia boda, las credenciales digitales emitidas por los servicios sanitarios de Reino Unido, en donde vive la pareja, se tienen que comunicar con el sistema italiano (lo que técnicamente se llama interoperabilidad). Para que los pasaportes de vacunación sean interoperables a escala global, los sistemas de salud alrededor del mundo deben generar credenciales digitales en un formato que las aplicaciones de cualquier país puedan leer y decodificar como un pase.

Estamos lejos de ese objetivo. La Unión Europea ha establecido normas para asegurar que las credenciales nacionales de vacunación sean interoperables y que los datos subyacentes sobre la vacunación y los resultados de las pruebas estén armonizados entre los Estados miembros. Sin embargo, fuera de la Unión Europea, aunque la Organización Mundial de la Salud ha propuesto directrices, el ecosistema de datos puede estar mucho más fragmentado.

En Estados Unidos, los datos de vacunación están distribuidos entre 60 bases de datos diferentes que no están diseñadas para compartirlos fácilmente, de acuerdo con Paul Baier, presidente interino de la PathCheck Foundation, una organización sin fines de lucro dedicada a crear tecnología para luchar contra la pandemia. “Para superar este problema de costos, algunos estados están considerando cobrar 5 dólares por una tarjeta de vacunación covid-19 validada por el gobierno. Bermuda está considerando cobrar 75 centavos de dólar”, escribió en su newsletter del 17 de junio.

En la mayoría de los lugares, los esfuerzos para proveer credenciales de vacunación digitales se han visto fraccionados por la industria y la geografía. Por ejemplo, sistemas como AOKpass han sido adoptados por aerolíneas para reactivar los viajes internacionales. Por otro lado, el Green Pass de Israel y la app Excelsior de Nueva York están pensadas para uso local.

El Excelsior Pass, por ejemplo, podría no considerarse una prueba válida de vacunación para los invitados estadounidenses en la boda italiana (o, inclusive, fuera de Nueva York). Si las credenciales de vacunación de Nueva York no están armonizadas con las del sistema europeo, quienes cruzaron el Atlántico podrían no poder ni siquiera registrar su estado de salud mediante el Green Pass italiano (o cualquier sistema de vacunación de Estados Unidos, si tienen especificaciones técnicas diferentes). Sin embargo, podrían mostrar un certificado alternativo como una tarjeta de vacunación válida.

Puede que te preguntes: ¿si basta con que muestre una tarjeta de vacunación, para qué necesitaría una app? Aquí es donde entra el tema de la privacidad. De acuerdo con un reporte del Ada Lovelace Institute, los pasaportes de vacunación podrían representar la opción menos restrictiva para reabrir rápidamente, al tiempo que se preserva el derecho a mantener una vida privada.  

Supón que no te han vacunado. En la boda, tú podrías presentar una prueba negativa de covid-19. La señora al lado tuyo en la fila le echaría ojo a tu información, haría un gesto, y le susurraría a su acompañante, “Otro de esos que no se vacunan”. Si presentas un certificado médico de recuperación reciente de covid-19, ella quizás dé un paso atrás para tener más espacio de protección. Supón que eso pasa cada vez que visitas a tu peluquero, cuando entras a un bar, o cuando vas a comprar tus alimentos.

Para superar ese aspecto negativo, la mayoría de los sistemas puestos en marcha hasta ahora muestran si el titular cumple con los requisitos de acceso, pero ocultan lo que muestra el pasaporte: una vacuna, prueba negativa, o un certificado de recuperación reciente. Los registros sanitarios en papel no podrían lograr este mismo objetivo.

Esto puede resolver el posible estigma social, pero crea una nueva amenaza a la privacidad: la del seguimiento. Al validar el pase en cada lugar visitado, los pasaportes de vacunación crearán un ecosistema digital de datos sobre el estado de salud y el paradero de la persona, dos elementos fundamentales de la identidad que podrían ser perjudiciales si cayeran en las manos equivocadas.

En respuesta a las preocupaciones por las violaciones de datos y rastreos, IBM diseñó un sistema de pasaportes digitales de vacunación basado en la tecnología de blockchain, en los que la información individual no se reúne en un conjunto de datos centralizados, sino que se mantiene almacenada en un dispositivo individual y se intercambia mediante redes de datos. IBM asegura que su Health Pass da al dueño control total sobre cuándo y dónde compartir sus datos.

En teoría, este sistema reúne los criterios mínimos requeridos por la American Civil Liberties Union para los pasaportes digitales de vacunación: un sistema híbrido digital y análogo descentralizado, de código abierto, centrado en el usuario y que no crea un gran depósito de información sensible. A pesar de eso, las preocupaciones sobre las libertades civiles se mantienen. La administración Biden ha descartado el uso federal de pasaportes de vacunación, y recientemente se ha presentado un nuevo proyecto de ley en el Congreso y el Senado para prohibir el apoyo federal a terceros, tal como compañías aéreas, en la implantación de estos sistemas.

Los estados pueden buscar implementar estos sistemas, aunque muchos han prohibido su uso. Nueva York lanzó uno a inicios de abril. Hasta el momento, más de dos millones de Excelsior Pass han sido descargados. La utilización del pase es completamente voluntaria para los recintos públicos y privados, que pueden decidir si exigen a los visitantes que muestren sus pases a la entrada. Algunos recintos deportivos y de espectáculos ya lo han hecho.

Al otro lado del Atlántico, las reglas de implementación han sido más estrictas. Dinamarca, en donde se lanzó en abril la primera app en la Unión Europea, hizo obligatorio su Coronapass para entrar a determinados negocios, como peluquerías, estudios de tatuajes, cines, teatros y gimnasios, con multas para quienes no cumplieran el mandato.

El sistema danés goza de altos niveles de aceptación. Una amplia red de centros de pruebas en el país limita la movilidad de aquellos que no tienen inmunidad. Pero en lugares donde las pruebas son costosas o requieren mucho tiempo, los pasaportes de vacunación pueden ser equivalentes a un requisito de inmunización, incluso cuando los mandatos de vacunación contra la covid-19 han sido un tema polémico.

En la mayoría de los países, incluido Estados Unidos, las vacunas contra la covid-19 han sido aprobadas bajo una autorización de uso de emergencia, una revisión rigurosa pero menos extensa sobre sus efectos. Preocupaciones sobre la limitación de las libertades individuales y el crecimiento del movimiento antivacunas han relegado la medida al último recurso.

Ante la falta de requisitos legales, Israel probó con incentivos. Su sistema Green Pass fue diseñado para incentivar la vacunación. Permitió acceso a eventos y lugares sociales, culturales y deportivos como gimnasios, hoteles y restaurantes para aquellos que se han recuperado de covid-19 o están totalmente vacunados. Una prueba negativa no era una credencial aceptable.

El país ahora goza de una de las tasas de vacunación más altas del mundo y recientemente desechó el mandato para usar el Green Pass después de que los índices de infección disminuyeran considerablemente, un buen ejemplo de cómo establecer límites de tiempo para el uso de estas tecnologías. Los logros fueron celebrados como el triunfo oficial del país contra la covid-19 y una victoria para los promotores del sistema de credenciales de vacunación.

Sin embargo, el Ada Lovelace Institute recomienda tener precaución. Un pasaporte de vacunación que de forma subrepticia implique el requisito de vacunación obligatoria puede profundizar la desconfianza en los esfuerzos de vacunación, especialmente entre los grupos marginados que, en muchos países, son los que tienen índices más bajos de aceptación de la vacuna.

La estrategia de Israel podría ser la más sensible en el uso de pasaportes de vacunación, al menos por ahora. Las vacunas disponibles en la actualidad evitan la aparición de síntomas severos de covid-19 y, en muchos casos, la hospitalización, pero sigue siendo una incógnita si evitan la propagación del virus SARS-CoV-2, que causa la enfermedad.

Aunque algunos estudios recientes apuntan en esa dirección, tenemos poca evidencia concluyente sobre si las vacunas reducen sustancialmente la transmisión, y los esquemas digitales de vacunación que acepten pruebas negativas podrían crear un sistema que proteja la privacidad de la gente pero no detenga los contagios. Los que están en mayor riesgo son los que no están vacunados, quienes están desprotegidos cuando comparten espacios con potenciales portadores del virus. El riesgo sería mayor si una falsa sensación de seguridad lleva a la gente a bajar la guardia en otras medidas preventivas cuya eficacia está bien establecida a estas alturas, como el uso de cubrebocas o el distanciamiento social.

Sin embargo, la promesa de regresar a la normalidad alimenta el apoyo extraordinario de estos esquemas. De acuerdo con una encuesta del Institute for Technology and Global Health, más de 66% de los estadounidenses aprueban el uso de los pasaportes de vacunación digitales para la reapertura de la economía doméstica. Esos números son comparables con el 67% de aprobación en Dinamarca. Y un promedio de 78% de la población global apoya el uso de los pasaportes de vacunación para los viajes internacionales, aún si el acceso a las vacunas no es equitativo entre los países.

El Coronapass “hace que te sientas más seguro”, dijo un entrevistado danés a la BBC. Todavía no está claro si los pasaportes de vacunación de verdad nos hacen estar más seguros, o si son un teatro de seguridad para sacar a la gente de sus casas y meterla a una economía que no puede soportar otro verano de inactividad. Yo solo espero que todos los que vayan a la boda recuerden los tres pasos fundamentales para evitar los contagios: usar cubrebocas, guardar 1.5 metros de distancia y lavarse las manos.

 

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

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