35 tragos de ron

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35 tragos de ron, de Claire Denis

Claire Denis es una directora provocadora que se ha dedicado a examinar de manera contemplativa las tensiones que existen en la cultura interracial francesa. Siempre preocupada por los impulsos de sus personajes más que por la trama que los une, Denis ha logrado mezclar el “lirismo” con la dura realidad que enfrenta Francia hoy en día.

Lionel (Alex Descas) es un padre viudo que trabaja como conductor del metro y vive con su hija Josephine (Mati Diop), quien se dedica a cuidarlo. Ambos se encuentran en un momento clave, en el que sus vidas tienen que tomar su propio curso: Josephine ya es una mujer lista para casarse y Lionel lo tiene que aceptar aunque tenga miedo a la soledad. La analogía obvia es con Primavera Tardía de Yasujiro Ozu, pero la visión de Denis transforma este modelo en algo completamente distinto.

La historia se enfoca en esta familia y su pequeño círculo de amigos –todos viven en el mismo edificio: Gabrielle (Nicole Dogue), una taxista enamorada de Lionel y Noé (Grégoire Colin), un joven empresario que anda tras Josephine.

Como en casi todas sus películas, Denis es muy sutil al mostrar la sensibilidad de los personajes; basta con las sonrisas de Josephine, los silencios de Lionel o las frases indirectas de Gabrielle para entender lo que están sintiendo realmente. Sin embargo, esto resulta ser casi imperceptible para el resto de los personajes.

En apariencia, poco sucede en la película: René, un colega de Lionel, se retira; el taxi de Gabrielle se descompone y el gato de Noé se muere. Pero poco a poco nos damos cuenta de que para todos ellos el momento de dejar ir ha llegado: para Lionel, es importante permitir que Josephine se vaya; para Josephine, cortar el cordón umbilical; para Noé, olvidarse del pasado. René, que es el personaje más transparente y directo, dice: “Cuando se acaba, se acaba. Hay que saber irse”, y toma la decisión más drástica de todas.

Esta técnica de sugerencias le quita peso a la película, que más bien oscila de personaje en personaje. Sin embargo, lo que realmente distingue a 35 tragos de ron es el claro rechazo de Denis hacia los estereotipos. El suburbio parisino en donde transcurre la historia no es el lugar común lleno de criminales, de racismo, de pobreza, de desempleo y de drogas. Se trata de gente con una vida normal, dentro de un edificio gris donde los elevadores funcionan y los pasillos y los departamentos están limpios. Estos escenarios, generalmente hostiles, parecen ser habitables, incluso cálidos, y en ellos la interacción humana se lleva también a cabo.

Secuencia tras secuencia, vemos cómo el deseo y el amor se expresan pero no se resuelven, porque cada uno de los personajes está demasiado inmerso en sí mismo. De tanto contemplar el proceso de introspección de los personajes, tenemos la impresión de que van a dejar de ser espectadores de su vida y están listos para tomar acción. Pero en esta supuesta inmovilidad, todo fluye como parte del proceso –las continuas tomas de lo trenes lo reafirman– y así, cada movimiento de los personajes adquiere más poder.

Denis nos muestra lo obvio: ¿qué tanto se puede expresar y percibir en una película si le ponemos más atención a lo explícito y a la claridad narrativa? De este modo, esta historia se acerca más de lo normal a personajes y acciones comunes y corrientes, que sobresalen por el simple hecho de ser observados.

– Tatiana Lipkes

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