Una mañana socavó nuestro adiós. Una mañana en el desgarre amistoso de saber que serás nostalgia. Una mañana.
Gustavo Montiel significa la pasión del cine: educarlo, transmitirlo y amarlo. De formar a las nuevas generaciones alrededor del amor por el cine.
Gustavo Montiel significa la pasión por la amistad y la vida a través de las coincidencias, las mesas interminables, las botellas abiertas, la comunión de los ingredientes y sobre todo, la eternidad de las puertas abiertas.
Ahora nos aproxima una despedida, en la que el sentimiento y el juicio no pueden andar juntos.
Luis Estrada dijo que nunca daba por terminado un guion si Gustavo Montiel no lo leía antes; asimismo, terminaba la película sólo después de que Gustavo viera el primer corte y lo comentaran. Así era. El cine nacional está obligado a reconocer esa lucidez fílmica. Ahora tendrá que ser, porque las veleidades de la clase política le faltaron al respeto al desconocer elementos tan básicos como la solidaridad. Porque cuando el cine nacional había levantado un muro contra el ingreso de los jóvenes a la industria, Gustavo se propuso derribarlo y produjo la serie de historias de amor, Encuentros y desencuentros, que debían suceder en la ciudad de México, primera serie televisiva producida y creada enteramente por jóvenes. Tras la serie vino La mujer de Benjamín y luego el programa de Óperas prima, piedra angular de la creación fílmica nacional. México se lo debe, el cine nacional se lo debe.
Bien lo dijiste: la meta es partir, huir para adelante.
Qué estupidez venirte a morir, hermano, desplazarnos con un hueco irrecuperable. Pero tuviste razón: evitaste el calvario de la quimioterapia y el del PRI regresando al gobierno de México. Tuviste razón, te fuiste en la plenitud, como viviste, siempre atento a expirar el último gramo de la vida, siempre en la enseñanza de encenderte, de tener proyectos, de comprobar que la vida es una aliada. Para ti lo fue, no hay duda.
Y no te preocupes, el crepúsculo marino que te alumbra, que te despide, ha desvanecido las tenazas que ensombrecen las estrellas vespertinas. A pesar de la nostalgia, conservamos tu risa grabada y las palabras elusivas que pudimos atrapar. No te preocupes, tu familia, la nuestra, la de todos nosotros, está bien, Lucy obedece a la semántica precisa del verbo ser y del verbo estar; Nuria y Claudio hablan con determinación el lenguaje de la naturaleza y han encontrado el sentido.
Te fuiste como dijera Cervantes: “¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”
No hay duda, la vida sigue, hermano adorado, sólo que un poco peor que antes.
Como escritor, maestro, editor, siempre he sido un gran defensa central. Fanático de la memoria, ama el cine, la música y la cocina de Puebla, el último reducto español en manos de los árabes.